Es frecuente escuchar a las personas mayores recordar los tiempos en los que subir a pedir una taza de arroz a un vecino o hacer una tertulia en la escalera eran actos cotidianos y normales. Hoy, esa manera de vivir en vecindad se ha transformado hasta casi desaparecer. Y las urbanizaciones enormes en las que vivimos, junto a una rutina sumergida en una vorágine salvaje que nos aísla han contribuido mucho a ello.
Incluso hemos llegado a considerar invasivo el relacionarnos con nuestros vecinos; sentimos como una pérdida de tiempo y una molestia esos pequeños gestos de socialización, según explica la psicóloga Marina Pinilla. Para paliar esto de alguna manera, y demostrando que necesitamos interactuar con los demás, han surgido aplicaciones como ¿Tienes sal?, que ponen en contacto a vecinos del mismo barrio para actividades que van desde pasear a aprender cerámica o vender muebles. Una aplicación hace más fácil entablar relaciones vecinales que por el método tradicional.
Sin embargo, la pandemia nos hizo ver la importancia de contar con la ayuda de quienes viven en nuestro barrio y edificio, y nos ayudó a poner cara a nuestros vecinos. Aunque no fuera más que durante el minuto que duraba el aplauso en los balcones. Nos convertimos en vecinos cuidadores. Hubo una gran explosión de solidaridad y se crearon o reforzaron redes vecinales. Fue una situación de emergencia que puso sobre la mesa que a lo mejor no estábamos tan bien como creíamos a nivel individual y colectivo. Y que también dejó patente, por si alguien no lo sabía, que los demás juegan un papel determinante en nuestro bienestar.
De la importancia de las redes vecinales y de la convivencia con nuestros vecinos habla Guadalupe Bécares en este post de Igluu.
