Silicon Valley y la Torah

Silicon Valley Pirates

Silicon Valley Pirates
Aaron Levie, de 26 años, fue portada hace unos días del  Financial Times, en su edición “Weekend Magazine”. Es el CEO de Box.net, una startup exitosa radicada en Silicon Valley, con más de 200 empleados. Por desgracia, y a diferencia de cualquier otro colectivo, ya sea social, religioso, sexual o artístico, cuando un cronista menciona la palabra “judío”, se coloca en el punto de mira. Por ello, vayan por delante un par de matizaciones. Tengo muchos amigos judíos en Nueva York, donde he residido largas temporadas, y alguno más en centro Europa, por iguales razones. Dicho esto, vuelvo a Aaron Levie y a sus exitosos compañeros de barrio.
Sam Altman, de 26 años, es el CEO de Loopt, que se lanzó en 2005 y ya cuenta con más de 5 millones de usuarios.
Alexa Andrzejewski, de 27 años, ha fundado Foodspotting hace menos de un años, y su app ya ha tenido más de un millón de descargas.
He leído los cinco primeros libros de la  Torah varias veces, entre otras cosas porque me parecen un  testimonio fascinante de sexo, violencia y rock & roll (en un sentido clásico). Es cierto que literariamente no valen gran cosa, como tampoco son meritorios los Evangelios, pero este tipo de textos escritos por cien manos y mil ojos a través de cien años, tienen su valor precisamente ahí, en ese aliento plural que logró estamparlos en forma de tinta sobre papiro. Luego alguien o algo les dio el equivalente al certificado AENOR, brindando al conjunto verosimilitud y un aroma a autenticidad, como cuando adquirimos un reloj Patek Philip en la Place Vendôme de Paris. Para los curiosos, el llamado Pentateuco de la Biblia, que contiene Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio constituye el inicio de la Torah, que en hebreo podría traducirse como “dar un tiro” (que nadie piense mal, este es un artículo piadoso).
Trip Adler tiene 27 años, y en marzo de 2007 lanzó Scribds, una plataforma social para comentar textos de manera colectiva. Ya tiene más de 75 millones de usuarios mensuales.
Daniel Gross tiene 20 años, consiguió 5 millones de dólares para su startup Greplin (con cierto aroma a Foursquare), que se le ocurrió mientras conducía en Israel camino de una fiesta… Hoy tiene decenas de empleados.
Dave Morin es ya mayor, tiene 30 años. Pero fue cofundador de la plataforma tecnológica que utiliza Facebook. Su red social, llamada Path, limita el número de amigos a 50, para que se parezca más al mundo real.
Y ¿qué puedo decir de Mark Zuckerberg que ustedes no sepan? El señor “Montaña de azúcar” (eso significa su nombre en alemán) nos ha cambiado la vida a todos.
El mencionado y prestigioso suplemento dominical del Financial Times no subraya esta, cuando menos, llamativa coincidencia. Casi todos los CEO de las startups de Silicon Valley son judíos.
Ninguno se llama Rodríguez, ni Mohammed, ni Sandrelli, ni Alexandrevich. Es decir, los  latinos, musulmanes, italianos o rusos, que controlan otros sectores de la economía mundial, no tienen la más mínima probabilidad de triunfar en Silicon Valley.
Mi curiosidad es totalmente interesada, pues estoy intentando lanzar una startup y captar la atención de los inversores. Pero no descanso los sábados, no estoy circuncidado, no me importa comer marisco ni croquetas, ni le hago ascos al jamón.
Y para colmo, soy ateo.

Artículo relacionado

Último número ya disponible

#142 Primavera / spring in the city

Sobre nosotros

Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

Suscríbete a nuestra Newsletter >>