Existen unas cuantas noticias cíclicas, que se repiten una y otra vez cada año para solaz de la redacciones de todos los medios de comunicación. Con ellas, los esforzados jornaleros de la información pueden tirar de la publicación y trabajar menos. Ese objetivo, al fin y al cabo, es el que dignifica al ser humano.
Entre esas noticias recurrentes está la de la marmota de Punxsutawney finales de invierno, la del récord en las ventas de los aires acondicionados en el mes de julio y, por supuesto, por estas fechas, la de los pronósticos en cuanto a avances tecnológicos que se producirán en el Mobile World Congress de Barcelona.
En Yorokobu también tenemos nuestras necesidades y, por ello, aquí va una serie de puntos que mezclan el anhelo, el deseo y haber dejado volar un poco la imaginación tras habernos trasegado la cuarta cerveza.
Qué necesitamos en nuestros dispositivos móviles
1.- VR en cada dispositivo, o lo que es lo mismo, que todos los smartphones sean compatibles con visores o gafas de realidad virtual. El entretenimiento, la cultura o el periodismo están cambiando su lenguaje y la manera de ser consumidos. La realidad virtual ha venido a añadir a todo ello una fuerte carga experiencial que consigue que la tecnología se acerque más a los sentimientos. Así, se hace más humana. Así, uno es capaz de sentir con más fidelidad una crisis humanitaria en el centro de África, un concierto de Queens of the Stone Age o, qué diablos, una película erótica, que no somos de piedra.
2.- Un dispositivo que siempre esté escuchando. Un dispositivo que, cuando desbloquea su pantalla, sepa lo que buscamos porque ha estado escuchando la conversación que teníamos con nuestros compañeros de trabajo (comentando el informe de cuentas del tercer trimestre de 2015), con nuestra pareja (tratando de localizar la nueva ubicación del restaurante Diverxo) o con nuestro cuñado (tratando de dilucidar si en Motilla del Palancar sacó más votos Ciudadanos o Podemos).
3.- Un móvil que sea capaz de proyectar un holograma realista y nítido de mi madre, que vive a 600 kilómetros. Y oye, ya de paso, que sea capaz de materializar las albóndigas que ella hace, que lo de llamarla por teléfono ya lo tenemos superado, pero lo de esas albóndigas es difícil de olvidar.
4.- Quiero que mi móvil sea el sustituto de mi psicólogo. Si uno se deja un pastruzal en un buen aparato, que al menos nos evite otros gastos o inversiones adicionales. La cosa sería más o menos así:
Yorokobu: [Hablando solo…] Hoy no puedo más. Estoy harto de los de cuentas, del proveedor X y de mi cuñado, que está muy pesado con lo de que en Motilla del Palancar, Ciudadanos sacó 109 votos más que Podemos.
Móvil-psicólogo: Te entiendo, Yorokobu, cuéntame. Te escucho.
Y: Hay días que no sale nada y no sé si es culpa mía o del amargo entorno que me rodea, de ese cruel mundo que te golpea con súbita crudeza cuando más desvalido estás.
M-P: Tranquilo, no se trata de buscar culpables sino soluciones. Visualiza una luz al final de la carretera. Eso simboliza que cualquier problema tiene fecha de caducidad. O que viene un coche de frente con las luces largas puestas,
Y: Oh, querido smartphone, siempre tienes las palabras adecuadas para sacar lo mejor de mí. Creo que incluso me gustas.
M-P: Bésame, idiota.
5.- Por supuesto, la más importante: eliminar con un rayo mortal a todo aquel que se hace un selfi junto a ti. Todos le encontraréis utilidad a esta cualidad. Seguro.
La próxima semana saldremos de dudas y todo será una hemorragia de noticias y avances tecnológicos. Nosotros ya hemos hecho nuestra aportación. Ahora solo queda que la tecnología sea útil de verdad. Lo digo por las albóndigas.