¿Quiénes fueron los primeros en llevar sandalias con calcetines?

13 de enero de 2012
13 de enero de 2012
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Ver a una persona que camina con chanclas y calcetines todavía nos sigue haciendo gracia, como si fuera la expresión del mal gusto a la hora de vestirse por los pies, una cosa apenas reservada para guiris sin pudor que en nada valoran su propia estimación. Sin embargo, inconscientemente, están tocando un trozo de la historia con sus dedos.

Porque andar con sandalias y calcetines es mucho más antiguo que hacerlo con zapatos, simplemente al aparecer la sandalia en el mundo mucho antes que el calzado cerrado. Y claro, cuando apareció el calcetín se dio la inevitable concepción del tema que nos ocupa.

Y los primeros que anduvieron de esta guisa parece que no fueron otros que los egipcios, a los que se considera como los primeros en tejer calcetines. Fueron los faraones y sus lujos, preocupados por el frío de los pies en las noches del cálido desierto, los pioneros que llevaron con la cabeza alta esta moda que hoy nos parece tan chabacana.

O si no los primeros, si los que han dejado las primeras evidencias arqueológicas de calcetines que se han encontrado, lo que demuestra que eran tan calentitos que hasta se los llevaron a la tumba.

La prueba la tienen en esta foto, una pieza egipcia datada entre el 250 y el 420 después de Cristo que pertenece a la Colección Myers de antigüedades y que se exhibe en el Museo Petrie de Arqueología Egipcia de Londres, posiblemente los primeros calcetines de los que se tiene constancia material.

Según la ficha de la antigüedad, “estos calcetines se hicieron en el primer cuarto del siglo quinto, y fueron encontrados en una excavación en una tumba en Egipto a finales del siglo 19. Tienen un dedo del pie dividido y están diseñados para ser usados ​​con sandalias”.

Los calcetines se tejieron en lana usando la técnica del Nålbindning, un término escandinavo que se refiere una antiquísima forma de tejer en el que cada punto dado es sólido, por lo que no se deshacen al tirar del hilo. Se consigue así un tejido grueso y cálido y está especialmente indicado para hacer guantes, calcetines y gorros.

También lo llaman “el punto vikingo” y se trata de una técnica más cercana a la costura de punto, aunque algunos creen que fue la precursora del método de tejer con dos agujas, mucho más rápido.

Lógicamente, estos calcetines tienen algunos agujerillos; no olvidemos que tienen 1700 años. Pero seguro que habéis visto calcetines con menos tiempo y más tomates, así que el Nålbindning era sumamente resistente a la hora de elaborar prendas. De hecho, este tipo de calcetines son las prendas más antiguas que se han encontrado producidas utilizando técnicas similares a las del punto (no olvidemos que la lana es biodegradable).

Según la Enciclopedia Completa del Tejido, editada por Mildred Graves Ryan, la mayoría de los historiadores coinciden en que el punto, y con él los calcetines, se extendió por el mundo probablemente por obra de los marineros y los comerciantes árabes que viajaron por todo el Mediterráneo. Incluso muchas personas creen que el punto fue inventado por los nómadas árabes que fueron los que lo trajeron de Egipto, probablemente en el siglo 5 dC, a través de África del Norte hasta llegar a España.

Los españoles recogimos el testigo y lo extendimos rápidamente por la fría Europa, donde tuvo muy buena acogida y de donde pasó luego a América con la colonización europea.

Así, casi 18 siglos después, nos vuelven los calcetines con sandalias en forma de turista americano que visita los santos lugares de la humanidad, sin enterarse que lo que lleva en sus pies es toda una reliquia de la cultura antigua.

Porque todo es cíclico, como un calcetín al que se le puede dar la vuelta infinitas veces.

Fuentes y Fotos: An Early History of Knitting, V&A y Wikipedia y Joyama Blog

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