Que levante la mano quien no haya sido un poco voyeur alguna vez. Quien no se haya detenido un momento para mirar tras las cortinas lo que hace el vecino de enfrente sin que sepa que le estamos observando.
La cotidianeidad del prójimo nos atrae. Podemos llamarlo voyerismo o podemos grabarlo en vídeo y titularlo Retratos. Por esta última opción optó el zaragozano Carlos Ena, autor de esta webserie documental que va ya por su segunda temporada.
Retratos surgió en parte por la necesidad de probar la cámara con la que acabaría rodando la webserie. Qué mejor que usar de conejillos de indias a sus propios amigos y familiares. Luego, a aquellos vídeos de prueba les fue viendo un algo más y decidió convertirlos en un proyecto artístico y personal. «Me interesaba mostrar momentos cotidianos y comunes y en aquellos meses mi idea era hacer algo de ficción», explica Ena cómo nació la idea; «piezas que no fueran ni cortometrajes ni tuvieran un desarrollo de trama. Pero tras grabar durante varios días seguidos a gente que iba pasando por mi casa (básicamente amigos y mi novia de aquel entonces), me di cuenta de que esa realidad que quería mostrar ya estaba ahí y no necesitaba a un equipo de quince o treinta personas para mostrarla, sino que bastaba con mi entorno social y mi cámara».
Ena no selecciona a sus personajes ni realiza un guion previo. Siempre lleva su cámara encima y no duda en grabar aquello que le llama la atención. Después, durante el proceso de edición, decide qué tiene interés de todo lo que ha rodado y qué no. Que nadie busque una trama en esta serie, no la hay. Son pedazos de vida cotidiana, como las miradas escondidas de los voyeurs. «Llevo más de tres años con este proyecto y desde entonces he grabado a amigos, a novias que se terminaron convirtiendo en exnovias y a desconocidos que nunca sabrán que han terminado saliendo en esto», explica el zaragozano.
Retratos está rodada en blanco y negro. «La verdad es que podría dar muchas explicaciones, pero lo cierto es que es un recurso estético más, al igual que el montaje acelerado o cambios momentáneos a color», justifica Ena. «En mi caso, el blanco y negro me ha servido para estilizar un poco el look de cada capítulo sin mucha complicación». Este joven cineasta ideó la serie como algo muy longevo que pudiera ir publicando periódicamente, sin un final, que terminara siendo un documento histórico de una época y de un lugar concreto. «Diría que el blanco y negro podría verse como un guiño a ese punto de vista antropológico», concluye.
Buscar referentes cinematográficos en esta serie documental es labor vana. Ena confiesa no tenerlos para este trabajo, al menos de una manera manifiesta. Reconoce que le gustan la «quietud y el intimismo» de películas como Elephant, de Gus Van Sant o True Love de Ion Sosa, en el subgénero de videodiario. «Dentro de estos márgenes que marca el documental de vida cotidiana, cada persona podría hacer su propio Retratos y los referentes o las características serían muy personales. Y creo que sería algo muy interesante; de hecho, es algo que de algún modo ya están haciendo muchos youtubers».
Pero cuando le preguntamos por sus referentes en general, la lista se amplía: Paul Thomas Anderson, David Lynch, Carlos Vermut, Spike Jonze, Martin Scorsese… E incluso cineastas independientes americanos que realizan películas mumblecore como los hermanos Duplass, Andrew Bujalski o Aaron Katz.
Los primeros diez capítulos de la serie se subieron a Vimeo, pero hoy se pueden visitar en el canal de Carlos Ena en YouTube y en Facebook. También se ha podido ver en alguna proyección conjunta con otros directores y en la cuarta edición de Pasarela Media, donde se muestra la obra de diversos artistas experimentales.
«Es difícil aumentar las visualizaciones y el interés de una webserie documental en la que además no hay ningún desarrollo de trama y con el factor añadido de que, en muchas ocasiones, la gente lee la palabra «documental» y sale huyendo», se lamenta Ena. «Aun así la serie va a ser algo que lleve siempre en paralelo mientras desarrollo otro tipo de proyectos. Desde el principio empecé a hacer Retratos por amor al arte y ha terminado siendo un hijo del que no me quiero aburrir pase lo que pase; y va a ser bonito verlo crecer».
El tiempo que tarda en rodar cada capítulo depende de lo interesante que sea su vida en ese momento. «Hay temporadas en las que no grabo mucho y en otras ocasiones todo lo que he grabado en un mes me da para varios capítulos», explica. Nunca avisa a sus personajes de que están siendo grabados pero jamás muestra algo que les pueda dejar en ridículo.
Sus amigos, afirma, ya están acostumbrados a ser observados con el objetivo de su cámara réflex, herramienta que facilita que puedan ser grabados sin que sean conscientes. Cuando se enfrenta a otros personajes no tan acostumbrados a ser filmados, Ena para el rodaje y espera a que el ambiente sea más distendido para volver al trabajo. «Es la situación más cercana a ser un cámara de un documental de animales de La 2 a la que puedo aspirar», dice con cierta ironía.
Como todo voyeur que se precie, a Carlos Ena le gusta ver la cotidianeidad de la gente. Observar la rutina de otras personas no lo considera morboso pero sí interesante. Al fin y al cabo, todos somos observadores y muy curiosos, por no decir cotillas, dice, «y más ahora que todo el mundo tiene las herramientas de retransmitir su propia vida y mostrarla a quien quiera verla. Nos gusta ver a desconocidos haciendo las mismas cosas que hacemos nosotros en el día a día. Vernos reflejados y conocer a otros nos ayuda a conocernos más a nosotros mismos».
Sin embargo, al zaragozano no le gusta aparecer en sus vídeos. «Yo soy eje central pero invisible, y pese a ser un videodiario, yo soy lo menos importante», afirma rotundo. No le interesa dejarse ver. Sin embargo, su imagen se cuela como un guiño al espectador en el reflejo de un espejo o en alguna fotografía en una estantería. «Quizá algún día haga capítulos más centrados en mí, pero no sé si estoy preparado o si sería algo contrario al planteamiento inicial de la serie».
En la pantalla, una pareja ríe en la cocina mientras prepara la comida y repasa un examen. En el salón, un grupo de amigos charla distendidamente. En la habitación de al lado, dos músicos ensayan guitarra en mano una canción de Metallica… Descorramos tímidamente los visillos y ejerzamos sin complejos de voyeurs. Empieza el espectáculo. Empieza la vida.
[…] Vinyl […]