Natural o provocado, existe un punto de no entendimiento entre la arquitectura y las ciudades que la encierran. Algunas zonas del mundo adolecen de ese problema con diagnóstico crítico. ¿Por qué en las metrópolis de países en desarrollo hay gente que vive en grandes casas ajardinadas y familias hacinadas en cerros? ¿Qué ha fallado mientras experimentaban su rápido crecimiento? ¿Sería posible alinear la arquitectura, la planificación y la infraestructura con las necesidades de las personas humildes que tratan de vivir en ambientes decentes, democráticos y funcionales?
El curador, crítico y columnista Justin McGuirk quería conocer los porqués de este problema de casta y ladrillo, por eso decidió recorrer Latinoamérica de arriba a abajo. «Fui allí porque América Latina es en sí el experimento de la urbanización masiva, el continente más urbanizado del planeta», indica, y también la cuna de «una generación de arquitectos que proponen otras vías para hacer frente a los problemas de pobreza urbana».
Radical Cities (Verso) es el libro que presenta McGuirk para dejar constancia de su experiencia buscando activistas de los nuevos modelos de ciudad, según su definición, «ciudades del futuro». Un viaje de paradas en el camino para echar un vistazo al trabajo de arquitectos, políticos disidentes y comunidades que proponen alternativas al problema de las urbes segmentadas en clases.
Desde México a Argentina y de Brasil a Venezuela, su trabajo promete un recorrido por la región en la que a mediados del siglo XX «fue a morir el sueño de la utopía modernista». «Ciudades extremas que han criado condiciones extremas» y «un historial de fracasos sociales y políticos». Por otro lado, la materia prima con la que trabajan esos activistas e idealistas sociales de cuyos experimentos «el mundo debería aprender».
Justin, ¿cuáles son esos dilemas a los que la arquitectura y las ciudades tienen que hacer frente hoy en día?
Hay muchos dilemas, pero me enfoco en uno solo: la desigualdad urbana. Este es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo y es particularmente extremo en las ciudades del sur del planeta. Por lo menos mil millones de personas viven en barrios pobres y hay cientos de millones que emigrarán a las ciudades en la próxima década. La pregunta es ¿cómo pueden los gobiernos y arquitectos ayudar a incorporar a los pobres a los entornos urbanos para que puedan llevar una vida digna?
¿Tú has encontrado esa respuesta? ¿Cuáles son las mejores ideas o conceptos que has aprendido de los emprendedores sobre los que escribes en tu libro?
Si hay un concepto clave es que la ciudad informal (los barrios pobres) deben ser incorporados a la ciudad, que necesitan estar conectados y ser tratados como una parte real e importante de ella. La gente en los barrios pobres no necesita nuevos hogares, necesitan infraestructura, como el transporte y la sanidad, necesitan mejores servicios públicos, necesitan espacio público… Esa es la lección esencial para el resto de los países del sur.
¿Por qué hacer este trabajo de campo en América Latina?
Porque ha sido un campo de pruebas para proyectos radicales de hacer ciudades. Por ejemplo, a mediados del siglo XX se probaron viviendas sociales modernas a una escala jamás vista en Europa ni América, y se hicieron vastas barriadas a un volumen desconocido hasta entonces. América Latina experimentó la urbanización masiva mucho antes que China o la India, por lo que hay lecciones que aprender allí. Pero lo más esencial por lo qué elegí este continente es la importante labor de una generación de arquitectos latinoamericanos que eligieron hacer frente a los problemas de pobreza urbana. Prácticas como las de Urban Think Tank, Elemental, Jorge Mario Jáuregui y Teddy Cruz. Y también políticos increíbles en esta causa como Anatanas Mckus y Sergio Fajardo en Colombia.
¿Qué es lo que hacen ellos? ¿Qué clase de arquitectos, activistas o comunidades son?
Visité una comunidad en el norte de Argentina creada por el movimiento de un pueblo revolucionario; estudié la Torre de David en Caracas, un rascacielos de 45 plantas ocupado por 3.000 personas; visité una comunidad de medio-casas (casas construidas a la mitad que luego cada familia desarrolla) en el norte de Chile que hizo Elemental; visité las favelas de Río y los barrios en Venezuela y Colombia. El libro está lleno de experimentos fascinantes y útiles. Es una caja de herramientas para hacer nuevas fórmulas de arquitectura.
¿Para ti la arquitectura tiene un significado político?
Creo que la arquitectura ha perdido mucho de su significado social y político en las tres décadas transcurridas desde 1980, en gran parte porque los estados han renunciado a la idea de la vivienda social, con la esperanza estúpida de que el mercado se encargaría de ello. De alguna manera la crisis financiera de 2008 sirvió para que la arquitectura sacara la cabeza de la arena y recordase que tiene carácter social, y no solo un propósito cultural.
¿Cuáles son los intereses que muchas veces no permiten a este tipo de proyectos salir adelante?
Dinero. Los gobiernos se han despojado de la responsabilidad por la ciudad asumiendo que se responsabilizará el mercado, y el mercado solo se preocupa por el dinero. El mercado no ve mucho potencial de ganancia en el pobre y por eso lo ignora.
¿Podremos llegar a ver la ciudad del futuro de la que hablas?
La ciudad futura de la que hablo ya está sucediendo, está creciendo todo el tiempo. La pregunta es si los políticos y los arquitectos ayudarán a darle forma, o si acabarán dejando que una catástrofe social se produzca.
Metrocable en San Agustín, Caracas.(Iwan Baan)
Casas PREVI, un experimento urbanístico social de Lima, 1969. (Cristobal Palma)
Torre David, Caracas. (Iwan Baan)