Mujeres que están hasta el coño, como tú

Toni Nievas

En el feed de Toni Nievas las mujeres mandan. Son ellas las que hablan, las que protestan y las que se ríen del mundo porque, según este artista que se define a sí mismo como comediante, las redes sociales son de ellas y de sus mensajes reivindicativos y feministas, «y eso me parece muy interesante —afirma—. Siendo hombre, puede que sea un intruso lanzando esos mensajes que para mí también son una forma de aprender, entender, empatizar y acabar con prejuicios y pensamientos machistas heredados».

 

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Nievas juega con el absurdo y el contraste al utilizar retratos de damas de los siglos XVII y XVIII que hablan, sienten y se expresan como mujeres de hoy a través de menajes muy crudos, directos y sinceros, con esa carga de hartazgo social, quejándose del mundo laboral, de la familia, de las parejas, de los ex… Y el resultado es hilarante pero también demoledor, porque nos obliga a ponernos frente a un espejo al que no nos gusta mirarnos. Según sus propias palabras, son «mujeres que están hasta el coño».

 

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«También se crea un diálogo entre esa sociedad del pasado, siglos XVII, XVIII (que choca con esas imágenes de reyes, riqueza, nobleza y gente posando en sus palacios), con la mujer en la actualidad, que trabaja, sufre, no llega a fin de mes y se tiene que hacer cargo del mil cosas. Usando imágenes de señores, el dialogo y el contexto cambiaría completamente, y ya hemos visto a demasiados señores llorando en la ficción, el cine, la literatura», comenta.

Toni Nievas ha hecho de todo: viñetas, cine, cómic… pero siempre desde el lado cómico. Estas ilustraciones de Instagram son una continuidad de esa comedia, pero desde el formato viñeta. «Durante muchos años me dediqué a la creación de vídeos, la edición, ser cómico de escenario, las colaboraciones en radio y tele. No puedo escapar de la comedia», asegura.

 

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Porque lo suyo es el humor, pero tirando de ironía para que te rías, pero, al mismo tiempo, te deje un regustillo amargo que te haga pensar. «De eso va el humor, de reflexionar, de lanzar un mensaje, aunque muchas veces pueda ofender o te dé una patada en el estómago —justifica Nievas—. La comedia siempre nace de un pensamiento de insatisfacción, de queja. Nunca he conectado bien con la comedia blanca o amable que no cuenta nada. Las redes sociales están educando a las nuevas generaciones a no pensar, a no debatir, a que todo sea chill, guay, amable y dulce, como todos esos mensajes positivos de vida mentalmente sana que lanzan los influencers, todos millonarios desde sus piscinas y chalets. Todo eso me parece terrible porque el mundo real no es así. Aun con todo esto, con toda esa carga de amargura, intento lanzar mensajes optimistas. El humor como motor para soportar el día».

 

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De ahí que su cabeza esté continuamente en ebullición, dejando que las frases que luego atribuirá a una de sus damas floten en su cerebro hasta encontrar la imagen donde encajarán. «Estoy todo el día escribiendo o haciendo pequeñas notas, muchas veces son variaciones de cosas que ya he hecho. Aparte de las imágenes y las viñetas, siempre estoy escribiendo guiones de ficción, ya por hobby. Siempre estoy en la búsqueda de pinturas, y cuando aparece un cuadro (con una señora), y veo que es la imagen perfecta, se crea una chispa, una conexión, y esa señora, normalmente una señora pija, de repente me cuenta cosas de su vida. Es un juego muy divertido».

Sus textos están cargados de mucha bilis y mala leche. Más que de serie, a Nievas le viene por educación. «Barrio pobre, familia trabajadora, fracaso como estudiante, mundo laboral en la hostelería, malas decisiones en la vida…», resume su trayectoria vital. Pero también tiene claro que ese sentido del humor tan peculiar le viene de la ficción que consumió siendo niño.

 

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«Los años ochenta fueron alucinantes para ver comedia dirigida a un público joven, y todo ese cine estaba protagonizado por frikis, nerds fracasados, los incomprendidos e insatisfechos, el patito feo de la clase. He ido construyendo mi comedia a base de tropiezos y decepciones, algo que creo que conecta con todo el mundo. No he sido la persona más alegre del mundo, está claro, pero también es verdad que es muy difícil encontrar a un cómico que sea feliz y esté satisfecho».

Hoy se revuelve contra los frenos y límites que se le ponen actualmente al humor y a la comedia. «Ahora mismo, los límites los ponen las políticas de las redes sociales, que son pura contradicción e hipocresía —se queja—. Es bastante desolador ver como Instagram me censura (a mí y a mil creadores) viñetas de humor que lo que pretenden es hacer reír, reflexionar e intentar que estés menos sola o solo con tus miserias».

 

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Pero eso no le quita las ganas de protestar, repartiendo ironía y sarcasmo a diestro y siniestro, aunque, como él mismo reconoce, a sus 49 años ha aprendido a rebajar bastante el odio.

 

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«Estoy bastante pegado a la actualidad, a las noticias, y como veo que estamos presenciando el fin del mundo (Trump, Gaza, Milei, Franco, cualquier religión, fascismo, nazis de veinte años, gurús machistas expertos en seducción, El PP, Valencia, los toros, negacionistas de todo, el alquiler, el trabajo), siento que cualquier batalla desde la ficción está perdida. Lo único que nos queda es presenciar el desastre mientras le damos likes y pensamos qué ver esta noche en Netflix».

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Patrick Thomas

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