La desigualdad entre hombres y mujeres se manifiesta de mil maneras. En el techo de cristal, en las remuneraciones, en el uso del lenguaje y hasta en el aspecto de las ciudades. Madrid tiene 9.000 calles. De ellas, poco más de un 20% están dedicadas a mujeres. A mujeres de verdad. Vírgenes y figuras mitológicas hay para aburrir en el callejero, y lo mismo sucede con las placas del Plan Memoria de Madrid.
Este plan, creado en 1990, contempla la colocación de placas conmemorativas en edificios y vías urbanas para recordar hechos históricos o personajes destacados. En sus casi tres décadas de existencia se han colocado 367. Algunas recuerdan a prestigiosos restaurantes e incluso al Ratoncito Pérez. Sin embargo, sólo 32 están dedicadas a mujeres. De ellas, la mayoría son religiosas o personajes de la nobleza.
«Es un dato que muestra cómo está escrita la historia de nuestra ciudad», explicó la concejala de Cultura Celia Mayer durante la presentación de los nuevos criterios del Plan Memoria de Madrid.
Además de intentar paliar las desigualdades territoriales, que hacen que la mayoría de las placas estén en la almendra central de la ciudad, con estos nuevos criterios se busca disminuir la discrecionalidad en la concesión y fomentar la participación popular a la hora de proponer nuevos nombres. Para ello, «a partir de ahora se va a elegir una temática anual y se intentará acabar con esa desigualdad entre hombres y mujeres», explicó Mayer.
Este año el tema elegido ha sido la Generación del 27, de la que se cumple el 90 aniversario, y más concretamente, las mujeres de esa generación: las Sinsombrero.
Con el apelativo de las Sinsombrero se calificó a las mujeres que a finales de los años 20 y principios de los 30 tuvieron un papel destacado en disciplinas como la pintura, la poesía, la ciencia o la política. Mujeres que decidieron cursar estudios superiores y frecuentaron centros como el Lyceum Club o la Residencia de Señoritas, una institución que, mutatis mutandi, podría considerarse el equivalente femenino de la Residencia de Estudiantes.
En octubre de 1915, el edificio de la calle Fortuny que hoy acoge la Fundación Ortega Marañón se transformó en la Residencia de señoritas. Sus primeras alumnas fueron 30 chicas que preparaban su ingreso a la universidad o que ya cursaban estudios superiores. También podían residir allí mujeres que se dedicasen al estudio «privadamente», «sin aspirar a un reconocimiento oficial de estudios».
Por la institución dirigida por María de Maeztu pasaron como alumnas o profesoras figuras como María Goyri, María Zambrano, Victorina Durán y Maruja Mallo, Zenobia Camprubí, Gabriela Mistral, Victoria Ocampo o Clara Campoamor. Maeztu también fue fundadora del Lyceum Club Femenino, que promovía actividades culturales destinadas a aquellas mujeres que no se resignaban a ser un adorno al costado de sus esposos y deseaban explorar aquellas cosas que hasta entonces les habían prohibido.
Las alumnas de la Residencia de Señoritas y el Lyceum, aquellas que posteriormente serían conocidas como las Sinsombrero, habían nacido en el periodo que abarca de finales de siglo XIX hasta 1914. «Un colectivo que, sin pretenderlo, protagonizó todos los momentos históricos del país en el siglo XX: la Segunda República, la Guerra Civil, el exilio y la Transición. A pesar de ello, no están en el relato histórico realizado en la democracia», explica la investigadora Tània Balló.
Para Balló, las Sinsombrero aglutinaron «rebeldía e impertinencia. Trataban a sus compañeros hombres como iguales y eran tratadas de la misma forma, aunque el resto de la sociedad sí fuera machista y marcase esa diferencia».
La relación de los hombres y las mujeres del 27 tiene un escenario muy concreto: Madrid. «Los que no somos de esta ciudad hemos podido conocerla a través de las vidas de estas mujeres. La calle de Alcalá, la Puerta del Sol, la Gran Vía, el Instituto Internacional de la Calle Fortuny… La del 27 fue una generación de espacios compartidos», afirma Balló.
Casi un siglo después, Madrid ha decidido hacer justicia a esas mujeres que, como Maruja Mallo y Margarita Manso, un día decidieron quitarse el sombrero y pasear por sus calles escandalizando a los más carcas y reivindicando sus derechos.
El próximo 8 de marzo, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, el Ayuntamiento colocará la primera de las placas dedicadas a la Generación del 27. Será en la casa de las Siete chimeneas, actual sede del Ministerio de Cultura y que, desde 1926, alojó el Lyceum Club Femenino.
El resto de las placas que se colocarán a lo largo de 2017 se dedicarán a las siguientes mujeres:
María Lejárraga: Escritora, militante socialista y feminista, Lejárraga fue autora de diferentes obras de teatro que fueron firmadas por su esposo, Gregorio Martínez Sierra, o por el dramaturgo Eduardo Marquina. Llegó a ser diputada por Granada en 1933 y vicepresidenta de la Comisión de Instrucción Pública, lo que provocó que tuviera que exiliarse a Argentina al finalizar la Guerra Civil. Murió en el país austral en 1974.
Ernestina de Champourcin: Nacida en Vitoria, pasó su infancia y juventud en Madrid. En esta ciudad estudió el bachillerato pero no pudo cursar estudios superiores por la negativa de su padre. A pesar de la cerrazón paterna, Ernestina trabajó con María de Maeztu y Concha Méndez en el Lyceum Club Femenino, donde se ocupó de la sección de Literatura. Fue crítica literaria para el Heraldo de Madrid, publicó poesía y fue traductora para la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica durante su exilio en México después de la Guerra Civil.
Maruja Mallo: Estudiante de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Maruja Mallo fue una de las pintoras españolas más importantes del siglo XX. Durante su estancia como estudiante en Madrid entabló amistad con Dalí, Lorca, Buñuel, María Zambrano o Alberti. Durante un viaje a París, entró en contacto con el círculo surrealista. Andre Breton le presentaría a Magritte, Ernst, de Chirico, Arp y Torres García. Su compromiso con la República hizo que tuviera que exiliarse, primero a Portugal y posteriormente a Argentina. Allí residiría hasta su regreso a España a principios de los 60.
Victoria Kent: Fue la primera mujer en ingresar en el Colegio de Abogados de Madrid y la primera mujer del mundo que ejerció como abogada ante un tribunal militar. En 1931 fue elegida diputada de las Cortes republicanas constituyentes, desempeñó el cargo de directora general de Prisiones y, en 1936, fue elegida diputada por el Frente Popular. Tras la Guerra Civil se exilió en París donde le sorprendería la invasión alemana. Tras pasar varios años en clandestinidad, al finalizar la guerra europea se exilia primero a México y luego a Nueva York. Regresó a España en 1977 aunque no de forma permanente. Falleció en Nueva York en 1987.
Margarita Nelken: Militante feminista y diputada del PSOE durante la Segunda República y militante del PCE durante la Guerra. Escritora precoz, se la considera la primera traductora de La metamorfosis de Kafka al castellano, trabajo que se publicó en Revista de Occidente sin acreditar su autoría. Durante la Guerra Civil participó en la defensa de Madrid y fue miembro de la Unión de Mujeres Antifascistas. Se exilió a Francia y posteriormente fue acogida por Lázaro Cárdenas en México, donde falleció.
Luisa Carnés: De familia humilde, comenzó a trabajar desde muy joven en diferentes oficios mientras que, de forma autodidacta, da forma a una interesante obra con influencia de la literatura rusa y la novela social. Desarrolló obras de agitación y propaganda durante la Guerra, al final de la cual se exilió a México, país en el que falleció.
Esta nueva fase del Plan Memoria de Madrid es un importante paso para la recuperación del acervo colectivo y promover la igualdad entre hombres y mujeres. Aún quedan muchas figuras relevantes por homenajear, como la propia María de Maeztu, todavía sin placa. Tampoco la tiene Maria Goyri. Ambas fueron claves para que las mujeres del 27, las Sinsombrero, tengan hoy la suya.
Enhorabuena por el artículo; es extraordinario. Te das cuente de la ignorancia que tenemos sobre tantas cosas que deberíamos saber de nuestro pasado.
Muy justo el reconocimiento a estas luchadoras sociales. Faltaría que el PSOE o parte de la dirigencia actual levantaran no solo las banderas de estas compañeras, sino llevaran a la práctica varias de las actitudes diarias
Maruja Mallo también conoció a Miguel Hernández.
¿Falta Concha Méndez?
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