No veo a un médico del siglo XXI aplicando cataplasmas. No puedo imaginar a un director de urgencias ataviado con un sombrero de plumas, una pócima en la mano y cantando y bailando mientras da vueltas a la camilla en la que yace el paciente.
No creo que a estas alturas suenen en los hospitales rituales, imploraciones o se realicen imposiciones de manos.
Para que se administren las últimas técnicas curativas, esas que te salvan el pellejo, ha sido necesaria solo una cosa: estudiar.
Se está mejor sin estudiar; cuesta menos.
No estudias una vez y te quedas repanchingado en el sofá. Si decides dar el paso de complicarte la vida para estar al día, ten cuidado. Si te paras y flojeas, te quedas obsoleto.
Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.
No pasa nada, la televisión es grande y poderosa, los periódicos muy influyentes y las mulas tiran estupendamente de los arados.
Puedes seguir abriendo barrigas, ya que estamos con la sanidad, en vez de operar con láser y dejar cuasi invisibles cicatrices de laparoscopia.
Pero si quieres estar al día…, ¡ay de ti si quieres estar al día! Pocas son las horas, pocos los días de la semana para empaparte de todo lo nuevo, de todo lo que te afecta o te puede afectar enseguida.
Conferencias, revistas, publicaciones, seminarios, expertos que comparten sus experiencias te ayudarán sobradamente para que consigas el objetivo de entender lo que viene antes de que llegue.
No se innova sin esfuerzo ni valentía.
La cultura griega fomentó un avance sin precedentes de la ciencia. La romana, de la técnica. Esa poderosa combinación, coincidente en el tiempo, estuvo muy cerca de dar con la electricidad antes del nacimiento de Cristo. La Edad Media apagó la ciencia por casi mil años; hubo que andar de nuevo el camino perdido. (1)
Podríamos parar el desarrollo de las nuevas tecnologías y congelarnos en el tiempo otros mil años. Conozco a más de uno que no le importaría demasiado. Seguir flotando en su círculo de confort disfrutando de sus injustos privilegios. No va a pasar.
Había una vez un hospital. No quiso incorporar lo último. Aunque algunos doctores lo suplicaron. Forzó a sus médicos a la praxis en todas sus disciplinas independientemente de su especialidad. Una praxis integrada. Cuando un paciente llegaba con un ojo roto lo enviaban a cardiología. No volvían.
(1) Del libro El fin de la ciencia, de Manuel Lozano Leyva. Editorial Debate, 2012
Imagen de Josemgl, tomada de Wikimedia Commons, bajo licencia CC (Hilo incandescente de tungsteno de una bombilla)