Salitre es una «sustancia salina, especialmente la que aflora en tierras y paredes», según la Real Academia Española. También es el nombre de una calle del barrio madrileño de Lavapiés y el título de un fotolibro editado por Juan Valbuena, cofundador del colectivo NOPHOTO y profesor en la escuela de fotografía Efti. El trabajo ha sido expuesto en la última edición de PhotoEspaña.
Un día de 2009 Valbuena entregó 12 libros en blanco a 12 inmigrantes senegaleses que vivían en esta calle y les lanzó un reto: contar su historia a través de imágenes. Durante casi un lustro, estos jóvenes africanos han trabajado en la edición de un volumen colectivo que lleva el nombre de Salitre. Ha sido un espacio íntimo y poético que les ha permitido dejar reflejado cómo llegaron a España, qué dejaron atrás y cuáles son sus sueños o sus miedos.
Todos ellos compartían un pequeño apartamento de 50 metros cuadrados en el que todo era colectivo, desde la comida hasta la ropa. Los medios de comunicación llaman a este tipo de vivienda «piso patera», una definición que resulta hiriente y ofensiva para los protagonistas de esta historia.
«Cuando estaba en África, nunca pensé que en España podría llegar a tener esta vida. En Senegal cada uno de nosotros tenía su propia casa. En Madrid llegamos a vivir más de 10 personas en dos habitaciones», contaba Lamine, uno de los autores del Salitre, durante la inauguración de la exposición.
Valbuena conoció el lugar hace siete años cuando estaba produciendo Nosotros, un proyecto sobre la multiculturalidad de los vecinos de Lavapiés que fue expuesto en la Casa Árabe.
«Llegué al piso de la calle Salitre a través de una amiga. En la casa siempre hubo una población flotante: es difícil decir cuánta gente realmente vivía allí. Yo resolví trabajar con 12 de ellos para hacer este fotolibro», cuenta el fotógrafo.
Crear una dinámica constante de trabajo fue el primer desafío al que tuvo que enfrentarse Valbuena. «Pasábamos muchas horas juntos, viendo la tele, el fútbol, comíamos. Al principio fue desesperante, pensé que nunca íbamos a terminar», reconoce.
Todo cambió cuando el proyecto recibió el patrocinio de la Fundación La Caixa y Valbuena pudo transformar a sus compañeros en autores. «Tuve muchas dudas sobre cómo afrontar este proyecto, pero la mejor opción fue tratarlos como autores y compartir con ellos los derechos del libro.
El proyecto iba exactamente de eso, de darles voz», cuenta Valbuena. Después de una reunión establecieron que el pago se haría a la africana: libro entregado, libro pagado. «Sin duda, fue un momento clave que ayudó a acelerar el proceso creativo», añade.
Durante más de tres años, este fotógrafo trabajó con cada uno de estos chicos, que en su mayoría se buscaban la vida como manteros en las calles del centro de Madrid. El objetivo era construir una narrativa a través de las fotos que habían traído desde Senegal, muchas veces en arriesgados viajes en cayuco. «Los senegaleses tienen un patrimonio fotográfico enorme, les encantan las fotos. Yo iba a su casa todos los martes, sobre la 13.00 porque no madrugan, y me quedaba hasta que se iban a dormir. Llegaba con todo: escáner, impresora, cámara, rotuladores, grapadoras… Íbamos construyendo los libros poco a poco. A veces lo que hacíamos un día se perdía de una semana para otra», cuenta Valbuena.
La mayoría habían llegado de un pequeño pueblo costero de Senegal llamado Kayar. «Algunos de ellos apenas hablaban español. Tampoco tenían mucha formación y esto acabó reflejándose en sus libros, que son más salvajes y auténticos, por ejemplo en la forma de intervenir con los rotuladores encima de las imágenes», señala el fotógrafo. En la casa había varios líderes naturales y Valbuena tuvo que aprender a reconocer y respectar las jerarquías.
Los líderes estaban más preocupados con el contenido de su libro y con la imagen que iban a dejar ante los demás. «En este ejercicio de libertad, yo le dejaba que me mintieran. Les di el poder de expresarse y no entré a juzgar si lo que estaban contando era verdadero o falso. Sé que hay cosas que no son verdad, por ejemplo sobre su situación, lo que cobraban o cómo había conseguido sus papeles. Pero no se trataba de conseguir un documento 100% auténtico, y sí de crear algo en el que el poder fuese realmente compartido», afirma Valbuena.
«Parte de mi trabajo era no editar. A veces veía fotos buenísimas y ellos las dejaban fuera, pero yo no podía intervenir en su proceso creativo porque estas eran las reglas que habíamos pactado», agrega.
Casi nadie tenía cámara ni smartphones en aquella época. Usaron las fotos de su archivo personal y en algunos casos optaron por el dibujo. «Bamba, uno de los líderes, insistió en mecanografiar su historia en el ordenador. Está escrita en un español magnífico, se nota que está más formado», resalta Valbuena.
Curiosamente, ninguno de los 12 autores hizo referencia al piso de la calle Salitre. Por esta razón, el 13º libro es un relato fotográfico sobre el día a día en el apartamento, hecho por el propio Valbuena.
«En sus libros casi no hay fotos del interior de la casa, cuando para mí era el elemento fundamental. Para ellos es un tema complejo, del que no se sienten orgullosos. Los inmigrantes sienten la responsabilidad de mantener su reputación con los que han dejado atrás. No quieren preocuparles. Algunos incluso acaban aparentando lo que no tienen y maquillan la realidad con tanto de no defraudar», destaca.
En abril de 2013 el piso fue desalojado. El dueño de origen paquistaní no estaba pagando la hipoteca. Con la crisis, algunos senegaleses dejaron España y emprendieron otro ciclo de emigración hacia Italia o Francia. Otros como Lamine se quedaron en Madrid, consiguieron los ansiados papeles y un trabajo formal, en su caso en la cocina de un restaurante italiano.
Tras la publicación del libro, en 2014, el contacto entre Valbuena y los 12 autores del libro diminuyó, hasta que la tecnología volvió a unirles de nuevo. «Este libro está hecho antes del Facebook, es decir, antes de que ellos lo usaran a diario desde sus teléfonos. Es alucinante lo que hacen hoy en las redes sociales. Pasan el tiempo compartiendo una cantidad increíble de imágenes. Nunca perdieron el contacto: saben exactamente dónde está cada uno», explica Valbuena.
El fotógrafo está trabajando ahora en una nueva versión de Salitre completamente diferente del primer libro, que salió en una edición limitada de 100 ejemplares para coleccionistas. «Quiero sumarle el contenido de Facebook. También estamos planificando un viaje juntos a Senegal. Quiero llevarlo a un soporte distinto que no cueste más de 10 euros», señala.
«Mi deseo es que el proyecto siga porque cada vez que hablo con ellos me sorprendo. Ya llevan una década en España. Es una historia que no tiene fin y que quiero poner al día cuanto antes», añade.
¡Precioso artículo!
Me gustó mucho todo lo leído.y qué decir de las imágenes??Ánimo con gente así se puede cambiar el mundo.Eso es lo qué creo