En la senda aúrica del sonido

22 de septiembre de 2014
22 de septiembre de 2014
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Es la noche perruna de un fin de semana frío y lluvia imparable, aun así aquí estamos. En un edificio de última generación, mezcla de cemento y metal cromado desde el que vemos un horizonte brumoso punteado por una multitud de ventanas vacías de otros edificios igual de gélidos. Algo así como llegar al set de Blade Runner.
Sin embargo, en las Sesiones Áuricas el ambiente es distendido: comida veggie, bebidas ligeras y charla amena. Y un factor común: todos tenemos esa mirada, la de estar en la búsqueda de algo nuevo, a la espera de una ruptura con lo que solemos oír: los cuatro instrumentos de siempre y sus sonidos demasiados conocidos.
Zigo, Mad y Laura, los organizadores, van ajustando equipos y atrezzo, mientras tanto pululan por allí los demás electrónicos que han de actuar más tarde: el Laboratorio Akásico, de Kesler y Lavoisier, Ramiro Microesfera Larrain, Lothus y Bruno de Vicenti.
La banda sonora de la espera ya nos indica una dirección muy ajena a la consabida guitarrita local: Arovane, Cluster & Eno, Chris Clark, Einstürzende Neubauten, pasando por el electropop de Donna Regina, Laub y Barbara Morgenstern.
El set lo arranca la poeta Laura acompañada por Zigo. Saca unas fotos con su polaroid, prueba micro y, palabra a palabra, recita sus poemas precisos, contundentes.
Ritmo del tipeo OLIVETTI + ZIGO. Se oye: «El médico de guardia me acompaña por los pasillos del HOSPITAL PIROVANO». Zigo sigue con la música. Laura se ubica y dice versos del poema:

Voy y vengo por este laberinto de concreto
Paso una y dos veces el kiosco
Llego hasta la morgue
Y no logro tomar una sola fotografía

Es extraño pensar que Alejandra aquí
Vivió deambuló escribió murió
Tiene sentido después de todo
No encontrar nada al caminar

Todo refugio es interior

Zigo empieza a cambiar la música: AUTOPISTA. Laura se pinta los labios. La música sigue con más intensidad. Se escucha nuevamente «AUTOPISTA». Y comienza el recitado:

A 120 por la autopista del amor
Hecha un trueno
Relámpago último modelo
Acelero
Viento y líneas el paisaje entero
Me desintegro
Avanzo entre carriles que desarman mis versos

Música crece. De a poco salimos de la autopista para entrar en GUARANÍ. Se oye: «El guaraní es el idioma de las aves y las culebras».
Laura se suma a la música. Canto suave + kaen (un instrumento entre la harmónica y el sicu, un instrumento no ya precolombino sino preincaico).
Sigue BLASFEMAR. Laura se suma a la música diciendo algunos versos del poema.

Blasfermar todos los privilegios
Dejar de andar en dos cuatro ruedas
Apagar los motores
Escuchar las cigarras de la eternidad

 
Laura da paso a CÓMO SERÁ.

Cómo será
Cómo será
Cómo será
lo que nos une

 
Repetición mántrica suave. Zigo. Final
Y a partir de allí Zigo continúa en solitario con un set instrumental de tres movimientos que nos lleva de un paisaje melódico de gaitas de las highlands escocesas, pincelado de estampido metálicos, vidrios raspados, ecos a lo Mad Professor, todo exquisitamente grabado en alta fidelidad y colocado armónicamente en la composición, junto con alguna frase lejana en voz de Laura: «una emoción siempre inconclusa».
Zigo prosigue en su apuesta y nos va transportando progresivamente a un drum n’ base muy ralentizado con destellos de frecuencias, chirridos y fondo de mantras. Siempre agudo, siempre con claridad compositiva, un verdadero viaje por tierras ignotas del texto y la música.
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LOOPS, HÖLDERLIN Y TRANSISTORES
La tradición de poner música a la poesía, o poesía a la música, no es nueva: viene de los tiempos de Nerón, del canto gregoriano, pasando por las lieder de Schubert hasta la iconoclastia de Meredith Monk.
Poesía y música siempre han funcionado como una pareja curiosamente avenida, pero esa antigua melange de versos, liras y flautas dobles ha mutado hacia un paisaje rítmico, electro-analógico en el que Laura Anabel López y Zigo Rayopineal buscan nuevas rompientes.
¿Cómo comienzan las Sesiones Áuricas?
Laura: La idea de unir sonoridades y poesía surge fundamentalmente de un pensamiento recurrente: lo aburrido que es ir a escuchar poesía. Así que cuando quise presentar un libro de poemas opté por no hacer la presentación clásica.
Zigo: Yo empecé a grabar ambientes con equipos analógicos, hacía corta y pega de cintas robadas a los tangueros de la boca cantando en la calle, tomaba ruidos del puente. Y cuando conocí a los Einstürzende Neubauten entendí que todo aquello realmente se podía incorporar a una composición musical. A mí me fascinaba escuchar la maquinaria industrial de Munro, una zona vecina superindustrial, porque tenía ritmo para mí. La escuchaba todas las noches, durante toda la noche: las tejedurías gigantescas, las estampadoras de metal. Para mí era fascinante, pero desconocía que tuviera nombre. Hasta entonces yo lo llamaba ‘fascinación’.
¿Es tan aburrida la poesía?
Laura: Lo es el cansancio que produce escuchar a alguien que se pone a leer y leer y no para, sobre todo cuando se produce esa madeja de palabras. A la gente le encanta oír su propia voz y no deja espacio ni al poema ni a la palabra. No permite que los demás sientan, y así se pierde toda la magia. La poesía es hermosa, pero solo a veces.
Zigo: Es que si no te interesa la respuesta de la gente no tiene sentido hacer una sesión en vivo. ¿Querés mostrar lo que haces sin importarte que al otro no le guste? Entonces no lo estás teniendo en cuenta y eso es un egoísmo bastante raro. Para eso, hacelo en tu living, edítalo y subilo y listo. Si vas a la situación del vivo es para compartirlo con los demás.
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¿Y cuál es la parte emocionante?
Laura: Se cree las palabras son todas iguales, que uno las agarra, las da vuelta y son siempre las mismas. En poesía la palabra dice lo que comúnmente no puede decir una palabra cualquiera.
Zigo: Lo mismo pasa con los sonidos. Al no ser ni pop ni canción la música está atada más a los valores tímbricos: a los pajaritos, que podés compensar con un trueno, o el repiqueteo de unas gotas balanceado por unos graves potentes. Si el escucha se engancha en esa jungla sonora, entonces lo podés llevar a ese clima, y deja de charlar con el amigo. Pero no porque lo atrapaste, sino porque entró solo.
¿Buscan una relación intima entre la música y la letra?
Laura: Un poco sí, pero no como un cantante o una banda cuyo objetivo concreto es tocar canciones y salir a mostrarlas. Nosotros buscamos crear melodía y armonía, algo bello que empiece con un halo suave y continúe más allá de las fechas.
Zigo: Un día en el Goethe-Institut vi una película sobre los músicos industriales y descubrí a los Neubauten en sus comienzos. No teníamos Internet ni ninguna manera de saber de dónde venían las cosas, pero entendí que tenían algo que ver con lo que a mí me fascinaba. Y como Blixa (cantante del grupo alemán) utiliza mucho el poder de la voz, empecé a vibrar que se podía trabajar estas dos cosas en paralélelo. Adoro el rock nacional, pero las letras de rock son solo letras de rock, no poesía.
¿Jamás graban temas?
Laura: Zigo graba y la idea es tener disponible material para escuchar. Pero lo nuestro termina siendo más ambient… estamos lejos de la canción.
Zigo: Con Laura lo que tomamos son temáticas. Entonces la grabo, veo que palabras me resuenan y esas las acupunturo al sonido. Ahí decidimos, por ejemplo, que vamos a hacer cinco estaciones sonoras en busca de la interacción con el que escucha. Por eso es que nos contactamos con otra gente; de hecho, lo más interesante es contactar con el otro. Estamos en una época complicada en la que se diluyó mucho la relación humana.
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¿Cómo definirían su propuesta?
Laura: Diría que lo nuestro viene del ‘noise’, pero los artistas que invitamos vienen de la electrónica, del jazz, la improvisación, incluso desde el rock y la poesía. Es amplio y experimental, diría que es casi expresionista.
Zigo: A mí me gusta ‘paisaje sonoro con poesía’ o spoken word, que es como le dicen afuera. Pero la traducción no dice nada acá, porque si digo ‘palabra dicha’ apunto a un tag que la gente no tiene, y me responden: «¿Qué es eso?». Lo de poesía es más fácil de entender, pero lo nuestro tiende más al spoken word, con la impronta de Burroughs y otros del estilo. La diferencia es la manera de decir del artista en vivo. El poeta en general se sienta y lee, y a veces aburre al público. Es triste.
¿Qué principios comparten con sus invitados?
Laura: Hacemos lo que hacemos para estar firmemente plantados en el planeta tierra, sentirnos a gusto acá y no sufrirlo tanto. Lo que nos alegra es que las cosas salgan bien, reunirnos, que suene bien y que la gente se vaya feliz, con la sensación de haber sido parte de una experiencia, de haber presenciado algo único.
Zigo: Si vos en tu living querés entrar en una caverna y dentro vibrar una experiencia dionisíaca, es asunto tuyo. Pero una sesión tenés que llevarla por el lado tribal o no va a funcionar. En las grandes fiestas lo logran, pero les falta lo que tiene el GOA: la espiritualidad, el regreso a tu adentro, a esa parte interesante de la búsqueda humana. Vas ahí para salirte de tu entorno, te metes en lo tribal por el contacto humano e inevitablemente vas a irte para adentro. Porque adentro tuyo vibra algo, algo propio que solo se despierta con el grupo.
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¿Quiénes son sus referentes?
Laura: Hölderlin, al que leo y releo constantemente, pero también Laurie Anderson que sabía perfectamente que la palabra y la música juntas son muy poderosas. Creo que ella es una de las grandes. Suheir Hammad, de quien su sola voz es una performance completa, dotada de música y visuales. Y más… aves, colores, conversaciones, fábulas.
Zigo: Yo vengo de los poetas subterráneos de los 70, que te mencioné antes. Poetas locales que hacían revistas mimeografiadas y se las intercambiaban por correo. La revista Antimitomanía era un correo peligroso en plena dictadura, y había unos mil que iban y venían por todo el país. Fue muy fuerte cruzarme con Jorge Omar Altamirano y Carlos Barbarito, gente que pensara de esa manera y estuviera en aquel mundo subterráneo de publicaciones y poesía. Fue un movimiento muy importante porque tenía mucho más convocatoria que cualquier cosa que se pueda hacer hoy en día.
¿Esa es una postura neorromántica o incluso neo-neorromántica?
Laura: Hay una base de gran reverencia hacia los que vinieron antes y sienten y comprenden que la filosofía, la poesía, el arte, la naturaleza, la creación y también los avances tecnológicos, pueden ayudarnos. Y sí, somos muy neo-neo… (ríe).
Zigo: Lo que pasa es que ahora todo tiene que estar tagueado. Casi diría que tenemos la vida tagueada. Así que si dijéramos «sesión con poeta subterráneo», mucha gente que escucha música electrónica ni se acercaría por interpretar que ese no es su tag.
¿Hay muchos artistas haciendo lo que se hace Sesiones Áuricas?
Laura: En poesía no tanto; en la música, sí, muchos. Quizá porque tenemos la intención concreta de elevar, y eso marca una diferencia con el entretenimiento y también con la intelectualidad prejuiciosa y cuadrada. No quiero ponerle calificativos, pero el deseo es generar algo positivo y memorable.
Zigo: Hubo una época en que a nadie le sorprendía que los escritores fueran a ver a los músicos de free jazz y en el concierto leyeran sus poesías: mientras de un saxo chorreaba sangre otro tipo leía un poema. El movimiento hippie en los sesenta llegó con la poesía incluida, pero en los setenta aquello se convirtió en solo música y lo que quedó fue la letra de rock. Un rock hermoso pero sin poesía. Va a costar muchos años poder volver a insertar algo poético en medio de algo masivo. En cierto momento ocurría, y no era en un barcito, ocurría en clubes y fiestas masivos. Yo lo he visto, no me lo contaron. Ahora pones un poeta antes de un concierto y se lo comen crudo. De hecho, muchos artistas en la actualidad han optado directamente por dejar de hablar.
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Ilustración de portada: Pat Wasi
Fotografía: Claudio Molinari Dassatti, Pat Wasi, Mad Moiselle, Sesiones Áuricas.

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