Hay algo más detrás de caminar que un pie delante y otro detrás. En cada desplazamiento hay cientos de historias alrededor e infinidad de detalles a los que nadie atiende. ¿Es la calle un espacio de encuentro entre las personas o solo un lugar de paso? ¿Son las autovías y las radiales los nuevos muros que cercan la ciudad? ¿Qué significa que las personas surquen su propio camino en un césped, a modo de atajo, cuando la norma les dice que hagan una recorrido en zig zag? ¿Alguien pensó que puede haber una metrópoli sin asfalto?
Carlos Albalá e Ignasi López estaban haciendo una exposición en Roma. Los dos llevan años dedicados al arte. Desde la foto y la enseñanza, el primero; desde la foto y el diseño gráfico, el segundo. Un día, hace años, en aquella ciudad, caminaban. En el transcurso de su ir hacia cualquier sitio empezaron a sacar a escena los temas que les gustaban.
Uno de esos asuntos era, precisamente, caminar. Pero no por el ejercicio. Les interesaba todo el pensamiento y la filosofía que hay detrás de ir de un lado a otro. “Hablamos de la deambulación, de andar… Los dos hemos vivido en la periferia y eso nos ha hecho pensar y cuestionarnos muchas cosas”, indica Albalá.
El fotógrafo y psicólogo social dice que los dos se habían dado cuenta de que se estaban “contaminando demasiado de temas estrictamente artísticos” y de ahí surgió la idea de hacer un proyecto donde la estética estuviese inundada de pensamiento.
Empezaron a investigar sobre los desplazamientos urbanos, las psicogeografías (cómo el ambiente influye en las emociones y el comportamiento de las personas), los mapas emocionales… Y así nació su proyecto común: Periurbanos.
Crearon un laboratorio llamado itineraLAB destinado a organizar y promover iniciativas desde el pensamiento, el movimiento y el arte que intenten descubrir nuevos aspectos sobre el desplazamiento urbano y sus consecuencias.
Empezaron a colaborar con antropólogos, asociaciones de viandantes, plataformas de desplazamiento urbano… y juntos tienen como objetivo “analizar e interpretar el uso de la calle como espacio de socialización, la pérdida de derechos civiles ancestrales (como desplazarse andando o en bicicleta por vías urbanas e interurbanas), la influencia sobre la salud, el movimiento en relación con las nuevas tecnologías y la gestión del tiempo”.
El camino se hace andando, cuenta el dicho. En este caso, la investigación también. Una de las formas de explorar la profundidad y relevancia psicológica y social de los movimientos urbanos es mediante transurbancias interurbanas (laborales, sanitarias, de ocio, de consumo…). O, dicho de otro modo, desplazamientos para ir a trabajar, para cuidar la salud, para divertirse, para comprar y comerciar…
Periurbanos hizo una transurbancia en Granada. La deambulación se hizo como parte del Festival de Fotografía Emergente PA-TA-TA el pasado junio. Albalá, López y sus alumnos caminaron casi 23 kilómetros. La ida, sin cámaras. Solo observar, comentar y caminar. La vuelta, con cámara y haciendo fotos. La misión era unir arte (fotografía) con una reflexión sobre los desplazamientos y plasmarlo en transigrafías (así se llamó el taller).
“Compartimos reflexiones mientras andábamos. El aprendizaje iba creciendo conforme más colaborábamos en el taller. Fuimos comprendiendo mejor lo que nos rodea. Ibamos creciendo, reconociendo y completando nuestra idea de lo vivido. Más allá de lo puramente formal, las fotografías se convertían en un vehículo de conocimiento colectivo”, especifica el psicólogo social.
Las transurbancias, dice Albalá, son más habituales en Italia. En Roma hay parte de sus orígenes. En ese país –asegura– se han llegado a hacer incluso obras de teatro durante desplazamientos para “expresar intagibles de los lugares”. Esos detalles escondidos para el que pasa por allí todos los días pero que yacen a flor de piel para el que los quiere contemplar.