Cuando el relato sigue en el interior de un sujetalibros

Las manos. Esas son las herramientas básicas con las que el extremeño Jesús López Moya crea sus increíblemente detallistas sujetalibros. También la madera, pasta de modelar, una sierra, un cúter y una lima. Y una paciencia infinita. Lo suyo es un hobby. Cada día, tras acabar su jornada laboral como comercial para una empresa en Badajoz, se refugia en un rincón de su casa para olvidarse de todo lo de fuera y recluirse en la laboriosidad del artesano paciente, el que no tiene prisa por construir, el que no busca beneficio económico por dar rienda suelta a su creatividad y a su habilidad.

López lleva haciendo maquetas de barcos y dioramas toda la vida. En realidad, cualquier cosa que le suponga un reto. Un día su amigo el escritor Jesús Gordillo le mostró el trabajo del japonés Monde, que recreaba callejones japoneses para hacer sujetalibros, y le lanzó la propuesta: ¿Podría hacer uno basado en un callejón de Harry Potter como regalo de Reyes para su mujer?

sujetalibros

López aceptó encantado. Estudió el trabajo del japonés y buscó más información que pudiera ayudarle a preparar el encargo («Mi imaginación es limitada», confiesa con humildad). Y empezó a serrar, modelar, limar y pegar. El resultado asombró al escritor y a su esposa. Aquel callejón de Harry Potter fue el primer encargo.

Cuando lo vio una amiga de la pareja, quiso pedirle otro. Esta vez el reto se relacionaba con Julio Verne y su universo literario. López se acordó entonces de la película de Georges Méliès, Viaje a la luna, basado en la obra del escritor francés y comenzó a reproducir la estancia que aparece en las primeras escenas. El resultado fue igual de espectacular y detallista.

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Y todo hubiera quedado ahí, en el universo particular de un artesano aficionado al que le gusta trabajar con las manos, si no hubiera sido porque su hija colgó en Twitter el trabajo de su padre. Y la cosa estalló. De 27 seguidores que el extremeño tenía en Instagram el pasado domingo, ha llegado ahora a casi 11.000, algo que le hace sentirse desbordado, por un lado, y muy halagado por otro.

Desde ese momento los encargos no dejan de lloverle, pero él pone sus limitaciones. «He tomado la decisión de que no voy a hacer dos iguales». Repetirse le aburre. «Lo bonito de esto es que sean únicos. Y que me suponga un reto». Pueden ser callejones, escenarios de películas incluso distintas perspectivas de un mismo lugar, pero nunca repetirá un escenario que ya haya creado para otra persona.

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Si le preguntan qué paisaje reproduciría para sí mismo, recurre a una imagen icónica del cine: «Un túnel de árboles, ya sabes. Una carretera y todo lleno de árboles que parece que te hacen entrar en un túnel. Así de simple».

Diez días, aproximadamente, tarda Jesús López en terminar una de sus creaciones. Y eso si dedica casi en exclusiva los fines de semana. Una a una va cortando las piezas, lijándolas, pintándolas… Incluso los ladrillos y piedras que forman las paredes están modelados uno a uno, cuidando de que estén todos alineados, como si lo hiciera un albañil, con la dificultad añadida de que es muy difícil hacer dos piezas iguales.

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Muchas vueltas está dando estos días López a su futuro. No tiene previsto dejar su trabajo, pero quiere esperar a ver si tanto interés por su obra es algo puntual o si realmente pudiera tener un recorrido. Y mientras se decide, sigue cortando, lijando y modelando las piezas del siguiente paisaje que le han encargado. Pero sin prisas, que nunca fueron buenas consejeras.

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