No fue un cuadro, sino un TikTok, el que puso al artista Travis Chapman en el mapa. El pasado octubre, este pintor aficionado de Washington subió un vídeo a la red social en la que hacía un tour por su casa mostrando sus cuadros. Un vistazo a sus paredes era como hacer scroll por las imágenes de Twitter, cambiando los píxeles por óleo. Estaban los memes más importantes de los últimos años: distracted boyfriend, disaster girl, las mujeres de The Real Housewives of Beverly Hills enfadadas con un gato, Leonardo Dicaprio riendo en Django desencadenado, o bebiendo cerveza y señalando en Once upon a time in Hollywood… Su casa era la Capilla Sixtina de los memes.
«Pues ahora tengo muchos más», confirma con un ápice de orgullo el artista, que se confiesa preparado para hacer otro tour casero. Lo hace a pesar del esfuerzo. «Preparar el tour de los memes fue bastante trabajoso», reconoce. No solo tenía que pintarlos, sino que buscarles un sitio y averiguar cómo filmarlo y en qué orden hacerlo para que cupiera todo en un vídeo de TikTok. Problemas de ser un artista viral.
@travischapmanartI painted a bunch of memes. Guess how many? #art #painting♬ Buttercup – Jullian & Sophie Wood
Los memes en internet se reproducen de forma caótica y desordenada. Y en casa de Chapman también. El talento de este artista no se puede limitar a los márgenes de un cuadro, así que sus pinceles se han posado en las esquinas más insospechadas. Pintó en la puerta de su garaje a Darth Vader. La noche estrellada (y soleada) de Van Gogh en una persiana. Al Jack Nicholson de El resplandor en una puerta (y a las terribles gemelas del film detrás de esa puerta).
«Creo que mi familia está bastante acostumbrada a las extrañas instalaciones artísticas», confiesa Chapman. «Mi esposa se lo toma bastante bien. Su frase estrella es: «Entonces, ¿eso se va a quedar ahí?»». La respuesta suele ser sí. A través de sus vídeos de TikTok, red donde cuenta con más de medio millón de seguidores, podemos ver vídeos que muestran la interactividad de los cuadros, cómo estos se esconden detrás de puertas, jarrones o camisetas.
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Exponer en Instagram o en TikTok tiene sus ventajas. Pierdes el contacto con el público y no ves su reacción ante los cuadros, reconoce el autor. Pero el entorno online «tiene potencial de atraer a millones de espectadores y no tienes ni que salir de casa».
Chapman no se toma demasiado en serio el arte, y esta irreverencia es la que le hace experimentar. Quizá lo hace porque pintar no es su profesión. Tiene una empresa de arreglo de tejados, «que es bastante más estable que la pintura». Empezó con esto hace 15 años, cuando le robó unas acuarelas a su hija y vio que la cosa se le daba bien. Desde entonces, aprovecha la noche, cuando el trabajo está hecho y la casa está en silencio, para jugar con sus pinceles. A veces se pone un podcast, una peli o algo de música. Y así se le van haciendo las tantas.
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El éxito en la red muchas veces se traduce en éxito en ventas y Chapman no descarta dar el salto profesional a la pintura de forma definitiva. Pero quiere mantener la frescura e irreverencia que le han hecho famoso. Prueba siempre nuevos formatos aunque a veces falle («no os recomiendo pintar sobre una persiana»). Y cuando se limita a los márgenes de un lienzo no tiene miedo a mezclar alta y baja cultura, a dibujar juegos de palabras imposibles de traducir del inglés. Imposibles de traducir en general. «Dicen que una imagen vale más que mil palabras, por lo que los juegos de palabras visuales no suelen funcionar cuando los cuentas», concede el artista.
Pero lo que le ha hecho más famoso han sido los memes. Pintar y enmarcar la cultura digital. «Los encuentro fascinantes», explica el artista. «Es sorprendente que una imagen aparentemente genérica pueda usarse una y otra vez con una escritura inteligente. Es algo con lo que todos podemos relacionarnos. Al estar agotados, frustrados o emocionados y alegres, todos podemos relacionar ese sentimiento con la imagen del meme».
Los cuadros de Chapman se han hecho tan populares en la red que muchas veces son reproducidos una y otra vez, engullidos de vuelta al flujo de la cultura memética. Chapman lo sabe. Y se siente en cierto modo honrado. «Que otras personas usen mis pinturas como memes es un gran honor. También sería un gran honor que me acreditaran. Estoy de coña, entiendo cómo funciona internet».