La Virgen es una mujer que viste su cuerpo con tatuajes. También lo hace su hijo, un Jesucristo que luce tinta en su piel y cazadora vaquera en clara señal de rebeldía. Les acompañan insinuantes pin-ups que han perdido la ñoñez y nobles victorianos que retan con su mirada altiva a quien les contempla. Distintos personajes, distintas épocas… y todos con un punto en común: el tatuaje y un aire de barrio que los hace atractivos y cercanos.
Ramón Maiden es el autor de todos ellos. Lleva dibujando desde que tenía uso de razón. Pero jamás ha pisado una academia de arte ni ha recibido una clase de pintura. Dibujar «siempre ha sido una necesidad para mí, una forma de expresarme y canalizar mis emociones, inquietudes y vivencias. No hay ningún porqué».
Maiden se define a sí mismo como un dandy delincuente. «Tradicionalmente, la transmisión de cultura y valores y la posesión del conocimiento han estado relacionados con las élites, con el poder y al acceso a los recursos», explica el ilustrador. «Me gusta la idea de defender la cultura popular más canalla como emisora de cultura y valores. De ahí la definición de ese Robin Hood de guante blanco que defiende y da voz a los invisibles».
Quizá por ese toque canalla que nos hace poner los pies en el suelo resulte tan atractiva la obra de este ilustrador catalán. Personajes que han perdido la rigidez original de quien los fotografió o inmortalizó en una estampa para adquirir vida en manos de Maiden.
La religión, la historia, la época Victoriana… son algunos de los temas que más le atraen. «Me interesa todo lo que pueda generar controversia y el contraste entre lo puro y lo impuro, la batalla entre lo impoluto y lo pecaminoso», aclara el catalán. Y si la controversia no viene por sí sola, él la crea.
«Esa es la idea, que me dé problemas y dé de que hablar», aclara desafiando a las mentes biempensantes y adoradoras de lo políticamente correcto que tanto chocan con la libertad de expresión en estos últimos tiempos.
«He tenido algún problema al respecto, cuando vivía en USA principalmente, pero nunca llegó a males mayores. Creo que se me da bien manejar a los integristas, sean del color que sean».
El tatuaje está siempre presente en su obra. «Siempre he sentido una gran atracción por todo aquello perenne. En una sociedad donde lo consumible, lo efímero y la falta de compromiso se ha convertido en algo valedero, todo aquello que implique lo contrario me parece interesante», afirma. «Adoro las cicatrices, las marcas de guerra y entiendo mis tatuajes como el mapa de mi vida, el que mejor me define».
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Fotos: Julie Morize
Los personajes de Ramón Maiden no solo buscan crear un impacto visual en quien los contempla. «Intento que cada obra transmita un mensaje, que no deje indiferente, que remueva vísceras y conciencias», afirma con énfasis. «Mi formación académica proviene del mundo social y la antropología e intento que mis obras tengan una fuerte carga de denuncia social».
Pudiera parecer al contemplar algunos de sus personajes que Maiden huye del desnudo. Los cuerpos tanto femeninos como masculinos están llenos de tinta azul que tapa cada resquicio de piel. Que nadie se engañe: «Los cuerpos desnudos tatuados son doblemente desnudos. Desnudos de piel y alma».
A este ilustrador no le gustan las herramientas digitales. No en vano se declara «un torpe tecnológico». Prefiere el lápiz, el bolígrafo y el rotulador; esas son sus armas preferidas. «Intento no ser esclavo de técnicas que supongan mucha preparación, espacio… Los medios que uso los puede tener cualquier persona en casa. Viajo mucho y trabajo mucho viajando».
Ahora está experimentando con la madera. Muchas de sus últimas obras están dibujadas sobre este soporte. «Como ilustrador es fácil caer en hacer lo que funciona, lo que vende… Pero si uno no se reinventa, si no explora y pierde la curiosidad por experimentar, es fácil caer en el sopor y el aburrimiento».
Maiden huye de la rutina como del mismísimo diablo. Dice no tener días de trabajo normales, cada jornada es diferente. «Creo que es una de las razones por las que dejé mi trabajo de 40 horas semanales como trabajador social y me lancé al azaroso mundo del artista nómada».
Tampoco le gustan las etiquetas. «Mi trabajo es el reflejo de mi forma de vida, mi profesión, mis experiencias, viajes e intereses», dice de sí mismo en su web. «Es difícil definirlo y siempre está cambiando, creciendo y modificándose en cada vuelo».
Ni siquiera afirma tener más referentes que su propia familia: su madre, artista multidisciplinar, y su padre, manitas y músico. No se podía esperar menos de quien se siente un hombre de la calle, de barrio y que considera a la ciudad de Nueva York como su segunda casa.
Actualmente está trabajando en su segundo libro. «Esta vez será autogestionado, que la censura me da ganas de ir al baño». En eso y en la exposición que La Fiambrera (Madrid) está preparando sobre su obra y que llevará por título See you in Hell. «Después de patear medio globo, la exposición en La Fiambrera va ser mi primera exposición en España y me hace especial ilusión».