Tejiendo la calle: el ‘craftismo’ rural de los artesanos del medioambiente

Tejiendo la calle portada

No falta nada para que llegue ese periodo del año en el que solo consultamos el pronóstico meteorológico para saber si hará calor o mucho calor. Esa época en la que, a determinadas horas del día en determinados puntos de España, la sombra cotiza al alza. Momento de tirar de toldos.

En la comarca de la Vera, en Cáceres, esto se ha convertido en una costumbre con liturgia propia. Desde hace una década, la arquitecta Marina Fernández Ramos lidera el proyecto Tejiendo la Calle con el que los vecinos confeccionan a lo largo del año parasoles para cubrir las calles de los pueblos durante el verano.

 

Los tejen a partir de plásticos que van «cosechando» a lo largo del año, llegándose a considerar incluso «espigadoras del plástico».

«Guardamos las bolsas de la compra. Julia recoge impermeables que quedan tirados en la calle, en Madrid. La dueña de una tienda en Navalmoral de la Mata que recibe sus pedidos envueltos en plásticos amarillo y negros se los pasa a Rocío. Amigos y familiares nos guardan plásticos utilizados. En Navidades hay más bolsas de color rojo. Las bolsas del pescadero del mercadillo de los miércoles son verdes y finas…».

Son solo algunos de los ejemplos de la procedencia de las bolsas que los vecinos compilan a lo largo del año para crear los toldos que adornarán y darán sombra a las calles de su pueblo en verano y que han sido recogidos en el libro Tejiendo la calle. En él la impulsora del proyecto recopila mucho de lo vivido durante estos casi diez años, con el apoyo de las fotografías de Manuel V. Fernández, su padre, quien lleva documentando, en blanco y negro, la vida en la comarca desde hace años, y del fotógrafo Asier Rua.

Un libro «patchwork» creado con los cachitos de las vivencias, anécdotas y todo el saber que tanto ella como el resto de participantes han ido cosechando a lo largo de todo este tiempo.

Porque el proyecto en sí es una retacería. A él se han ido incorporando poco a poco los participantes que le dan vida. Al principio, únicamente mujeres. Ahora siguen siendo mayoría, pero comparten tiempo y conocimientos con sus compañeros tejedores.

También se han ido sumando nuevas técnicas como el collage, o también la pintura de tejidos recortados a la manera de los picaos, motivos ornamentales tradicionales de la comarca.

Con Tejiendo la calle muchos han tenido la oportunidad de conocer costumbres casi perdidas en sus localidades. Lugares que, como en muchos de otras regiones, existe una profunda conciencia de autoproducción, gracias a cual sus habitantes han podido salir adelante en los tiempos más duros.

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«Decían de las mujeres de Piornal, el municipio más alto de Extremadura, que de una peseta sacaban dos», se recoge en el libro.

Costumbres convertidas en rituales orientadas al ahorro que, como escribió el sociólogo Richard Sennett en su libro El artesano, convierte a los habitantes de estos pueblos en «artesanos del medio ambiente».

Fotos por

Manuel V. Fernández y Asier Rua

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Patrick Thomas

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