Suicidio: Hablemos de lo que nadie quiere hablar

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En España, cada día fallecen más de diez personas por suicidio. Esto es más del doble de víctimas que por accidentes de tráfico. Además del gran número de personas que sufren las consecuencias, según las cifras de las que dispone el Ministerio de Sanidad.

En los tiempos que corren, somos afortunadas y afortunados por vivir en un país sin guerra. Somos habitantes del primer mundo, tenemos la suerte de poder pasear cerca del mar, de la montaña, de comer en restaurantes, de tomarnos unas cañas con nuestras amistades.

Sonreímos. La imagen que muchas personas dan al mundo es una imagen de felicidad, de superación. Aquellas que regalan su sonrisa sin esperar nada a cambio, que transmiten su vibra positiva. Quienes te alegran cuando no estás en tu mejor momento.

Y, de pronto, sin que nadie se alerte, sin que nadie lo entienda, la persona de la sonrisa eterna ha ocultado tanto con su careta de felicidad que, un día cualquiera, decide partir de este mundo. Un mundo en el que quienes la conocían creían que se sentía a gusto, que era afortunada y feliz. Pero no. La careta de la felicidad es más común de lo que imaginamos. ¿Qué es lo que verdaderamente llevamos dentro?

Desde pequeñas y pequeños nos han enseñado a no llorar, a no estar tristes, a que si lloramos estaremos feas o feos. Nos han impuesto ocultar el dolor, no compartir el sufrimiento, y nos han condenado al vacío y a la oscuridad. Nos han forzado a estirar tanto la cuerda que, en muchos casos, la vida se queda corta.

El temor a la muerte forma parte de nuestra sociedad; imagínate lo que debe de estar sintiendo una persona que ha decidido que la muerte ya no es enemiga, sino aliada.

Vivimos en un mundo en el que la salud mental ocupa un plano casi inexistente. Hemos normalizado ir al fisioterapeuta cuando nos duele la espalda o ir al dentista cuando nos duele una muela, pero todavía no se ha normalizado completamente ir a un terapeuta cuando nos duele la vida.

Pese a que el avance es muy grande —ya hay muchas generaciones que hablan abiertamente de ir a terapia y se habla mucho más de salud mental—, la Seguridad Social no toma las medidas necesarias de prevención y cuidado.

Pero quizá lo que más aísla y abandona a las personas que sufren estos problemas es la completa ausencia de empatía de nuestra sociedad. Estamos tan sumamente centrados en nuestro ombligo que olvidamos que un vecino, una amiga, un hermano o cualquier persona cercana puede estar librando una guerra interna en la que ya no es capaz de luchar más. Tal vez solo necesite que alguien se siente a su lado y le haga sentir que en esa guerra va a formar parte de su ejército y va a luchar a su lado.

Hoy va por todos los guerreros y las guerreras que decidieron quitarse la armadura y abrazar a la muerte porque la vida era demasiado insoportable. También por quienes siguen luchando. Si nos unimos, podemos convertir el mundo en un lugar más seguro. Escuchar, acompañar y no juzgar está al alcance de todas las personas, empecemos a darle más uso a nuestras herramientas más humanas.

Si tú o alguien que conoces está pasando por un momento difícil, en España puedes llamar al 024 (atención a la conducta suicida) o al 112. No estás sola. No estás solo.

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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