Para convertirse en caballero andante en el siglo XXI no se necesita nada más que un walkman (sí, has leído bien, un walkman) y salir a caminar sin rumbo por las calles. Esa es la propuesta del montaje teatral Quijotes y Sanchos creado por la compañía Los Números Imaginarios, una pieza creada en plena pandemia, cuando las reuniones en recintos cerrados estaban restringidas, que Carlos Tuñón, director de la compañía, junto con Luis Sorolla y Gon Ramos como dramaturgos pusieron en marcha por primera vez hace ya cinco años.
«Decidimos hacer una pieza que partiera de cómo imaginar y soñar el mundo de otra manera, cómo abordar las calles —explica Tuñón—. Y nos apareció el Quijote, la novela más traducida después de la Biblia, el canon más popular no solo en España. Pensamos que era mirar el mundo desde una óptica dislocada, con la idea de que lo que en realidad hace Alonso Quijano es inventarse una ficción para poder estar en un mundo que no le es propio. Intentaba ponerse el mundo por bandera. Y como Sancho, que es un personaje que le acompaña en esa locura porque le promete algo. Eran dos que caminan, que salen de una posada y caminan, caminan, caminan… y pensamos que podía ser una metáfora propicia para esos tiempos locos».
Cuesta llamar obra de teatro a una pieza donde el actor es el propio público, al que se le invita a meterse en el papel de don Quijote y de Sancho alternativamente y a su elección. De los actores reales solo se escuchan sus voces, grabadas en una cinta de casete que los asistentes a la función deben escuchar en un walkman.
Antes de salir a caminar en solitario y sin rumbo fijo por el barrio de Lavapiés, donde se ubica la sala El Umbral de Primavera, que hace las veces de la venta en la que son ordenados caballeros los asistentes, se les muestra una caja de madera con diversos objetos sobre los que deben reflexionar mientras escuchan la narración. Son el último contacto físico con la realidad: a partir de ahí, todo quedará a cargo de su imaginación, alentada por la narración que escucharán, mientras caminan, durante casi dos horas.
Donde tus pasos y la imaginación te lleven
La experiencia de cada caballero andante será diferente para cada persona. Nadie vivirá del mismo modo la caminata, pese a que la narración que escuchan sea la misma. En esa ruta a ningún lado, la fantasía de unos quedará fijada a lo que se les sugiere en el audio, mientras que la de otras personas vagará hasta su propio universo, perdiendo el hilo de lo que se le está contando. No en vano caminar, muy en el espíritu de los flâneurs, es un disparador de la creatividad, con lo que se crean muchas obras dentro de la propia obra.
«Para mí, ocurren dos cosas —matiza Carlos Tuñón—. Por un lado, la idea de creatividad o de flujo de pensamiento, hace que estemos en una relación más laxa y porosa, donde todo se junta y se mezcla. Necesitamos centrarnos y poner atención, focalizar».
Los autores ya lo avisaban en el audio: todo lo que le ocurra al espectador-actor tiene que ver con lo que buscan ofrecer. Si se pierden, no hay problema, también eso forma parte de la experiencia porque eso, afirman, es también parte de la obra de Cervantes y todo dependerá, además, del estado de ánimo de cada caminante.
«Si hubiéramos querido fijar más la experiencia, le hubiéramos pedido al público “siéntate, mira y escucha” —remarca Tuñón—. Sé que va a haber rastros, lagunas, cosas que aparecen y desaparecen, pero para nosotros no es problemático, lo asumimos. Además, el Quijote es inasumible; empiezas a leerlo y te deriva. De hecho, hay incongruencias, hay saltos… no está pensado para leerse de principio a fin, es una novela de novelas. Es como si estuviera escrito a trozos. Entendemos que nunca se ha hecho de manera peripatética, esta cosa de caminar, pero eso a nosotros nos interesa mucho».
Y a esto, ¿qué nombre le ponemos?
Acostumbrados a las etiquetas, resulta difícil definir este montaje de Los Números Imaginarios. Si pensamos en una obra teatral al uso, esta no lo sería: no hay escenario ni actores que se mueven por él; no hay butacas ni espectadores que contemplan… ¿Qué es, entonces?
«Nosotros lo dividimos en varias categorías: experiencia, travesía audioguiada, experiencia itinerante… pero todo fuera del formato de representación tradicional a la italiana, que nosotros nunca hemos estado en eso —explica el director de la compañía entre risas, consciente de la dificultad de ponerle etiqueta—. Nosotros siempre hemos planteado dispositivos estéticos, donde el público percibe diferentes lugares. Estamos más en lo que las artes han asumido de manera más tranquila. Pero al teatro, sobre todo en España, le cuesta más asumir otra flexibilidad o elasticidad escénica, que en Europa se hace muchísimo».
Lo cierto es que las obras de esta compañía siempre han buscado romper los límites del teatro tradicional y, de alguna manera, desacralizar la experiencia. Aunque, para ellos, lo suyo es un regreso al espíritu original del teatro. «Es interesante, porque el teatro que hemos asumido como teatro es un teatro muy nuevo, es del siglo XIX: eso de apagar la sala, gente sentada mirando algo… es una cosa muy novedosa. Pero durante muchísimos años, nunca ocurría eso; el público estaba junto, había luz, podían tocar, comían, bebían, salían, entraban… Por eso digo siempre que nosotros hacemos un teatro, en realidad, bastante clásico. Lo que pasa es que no en los estándares del mercado teatral», aclara Carlos Tuñón.
Su propuesta involucra al público animándole a hacer cosas, a actuar y no solo mirar. Así, explica, sienten que manipulan menos. Y, por otro lado, extienden los límites del teatro. «Es que la escena es muy amplia para nosotros, y nos pasan cosas muy interesantes en muchos sitios para pensar que solo hay que encajonarlo en un modelo. Por eso invitamos a la gente a hacerlo. Hemos probado un espectro de públicos muy amplios y pasan cosas muy diferentes. No es tan de nicho; de hecho, para los más contemporáneos les parece muy clásica esta propuesta dramatúrgica, y para los más populares les parece más contemporánea. Es como una mezcla, tengo la sensación de estar un poco en medio de un lado y de otro».
La pregunta que surge es si sus montajes son aptos para todo tipo de público, si cualquier espectador está capacitado para conectar con estas propuestas. «Nosotros siempre les decimos lo mismo: no trates de entenderlo todo, no hay que entenderlo todo. Para mí, la clave está en que el teatro no tiene que ver con entender, sino con experienciar, con cosas que me suceden a varios niveles: el emocional, el físico…, pero no solo intelectual».
Por eso no piden a todos los públicos que accedan al mismo nivel de grado de capas, al menos en esta experiencia de Quijotes y Sanchos. De ahí que la disfruten, aunque de maneras diferentes y por motivos distintos, tanto expertos en la obra de Cervantes como aquellos que jamás han tenido intención de leer el Quijote. «Siento que hay diferentes niveles de acceso a la pieza. Porque si fuera solo que te pongo un audio y te lanzo a la calle… También la relación con la caja, observarla, mirarla, tocarla… Es la obra más popular que hemos tenido —también porque es el Quijote— y la que más hemos girado, porque económicamente es la más adaptable», asegura Carlos Tuñón.
«Hay gente que ha repetido y que le pasan cosas diferentes, que entra mucho más en los detalles, en las capas. El teatro convencional tiende a ser igual, porque hay una lectura mercantil que dice que tenemos que dar el mismo producto y el mismo servicio. Pero yo no estoy en esa lógica de mercado, sino en la lógica del acontecimiento teatral. Claro que quiero poder acceder a la obra, pero por eso nunca hemos hecho una pieza de martes a domingo. Pienso más en eso de que la obra sucede de manera diferente si realmente le proponemos al espectador que le pase algo diferente, y que accedamos a un sitio algo más único».
Los Números Imaginarios
A pesar de la innovación, Los Números Imaginarios, tal y como explica su director, es una compañía que trabaja sobre repertorio, pero pensando en cómo hacerlo diferente, buscando ofrecer una propuesta distinta. «Me interesa conectar el imaginario colectivo del público, la conversación con los públicos», remarca Tuñón.
Ese sería uno de los pilares que dan sentido a la compañía. El otro es la idea del tiempo. Buscan obras donde ese aspecto no está claro para que sea el público el que decida cuándo acaba. También juegan con los encuentros, donde la puesta en escena es algo colectivo (tienen obras en las que se invita al público a dormir en el teatro, a bailar, a comer…).
«Nos han catalogado mucho como teatro inmersivo, pero no sentimos que hagamos solo eso —se queja Tuñón—. Hay la idea de sumergirse y de estar de otra manera, es cierto, pero estamos muy catalogados porque necesitan ponernos nombre. Para nosotros esto es un ciclo de experimentación. Invitamos a las compañías a pensar cómo se quieren relacionar con el público, eso sí lo preguntamos, no lo damos por hecho. “¿Cómo quieres que el público se relacione con tu pieza?” es una pregunta que siempre hacemos». En definitiva, concluye, su filosofía es sacar a público y a actores de la zona de confort, aunque eso, tal y como reconoce, les haga menos masivos.