El gesto de asombro es un paisaje habitual para los recepcionistas de Redbility. Lo ven, prácticamente, a diario, desde su silla. El visitante novel suele entrar, dubitativo, y excusarse antes de preguntar. “Lo siento. Creo que me he equivocado”. El destino previsto era una oficina pero, al llegar a la dirección acordada, ni era el lugar ni la época esperada. España había mutado a EEUU y el año 2013 había sido absorbido por los 50s.
La entrada a las oficinas de Redbility es un réplica exacta de las cafeterías estadounidenses de los años 50 y 60. La diferencia es que, tras la barra, no hay camareros. Hay recepcionistas y empleados de una empresa especializada en comunicación en entornos digitales (e-commerce, branding, investigación, marketing…).
En este bar no se sirven hamburguesas. Lo común es que sus mesas sostengan ordenadores y papeles. “Es un lugar de reunión y un espacio donde trabajar a solas, si necesitas concentración”, explica Silvia Castro, marketing and communication manager de Redbility.
Después del bar hay un camino en curva. El pasillo lleva a unos despachos rociados de iconos pop. Entre ellos, unas lámparas humanoides, construidas con maniquíes y lámparas que funcionan como las patas de un pulpo. El autor es uno de los fundadores y CEO de la compañía, Antonio Gutiérrez.
En la empresa existe una tradición que acaba modelando la estética de la oficina. “Utilizamos imágenes de algunos proyectos para hacer vinilos de pared”, indica Castro.
Esa es el motivo de que en el muro de una sala de reuniones haya una cabeza a punto de ser aplastada contra un exprimidor. Esas caras convertidas en naranja tienen dueño. Pertenecen al equipo que desarrolló un proyecto digital para la marca Don Simón y, al término de la campaña, se hizo vinilo para siempre.
Otras veces el proyecto no se perpetúa en un vinilo. Pero el ritual ordena que se haga, siempre, un making of.
Imágenes: Redbility y Mar Abad