Geralt de Rivia tiene el pelo blanco y una cicatriz que le atraviesa el ojo izquierdo. Caza monstruos por profesión, se acuesta con bellas damiselas como la hechicera Triss y tiene como amigo al bardo aristócrata Jaskier. Es cínico, irreverente, irónico y un poco cabrón, y se le puede ver protagonizando la saga de videojuegos The Witcher, cuya última entrega ha rebasado los 10 millones de copias vendidas. Pero a Andrzej Sapkowski, apodado el Tolkien polaco y creador de los libros en los que se basan los juegos, no le han reportado ni un solo euro.
La culpa, hay que decirlo, es toda suya. El primer juego de la saga de The Witcher salió en 2007 y es obra de CD Projekt, una distribuidora polaca que quería hacer videojuegos. The Witcher iba a ser su primer proyecto y se acercaron a Sapkowski para negociar los derechos. No era el primer intento de adaptación. Y el anterior había sido un fracaso. La gente de CD Projekt llegó dispuesta a negociar pero Sapkowski, que ha llegado a declarar que entiende de vodka y de juegos de cartas pero no de matar marcianitos, tenía claro lo que quería. El dinero, cuenta en EuroGamer.
«Ellos trajeron una enorme bolsa de dinero, que es todo lo que yo espero de una adaptación: una gran bolsa de dinero. Y fui lo suficientemente estúpido como para venderles los derechos por la cantidad total», ha explicado Sapkowski. «Ellos me ofrecieron un porcentaje de las ganancias y les dije que no, que quería el dinero. Fui un estúpido, lo suficientemente estúpido como para no creer que iban a tener éxito. Pero ¿quién podría haberlo adivinado?».
Hay que decir en su defensa que habría que haberse dedicado a la videncia profesional para intuir el éxito del videojuego. Que esté basado en unos libros relativamente desconocidos y publicados entre 1994 y 1999, y que un estudio polaco sin experiencia en desarrollo fuera el encargado de llevarlo a cabo no eran grandes garantías de éxito.
Cuando concibió a Geralt de Rivia, Sapkowski tenía 38 años y era un lector voraz de fantasía, devorando volúmenes mientras viajaba como representante de empresas de venta de pieles. Un día, escribió una historia de 30 páginas para un concurso de la revista polaca Fantastyka. Pensando que no podía hacer algo clásico, sino darle una vuelta, reimaginó los cuentos polacos y sustituyó los héroes amateur por profesionales en la caza de monstruos, los brujos. No ganó, pero The Witcher le encantó al público. Así que escribió una segunda historia. Y una tercera. Y un primer libro. Y para 1999, publicó el último de los siete volúmenes principales de la saga.
Ahí paró la cosa y Sapkowski siguió con su vida. Y publicando. Un libro de cuentos de fantasía, otro sobre Alicia en el País de las Maravillas, una trilogía sobre las guerras husitas de 1420 a 1434 que acabó en 2006…
Al año siguiente llegó The Witcher, de CD Projekt, ese juego que él creía que jamás llegaría ni a ser producido y que, parece, ni siquiera le importaba. Fue un éxito de ventas y crítica, uno de los mejores juegos de ese año, con una historia interesante y unos personajes fuertes. Esto último, obra innegable de Sapkowski.
Empezaron entonces las reediciones de los libros, pero cambiando las portadas por imágenes parecidas al videojuego, con el logo del videojuego… Esto es algo que no gusta a Sapkowski, que califica la falta de distinción entre juego y libros como algo «jodidamente malo». Le llegaron a preguntar si él era el que escribía los videojuegos y comenzó a insultar y decir palabrotas en la cara del tipo. «En 20 años alguien preguntará, «oye, ¿quién es el autor de The Witcher, lo del videojuego? Y nadie sabrá quien fue», aunque concede, «el juego está muy bien hecho».
«No quiero despreciarlo, hay muchos jugadores que se han acercado a mis libros debido a que les gustaron los videojuegos y ha tenido un impacto positivo en el interés de editores extranjeros», opina antes de atacar, «pero decorar mis libros con imágenes tomadas de los juegos, incluir anuncios y propaganda del mismo, hace que muchos consideren que mis libros son una novelización de los videojuegos».
Si le vienen a pedir que les firme la carátula del videojuego, lo hace. Sería de maleducados no hacerlo. Son sus fans; de una manera indirecta, pero sus fans.
Otras veces el público le pregunta si los juegos le han ayudado mucho. Él contesta que sí. Tanto como él a los videojuegos. «Los videojuegos no me han promocionado a mí, yo les he promocionado a ellos con mis personajes».
En el fondo, todo lo que los fans compraron en los 25 millones de copias de la saga de Geralt de Rivia que se han vendido en todo el mundo salió de la cabeza de este Tolkien polaco.