La epopeya en la era contemporánea no pasa por surcar mares llenos de peligros para descubrir continentes lejanos ni por engañar a cíclopes o huir de hermosas sirenas. Los retos del hombre moderno son mucho más básicos y limitados. Por ejemplo, conseguir una plaza de aparcamiento un día de ordinaria locura en una metrópolis en la que los atascos asustan más que los dragones mitológicos.
En Roma, Ciudad de México o Madrid la situación es parecida. Hay momentos en que dejar esa prolongación de las piernas llamada coche para recuperar la dimensión de homo erectus en estado puro puede convertirse en una pesadilla. De hecho, cada español pasa una media de 75 horas al año atrapado en su coche en busca de aparcamiento, según datos de Ecologistas en Acción.
El fotógrafo dominicano Alejandro Cartagena ha plasmado en imágenes el agobio cotidiano que supone la falta de espacio en las urbes. Roma parking es un ensayo claustrofóbico que consigue conectar de inmediato con quienes pierden cada día minutos preciosos intentando aparcar. Desarrollado durante una residencia artística en la capital italiana, esta serie golpea al espectador con imágenes sencillas y efectivas, que ganan fuerzas gracias a la repetición.
«Puedes hacer una buena foto de un aparcamiento, pero cuando ves 50 imágenes de lo mismo, percibes el poder de la fotografía. En Roma parking hablo de una cuestión cultural que tiene que ver con la urbanización», cuenta Cartagena desde Monterrey, en México, donde reside desde hace mucho años.
No es la primera vez que este fotógrafo aborda temas relacionados con la movilidad en las grandes ciudades. En Carpoolers retrató a decenas de trabajadores mexicanos mientras se dirigían al trabajo tumbados y dormidos en furgonetas pick-up. Esta original secuencia de planos cenitales, convertida en fotolibro, le reportó varios premios y le otorgó cierta popularidad en los circuitos fotográficos internacionales.
En Roma parking, Cartagena sigue explorando el concepto de serie para construir narrativas entrelazadas. Los coches pegados entre sí entrañan una profunda reflexión sobre cómo vivimos en las urbes contemporáneas y cómo el automóvil ha cambiado las costumbres sociales. «Me interesa hablar de la forma en la que el coche se ha insertado en la vida cotidiana de las personas y de su influencia en la forma de diseñar las ciudades y las periferias. En realidad, la periferia existe precisamente porque hay coches. La paradoja es que se construyen periferias contando con que los coches llevarán a sus habitantes a la ciudad, pero no se planifica ni se resuelve el problema de dónde dejar estos coches», señala Cartagena.
El artista, que acaba de exponer este trabajo en Buenos Aires, tuvo tan solo un mes para realizar el proyecto. Llegó a Roma un frío mes de noviembre con su esposa y un bebé de tres meses, sin hablar una palabra de italiano. «Mi forma de empezar un proyecto es salir a caminar por la ciudad. Pasé una semana deambulando por Roma, buscando algo que me llamara la atención», cuenta. La inspiración llegó cuando descubrió que los vecinos de un barrio estaban luchando para mantener un parque público, mientras el Ayuntamiento quería construir un aparcamiento.
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«Allí empezó mi curiosidad. Me preguntaba por qué había tanta pelea por un estacionamiento. Eso me llevó a preguntarme dónde aparca la gente en Roma. Entonces me di cuenta de que no hay espacio», afirma. «Cuando ves la angustia de las personas que no saben dónde dejar sus coches, entiendes que todo tiene una génesis. Esa cuestión tiene que ver con la historia de un país e incluso de un imperio. Roma no fue construida para los coches y, sin embargo, la economía capitalista actual, basada en el petróleo, intenta imponerse al pasado».
Aparcar es un asunto de importancia capital que adquiere características existenciales en las urbes cada vez más congestionadas. A su vuelta a México, Cartagena decidió seguir su ensayo en el DF, en un barrio llamado Roma. «En esta colonia se estaba celebrando una votación popular para introducir los parquímetros. Una de las razones principales era la presencia de los viene-vienes, estos señores que te dan permiso de aparcar con sus trapitos rojos a cambio de 10 o 20 pesos. Son los verdaderos dueños de la calle».
El fotógrafo acabó documentando un momento histórico, porque los parquímetros fueron aprobados y los gorrillas tuvieron que irse. «Fue una forma de seguir hablando del problema del aparcamiento y de la falta de espacio en otra gran metrópolis como Ciudad de México, en un barrio que curiosamente lleva el nombre de Roma», destaca.
Su libro también es un guiño a un ensayo del fotógrafo británico Martin Parr titulado Parking places. «Él viajó por 41 ciudades del mundo para fotografiar the last parking space, o sea, la última plaza disponible para aparcar. Mi trabajo quería ofrecer un comentario a su ensayo, algo del tipo no place to park, es decir, no hay donde aparcar», bromea Cartagena.
A lo largo de su trayectoria artística, Cartagena se esfuerza por crear una narrativa cada vez más compleja, capaz de conectar todos sus trabajos y, al mismo tiempo, ampliar el foco de atención. «Carpoolers me despertó una fascinación por la cultura del coche. Después vino Roma parking, que levantó muchas preguntas. Posteriormente empecé a fotografiar las vías que conectan el centro de las ciudades con las periferias en el ensayo A Guide To Infrastructure And Corruption. Ya no me preocupan solo los coches en circulación o estacionados, sino cuáles son las estructuras viales que conectan las ciudades», explica.
Para este fotógrafo, las grandes arterias urbanas acaban fracturando la ciudad porque surgen sin haber sido planeadas. «Se van parcheando una encima de la otra como palimpsestos para poder aumentar la circulación de la gente, que sigue viviendo en la periferia y sigue comprando coches para ir a la ciudad a trabajar», reflexiona.
Este año Cartagena publicará otro libro llamado Car show, en el que explora las consecuencias del sueño que ha llevado a decenas de millares de personas a poseer un vehículo particular. Lejos de dar por zanjado el asunto, los coches van a seguir protagonizando su trabajo. En la actualidad, el fotógrafo está coleccionando imágenes antiguas de los primeros automovilistas junto a sus vehículos.
«A principios del siglo XX la gente se hacía fotos con su coche mostrando con orgullo este objeto de progreso. Ya he conseguido un centenar de imágenes y he incluido una parte en Car show. Es mi forma de buscar el origen de todos los problemas que tenemos hoy en día, entre ellos la necesidad de hacer carreteras para que la gente pueda circular», comenta. «El orgullo de poseer un coche ha creado una avalancha de problemas en nuestras ciudades. Si no existiesen los lobbies de la industria automovilísticas, viviríamos en otro planeta. Habría más espacio y no habría tráfico».
¿Porqué, si un bus que transporta 100 personas ocupa 1/4 de la calle, mientras el automóvil que transporta sólo 2 personas, ocupa 3/4 de la calle?
¿Porqué si la movilidad peatonal, que representa el 70% de las personas en la calle, lo hace en un 1/7 de la calle y, por otro lado, los que usan automóvil, que representan el 30% de la movilidad en la calle, ocupan 6/7 de la calle?