‘Specialty specialties’: el bum de productos y experiencias gastronómicas de especialidad

La alimentación ha dejado de ser un acto funcional para transformarse en un lenguaje cultural. Hoy, una comida no se mide únicamente en nutrientes o en placer inmediato: también se evalúa por su capacidad de generar relato, pertenencia y diferenciación. Las personas buscan experiencias que trasciendan lo cotidiano y que puedan compartirse, ya sea en redes sociales o en comunidades físicas. Comer se ha convertido en un escenario público. Esta tendencia es una de las tendencias analizadas en profundidad en Consumer Trends 2025*.

La devoción al producto

El auge de cafeterías de especialidad, restaurantes centrados en un único ingrediente o tiendas monoproducto refleja un fenómeno que ha pasado de nicho a corriente cultural. Solo en Barcelona existen más de 600 cafeterías de especialidad, fenómeno que evidencia un apetito por experiencias que convierten lo ordinario en extraordinario. El producto se rodea de un halo casi ceremonial, donde la calidad, el origen y la forma de preparación se convierten en parte de la propuesta de valor.

Esta devoción por el producto no se limita a la compra: impulsa el deseo de aprender y de formar parte de una comunidad. Las catas, talleres o cursos funcionan como espacios de educación y socialización y lo gastronómico se convierte así en un fenómeno expansivo, donde cada producto especial abre la puerta a un universo de significados compartidos.

De la mesa al espectáculo

Las marcas han capitalizado este fervor transformando los productos en experiencias. Burger King ha abierto un museo dedicado a su Whopper, Doritos ha lanzado un restaurante pop-up con platos inspirados en sus snacks y KFC ha llegado incluso a crear un perfume con aroma a pollo frito. La gastronomía trasciende la mesa para convertirse en entretenimiento, narrativa y espectáculo. Comer ya no es suficiente: hay que vivirlo y compartirlo. 

Este tipo de iniciativas refuerza la idea de que el valor no está solo en lo que se ingiere, sino en la historia que lo rodea. Una hamburguesa o una bebida se transforman en un icono cultural cuando se articulan en torno a una estética llamativa, un relato memorable y una puesta en escena que multiplica su atractivo.

Lo gastronómico se convierte en parte de la industria cultural. La comida se consume, pero también se fotografía, se comparte, se convierte en recuerdo y en conversación. En este sentido, cada propuesta gastronómica compite no solo en sabor, sino en su capacidad para emocionar, sorprender y permanecer en la mente del consumidor como parte de una experiencia más amplia y significativa.

Specialty specialties

El poder de la viralización

Las redes sociales han amplificado este fenómeno, convirtiendo productos cotidianos en objetos de deseo global. TikTok es el ejemplo más claro: un vídeo viral basta para generar colas, listas de espera o roturas de stock en cuestión de horas. La escasez de la salsa Sriracha o la retirada de las Ruffles Jamón en Europa han provocado verdaderas histerias colectivas. La lógica de lo exclusivo, antes asociada a los bolsos de lujo, ahora se traslada a la despensa.

El deseo se alimenta de la viralización. Cuanto más difícil es acceder a un producto, mayor es la sensación de pertenecer a un grupo selecto al conseguirlo. Lo gastronómico se comporta como un bien cultural que se rige por las mismas lógicas de la moda o la música: lo importante no es solo disfrutarlo, sino haber estado allí, formar parte del momento. Este fenómeno convierte la experiencia gastronómica en un capital social: no basta con probar un producto, hay que demostrarlo y compartirlo para validar la pertenencia. Así, la viralización no solo dispara la demanda, sino que transforma cada alimento en un símbolo de estatus y participación.

El lujo cotidiano

La inflación y la subida de precios han cambiado, por su parte, la percepción de lo gastronómico. En Estados Unidos, el 78% de consumidores considera la comida rápida como un nuevo lujo. Lo que antes era barato y accesible hoy se convierte en un pequeño capricho que marca la diferencia en la rutina diaria. Las personas buscan indulgencias asequibles que aporten valor emocional y cultural, más allá de lo funcional.

Esta tendencia ha democratizado el lujo. Un café de especialidad, una pizza napolitana o un helado artesanal dejan de ser excepciones para convertirse en pequeños rituales aspiracionales. Lo gastronómico ocupa así el espacio intermedio entre necesidad y experiencia, convirtiéndose en una vía de escape y disfrute en un contexto económico cada vez más complejo. En este escenario, lo culinario se convierte en una nueva forma de bienestar accesible: un lujo cotidiano que ofrece sensación de recompensa y evasión sin necesidad de grandes gastos.

Lo especial como identidad

En última instancia, esta fiebre por lo especial responde a una necesidad profunda de diferenciación. Comer se convierte en una declaración de identidad, en un gesto que comunica estilo de vida, valores y aspiraciones. La gastronomía pasa a ser un lenguaje simbólico tan poderoso como la moda o la música.

La búsqueda de lo especial no es solo una tendencia gastronómica, sino un reflejo de las ansiedades y deseos contemporáneos. En un mundo saturado de estímulos, lo único, lo raro o lo exclusivo ofrece la ilusión de singularidad. Comer ya no es solo alimentarse: es narrarse a uno mismo y a los demás.

Riesgo de banalización

El crecimiento desmedido del concepto de especialidad también acarrea un riesgo: su banalización. Lo que nació como artesanía y dedicación de pequeños productores ha sido rápidamente absorbido por las grandes corporaciones. Hoy, casi cualquier producto puede llevar la etiqueta gourmet o premium, diluyendo el sentido original de lo especial.

Cuando todo es especial, nada lo es. La masificación amenaza con vaciar de contenido lo que en su origen significaba autenticidad y cuidado. Para las marcas, el reto es no caer en la saturación de etiquetas, y para los consumidores, diferenciar entre lo genuino y lo impostado. La tensión entre autenticidad y marketing define el pulso actual de esta tendencia. En última instancia, solo quienes logren mantener la coherencia entre lo que cuentan y lo que ofrecen podrán sostener el verdadero valor de lo especial.

 

* Consumer Trends es un estudio de tendencias de mercado y consumo realizado por Zorraquino para entender las necesidades y demandas de la población que determinarán el devenir del año y las respuestas y estrategias que pondrán en marcha compañías y entidades para responder a este sentir.

¿Qué opinas?

Último número ya disponible

#143 Verano 25

Sobre nosotros

Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

Suscríbete a nuestra Newsletter >>