Y tú más: ¡Tonto!

24 de diciembre de 2013
24 de diciembre de 2013
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Después de insultos como ‘gilipollas’, ‘cabrón’ o ‘puta’ de los que ya hemos dado cuenta en esta sección, venir con ‘tonto’ a estas alturas quizá pueda parecer infantil y ñoño. Qué queréis. Estamos en navidad y tenemos un subidón de buen rollito que no nos deja pensar en malos calificativos para nada ni para nadie. Aunque la realidad nos lo pone muy difícil, vive Dios.

Tontos ha habido muchos y lo que te rondaré, morena. Tonto del bote, tonto del culo, tonto de capirote… Todos los añadidos con los que queramos adornar al tonto no son más que enfatizadores de la palabra. Y es que ya desde sus orígenes, el insulto de hoy no es de los que más te hace hervir la sangre. Quizá por eso, por ese carácter casi amable que tiene ‘tonto’, se le hayan buscado argumentos que den idea de la estupidez de aquel o aquella a quien se lo dedicamos.

La RAE nos da varias definiciones de este vocablo: “1. Falso o escaso de entendimiento. 2. Dicho de un hecho o un dicho propio de tonto. 3. Coloq. Que padece cierta deficiencia mental. 4. Coloq. Dicho de una persona: Pesada, molesta. 5. Coloq. Absurdo. 6. Personaje que en una pareja de payasos hace el papel de tonto (…)».

No son definiciones complicadas ni recibimos ninguna sorpresa en su significado. Hasta ahí, unanimidad. El problema viene a la hora de buscar su etimología.

Algunos autores, como Margarita Espinosa Meneses, catedrática del departamento de Letras del ITESM Campus Estado de México, aseguran que nació de un recurso expresivo usado por los hispanohablantes, una especie de onomatopeya que consiste en repetir una misma sílaba imitando los balbuceos de alguien con poco entendimiento: to-to (luego se añadiría la ‘n’), bo-bo, ba-ba que dieron lugar a palabras como tonto, bobo o baba. Y que remiten todos ellos a esa imagen cruel que representa al disminuido con la baba caída y la mirada ida. Hay que reconocer que a cariñosos no nos gana nadie.

Otros como Covarrubias, sin embargo, creen que procede de la palabra latina tondus, que significa ‘vacío’, puesto que al tonto se le supone la cabeza hueca y vana.

Al latín recurren también aquellos como Francisco Sánchez de las Brozas, El Brocense para los amigos, que ya en el siglo XVI opinaban que proviene de attonitus, participio de attonare, compuesto a su vez por ad tonare, que vendría a significar ‘quedar pasmado o atontado’. Y lo explicaba aludiendo a que el tonto parece estar siempre en estado de asombro o espantado, como si estuviera en mitad de una tamborrada furiosa que ríete tú de la de San Sebastián o la de Calanda.

O de tunditus (‘vapuleado’, ‘molido a golpes’), opinan otros, porque con el tonto todos se meten y suele recibir los palos.

Incluso al griego nos remiten algunos, como nos recuerda Pancracio Celdrán Gomáriz, recogiendo las teorías que lo hacen venir del vocablo heleno tonzorizo y que originó la expresión antigua de ‘tonto del rizo’, si bien también nos recuerda que esta explicación es la menos probable de todas.

Resumiendo: no hay consenso. Pero lo que sí hay son muchos derivados y formas de llamar tonto según las provincias: ‘atontolinao’ y ‘atontolinau’ en Salamanca y Mérida respectivamente; ‘tontuso’ en Toledo; ‘tontarrilón’ en Badajoz o ‘tontera’ en Castilla son solo algunos ejemplos, todos ellos con diferentes matices e intensidades: desde el más simple hasta el más superlativo.

Los ejemplos prácticos os los dejo a vosotros, que yo estoy convaleciente de un atracón de turrón duro y blando y me siento tierna como un mazapán. ¡Seré tonta!

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