Existe un plano de la ciudad en el que salen las calles, las plazas y los monumentos que todos tenemos más o menos en nuestra cabeza y compartimos. Luego cada uno de nosotros tenemos otro, íntimo y personal, que no solemos compartir con casi nadie. En él, en lugar de
nuestros restaurantes favoritos, están los lugares en los que nos pasaron cosas: donde conocimos a nuestro primer amor y donde nos separamos de él para siempre; donde jugábamos al fútbol de pequeños y donde aprendimos a ser quienes somos ahora.
Nos separa el puente y el río va precisamente de eso, de mostrar a los demás ese mapa secreto. Se trata de un proyecto artístico y cultural autogestionado, de carácter íntimo y confesional, creado por la artista Laura Nadeszhda. Gestionado junto a la organización cultural Quiosco Clandestino, consiste en una serie de paseos o de tours guiados por Madrid basados en la narrativa personal de cada guía.
Llevan ya un par de años en marcha: cada primavera, seleccionan mediante una convocatoria en las redes sociales los que más les gustan con el fin de mapear emocionalmente aquellos lugares que miles de personas transitan cada día ignorando las historias personales que encierran.
En estos paseos, los guías explican sus relatos recorriendo los puntos geográficos en los que ocurrieron. La idea surge de conceptos relacionados con la psicogeografía situacionista, la gamificación, repensar los espacios que habitamos, el storytelling, la catarsis colectiva o la vulnerabilidad emocional. En el proyecto, además, valoran que las propuestas estén localizadas en distritos que no sean el Centro, ya que apuestan también por la escentralización y la dinamización de todo el territorio.
Pero quizá la mejor forma de hacerse una idea de en qué consisten estos tours es contar sobre qué tratan algunos de ellos. A Nadeszhda le cuesta escoger, pero finalmente se decide por algunos: «Destacaría, por ejemplo, un recorrido en el que la guía nos cuenta cómo descubrió su sexualidad en la infancia y adolescencia, pese a acudir a un colegio católico que la empujaba a reprimirse.
En otro, se relata una amistad muy turbulenta y obsesiva, con final muy trágico, conectada con el coqueteo de la guía con el mundo de las drogas y la adicción», continúa. «También hubo un paseo en el que se hacía una ruta por el exterior de varias casas en las que le guía vivió, y relató sus aprendizajes y experiencias traumáticas con sus compañeres de piso; e incluso otro en el que se hablaba de experiencias en Tinder y cómo su picoteo variado llevó a la guía a definir su orientación sexual».
Estas narraciones funcionan a modo de tour tradicional por la ciudad, solo que, en lugar de tratar de lo externo, de los monumentos y de los hechos históricos, tratan sobre las vidas de los guías y, además, utilizan formatos y recursos muy variados como escenografías, audios, escenas teatralizadas, comidas, se apoyan en libros, en música, etc. Los guías acceden al proyecto mediante convocatoria abierta y provienen de campos muy diversos, aunque es muy habitual encontrar entre sus filas a artistas que han descubierto en este proyecto otro vehículo de expresión más.
«Proceden de ámbitos como el audiovisual, la antropología, la psicología, las artes escénicas, la moda o la memesfera», comenta Nadeszhda. «Considerando que nuestra vía de difusión es Instagram, les guías son gente habitual de internet, en muchos casos natives digitales, y por tanto familiarizades con sus códigos y lenguajes».
Lo mismo sucede con los asistentes, que han acabado formando una comunidad muy en línea con los valores del proyecto y que además son personas interesadas en vincularse con los demás de una forma diferente
a la habitual. Los organizadores han comprobado que hay público que se ha vuelto fiel al proyecto y ha intentado asistir a la mayoría de paseos.
Precisamente para premiar esta asistencia, fomentarla y que resultase más atractiva para el resto del público potencial, en la segunda edición se creó un pasaporte en el que se recogían los siete paseos y se sellaba al
finalizar cada recorrido. Una vez completados todos (o muchos de ellos), los asistentes obtenían un premio, que en esta ocasión consistió en los dos pósteres editados para la segunda edición, una camiseta, una tote bag y un parche, todo merchandising de Nos separa el puente y el río diseñado especialmente para la ocasión.
Otra de las novedades de esta segunda edición ha sido la introducción de un relato gráfico para cada uno de los paseos. «Quisimos ir más allá y nos preguntamos cómo se podrían trasladar estas visiones tan íntimas al
dibujo», recuerda la artista, «cómo se podría hacer un registro de estas narrativas personales a través de un filtro más, un soporte visual más allá de lo efímero de la propuesta (cada paseo se lleva a cabo en tres sesiones distintas y no se vuelve a repetir). Así que contactamos con siete ilustradores, uno para cada paseo, para que lo plasmasen tras asistir a los mismos».
Tras dos ediciones, Nos separa el puente y el río se ha revelado como una iniciativa casi única en el panorama artístico de nuestro país. En primer lugar, porque ha creado un canal de comunicación a través del cual los participantes en el proyecto pueden compartir sus experiencias personales con un público interesado en este ejercicio de vulnerabilidad.
En segundo lugar, los paseos contribuyen a crear una comunidad artística más amable y humanizada en la que las conexiones que se crean entre creadores resultan más íntimas, más profundas y van más allá del networking.
«Para crear un caldo de cultivo propicio después de cada paseo, siempre invitábamos a les guías y asistentes a que culminásemos con un pícnic informal en el que pudiéramos conocernos», apunta Laura Nadeszhda.
«Seguimos lógicas anticapitalistas en lo que a la vinculación de ocio y consumo respecta; por ello preferíamos hacer la propuesta del pícnic en lugar de irnos a un bar, para que así nadie se sintiese presionado a consumir. De estos pícnics han surgido amistades que se mantienen hoy en día».
Cualquiera puede participar en estos paseos como público o contar su propia historia; solo hay que estar atento a la convocatoria que se realiza a través de Instagram, y hacer una propuesta. Por ahora los paseos se realizan en Madrid, pero los organizadores están convencidos de que pronto se extenderán hacia otros lugares. «No planeamos hacerlo nosotres por las limitaciones geográficas y económicas que eso supone para un proyecto autogestionado, pero sí animamos a que se exporte el formato y ya hemos escuchado ecos, deseos e intenciones en algunas ciudades de España como Sevilla o Alcalá de Henares», concluye Nadeszhda.