La esencia de los ‘spaghetti western’ en unos títulos de crédito

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Cuando Alberto Esteban propuso al estudio Dosdecadatres diseñar los títulos de crédito de su nuevo trabajo cinematográfico sobre los western rodados en Almería en los 60 y 70, lo primero que quedó claro es que no habría mucho dinero. Nada de caballos; adiós a los búfalos. ¿Indios? No. ¿Ferrocarril? Menos aún. Pueblo minero, tampoco. Lo más curioso de todo es que fue mejor así, sin dinero.

«El presupuesto no nos dejó volar la imaginación hacia donde no tenía que ir, afortunadamente», explica Quique Rodríguez, uno de los fundadores de Dosdecadatres. «Para dar con la idea hicimos un repaso sobre lo que recordábamos de las pelis del oeste, y vimos que siempre se repetían dos cosas: los paisajes y la madera. ¡Todo está hecho de madera!».

Una vez que tuvieron claro el concepto, la mayor dificultad era encontrar una fórmula que permitiera conjugar los elementos claves del proyecto: el título del documental, los paisajes y la madera. Podía no ser sencillo, pero estaban convencidos de que la idea tenía que ser esa.

«Antes de decidir cualquier camino creativo lo pensamos mucho pero, al final, sólo presentamos una propuesta. Más que pensar múltiples opciones, nos esforzamos en coger una y simplificarla al máximo. Supongo que es nuestro modus operandi. Por eso, cuando imaginamos lo de crear el título en madera, ya no había ganas de hacer otra cosa».


Tomando como punto de partida la Morricone, una tipografía de aspecto western, modular y con carácter, los miembros de Dosdecadatres se dedicaron a retocar aquellas letras que necesitaban para crear las palabras que formaban el título.

«Una vez diseñadas, creamos el modelo con volumen en 3D para poder fabricarlas en madera. La idea era muy sencilla», indica. «Queríamos unos objetos que vistos de frente dibujasen un paisaje y desde arriba nos permitiesen leer el título del documental».


En plena época de la animación 3D, que entre otras cosas permite recrear todo tipo de iluminaciones imaginables, el estudio madrileño se decantó por las técnicas tradicionales. Fotograma a fotograma generaron un amanecer que iluminó todo ese épico paisaje tipográfico.

«Decidimos que el trabajo fuera físico sencillamente porque no sabemos conseguir el mismo resultado en 3D. Es cierto que, tal vez por fetichismo analógico, nos molan las cosas que se pueden tocar, pero nos decantamos por esa técnica porque necesitábamos mover la fuente de luz de manera muy lenta y precisa», comenta. «La escala de las piezas es pequeña y la luz debía recorrer pocos centímetros en muchos segundos de manera exacta y lineal. Si alguien nos hubiese prestado un brazo robótico lo habríamos usado con mucho gusto».

El resultado es una pieza hipnótica de asombrosa belleza y sobriedad que transmite perfectamente el contenido del documental al que precede: los rodajes de polvorientos westerns en Almería durante las décadas de los años 60 y 70.

«En el documental se cuenta como, cuando llegó el cine a Almería, allí era todo pobreza y subdesarrollo. Quisimos conectar ese drama con el propio del género. Por eso, aunque el color no es realmente blanco y negro, optamos por una estética sobria que combinase bien con la música y esa necesidad de transmitir tensión a través de los planos cerrados y descontextualizados».

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