El auge de la salsa ‘queer’ (y del liderazgo fluido)

Tu revolución no me interesa si no la puedo bailar, decía la libertaria Emma Goldman en uno de los eslóganes más famosos del feminismo. Suena frívolo, pero el baile, además de divertido, puede ser revolucionario. Dice mucho de la sociedad que lo vio nacer. Y de la que queremos construir.

En todos los bailes de salón hay dos roles: el que guía y el que es guiado. El líder y el liderado. El dominante y el sumiso. El hombre y la mujer. Cuando se aprende uno de estos bailes, se transmite a los alumnos no solo una serie de movimientos, sino un rol asociado al género. En realidad, no a todos los alumnos. Paco Alemán y Eva Daniel enseñan a los suyos un tipo de baile fluido, una salsa queer en la que el rol se elige. El baile deja de ser un dictado para convertirse en una negociación.

«Al principio choca, pero poco a poco se acostumbran y es mucho mejor», comenta Paco. Este español afincado en Belfast tenía experiencia bailando salsa (una experiencia de un par de décadas, una de ellas como profesor), así que cuando recaló en Irlanda, pensó que el baile sería una buena forma de conocer a gente. «En nuestra empresa hay muchísimos extranjeros que venimos aquí solos y esa fue una de las primeras funciones del club: establecer lazos, hacer amigos», comenta.

Pero a la hora de hacerlo, hablando con Eva Daniel, se dio cuenta de que podrían ir un poquito más allá. «Queríamos cambiar las cosas a través del ocio. El ocio y el arte no son neutrales. Tienen algo que decir respecto a las relaciones entre las personas, y queríamos establecer una relación positiva».

salsa queer

Eva Daniel nunca había bailado salsa. Aprendió a bailar como hombre y mujer a la vez. O quizá deberíamos dejar atrás esa definición. Eva Daniel nunca había bailado salsa. Aprendió a bailar como líder y como liderada a la vez. «Y me encantan ambos roles; creo que poder cambiar es mágico, es muy poderoso», explica. Eva Daniel es nativa en el coliderazgo salsero.

En apenas unos meses dominó los estilos tanto como para convertirse en profesora en el grupo de baile del trabajo. Enseñó a mucha gente. También a su pareja (en la pista de baile y en la vida) Diego Castro. Ambos bailan el rol que les apetece e incluso lo intercambian en mitad de una canción. «A mí me gusta ser liderado por una mujer», comenta Diego. «Y la verdad es que nunca me he planteado cómo se ve desde fuera; lo único que hacemos es bailar, sin pensar lo que los demás digan».

De izquierda a derecha Diego Castro, Eva Daniel y Paco Alemán

Diego y Eva son nativos de la salsa queer. Su postura representa muy bien la de quienes se acercan a los bailes de salón sin roles ni ideas preestablecidas. Pero no todo el mundo es así. «Cuando se nos ocurrió esta idea y lo propusimos, algunos lo amaron, pero otros pensaron que era raro», reconoce Eva. Al final, el primer grupo se impuso al segundo. Al menos, dentro de sus clases.

«En los bares de salsa de Belfast nuestras alumnas se acercan a los hombres y les dicen “yo te llevo a ti» y todos flipan», añade Paco. No se trata únicamente de prejuicios, simplemente es que «nadie les ha propuesto eso antes». Ellas ya lo están haciendo. Y la idea de Paco, Eva y Diego es que, poco a poco, su propuesta no suene tan rocambolesca. Que la salsa queer se extienda por todo el mundo. Lo cierto es que ya lo está haciendo.

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EL LIDERAZGO LÍQUIDO EN EL MUNDO (DEL BAILE)

En un reciente artículo sobre el origen del baile y el fin del perreo, asegura el periodista Juan Losa que cuando bailamos tratamos, a fin de cuentas, «de trascender lo que somos para encontrarnos con el otro». Pero las normas en las que este encuentro tiene lugar son también importantes.

El concepto de liderazgo líquido en la pista de baile está ganando fuerza. En 2015 los bailarines Jeff Fox y Trevor Copp lo presentaron en una exitosa charla TED, después de haberlo explicado entre colectivos LGTB, en prisiones de mujeres y en todo tipo de contextos. El concepto de Queer Tango empezó a coger fuerza en Berlín a mediados de los 2000 y se ha ido popularizando en medio mundo.

En San Petersburgo, la escuela Queer Dance Club lo ha hecho extensible a otros tipos de bailes (con lo que conlleva el uso de la palabra queer en el contexto ruso). En distintos puntos del globo, bailarines expertos y amateurs se empiezan a cuestionar los roles heredados de generaciones pasadas. Lo mejor es que el movimiento surge de abajo arriba, de pequeñas comunidades sin relación aparente. Eva y Paco no conocían estas iniciativas. Tampoco parece importarles saber que no son pioneros. Lo que importa es que los bailarines se liberen de los corsés, al menos en un sentido metafórico.

El baile de liderazgo fluido es un acto político, una forma de democratizar la danza y un alivio no solo para las mujeres. Sirve para normalizar a las parejas del mismo sexo en el baile, que se dan no solo por elección, sino por una simple cuestión práctica. Para que bailarines con cuerpos diversos (mujeres altas y robustas, hombres bajitos) puedan elegir el rol que mejor se adapte a ellos. Ayuda a todo tipo de bailarines.

«Lo irónico de todo esto es que el papel del hombre es el más complicado. Y generalmente los hombres bailan peor», afirma Paco. Una vez más, apunta, no lo hacen por motivo fisiológicos sino culturales. «La mujer, socialmente, está más expuesta al baile», pero de manera incomprensible se la relega a la posición sumisa.

Tenemos una imagen estereotipada del baile de salón. Un hombre alto, fuerte y masculino guía a una mujer que prácticamente se entrega en sus brazos. Nos han enseñado a idealizar ese paradigma, pero muchos bailarines lo están empezando a poner en duda. Pero un baile de liderazgo fluido, puede ser igual de estético y mucho más poderoso.

Los roles aprendidos del pasado pueden ser un lastre en el presente. Hay algo de político en la salsa queer. Pero también algo de irreverente y divertido. La idea de estos bailarines no es la de enarbolar un denso debate cultural, sino de dar a los nuevos bailarines la libertad de escoger. Enseñar los rígidos roles del pasado pero convirtiéndolos en opcionales e intercambiables; dar la libertad de no ser encasillado en un rol o un determinado comportamiento por tu sexo. Incluso a la hora de bailar.

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