Bam. Vaya contradicción gorda para empezar el año, eh. Claro, ¿cómo va a ser objetiva una opinión? No puede ser. Una opinión es subjetiva por definición, ¿qué pretendes? ¿Cómo se supone que alguien puede tener una opinión objetiva? Vaya jaleo. Suena absurdo, pero solo hay que asomarse a los comentarios de cualquier sitio que publique críticas (primero de Periodismo: géneros de opinión) de cine, libros, música, videojuegos, tebeos o patatas fritas de bolsa para encontrar jaurías de lectores enfurecidos exigiendo más objetividad al autor del texto. En realidad, lo quieren es que el autor cambie de opinión y escriba algo que coincida con lo que ellos piensan, pero no lo saben. Seguramente tampoco saben lo que están pidiendo cuando reclaman objetividad. Ni siquiera yo lo sé, maldita sea. Pero desde hace varios días, soy capaz de hacerme una idea.
Hace menos de una semana, Kotaku anunciaba la aparición de Objective Game Reviews, una web que presume de escribir ‘críticas objetivas’ de videojuegos. “Hubo mucho alboroto cuando Carolyn Petit le puso un 9/10 a Grand Theft Auto V en Gamespot y muchos comentarios pedían objetividad”, explica Danny, redactor jefe de Objective Game Reviews, “Esto me hizo pensar cómo sería una web que escribiera críticas realmente objetivas”. Así que, básicamente, Danny le está dando al público lo que pide. Yo quiero pensar que es una respuesta satírica a las audiencias enfurecidas y a los fans iracundos, pero Danny no habla del tema: “Nuestro objetivo es escribir buenos análisis objetivos de videojuegos”, asegura.
Tanto si la web es una broma como si no, tiene un par de cualidades que son objetivamente impepinables: demuestra lo absurdo que resulta pedirle objetividad a una crítica y sus textos son muy graciosos. En su obsesión por aferrarse a los hechos, Danny reseña obviedades, le da valor a aspectos de juego que normalmente pasarían desapercibidos y menciona únicamente lo evidente y lo incontestable, en un tono muy serio, muy técnico. El resultado es comedia, lo mires por donde lo mires. Algunas de mis perlas favoritas:
“Los gráficos de The Stanley Parable son realistas, con la excepción de un bebé, que es claramente un recorte de cartón”.
“Hay una cuarto de escobas con numerosas herramientas y las herramientas parecen herramientas reales, pero no pueden usarse”.
“La música de Spelunky incluye algunas canciones de que no suenan muy a menudo y otras que suenan muy a menudo”.
“El juego [Gone Home] se desarrolla por completo en la casa epónima. La casa está empapelada con papel morado en algunas habitaciones y tiene una escalera grande de madrea en la entrada”.
“Gone Home no incluye ningún fantasma. Hay un juego de mesa en la casa que es sobre fantasmas, pero los propios fantasmas no están presentes”.
“A lo largo del juego [Mass Effect 3], el jugador puede tomar varias decisiones, como cometer un genocidio o permitir a una periodista con una camiseta ajustada blanca de tirantes unirse a la tripulación”.
“Hay muchos aliens que se parecen entre ellos, excepto por que a veces llevan diferente ropa”.
No es la primera vez que alguien responde así a la demanda de la audiencia. Jim Sterling, una de las firmas más conocidas del mundillo, respondió a los lectores que criticaban su opinión de Final Fantasy XIII con una crítica “sin manipulaciones”, pero llena de intención. “El sistema de combate es un sistema de combate”, escribía Sterling, “ Los jugadores tienen la opción de reiniciar un combate si no les va bien, lo cual puede parecerte útil o no, según tus preferencias personales”. “El juego tiene gráficos y sonido. Los gráficos se ven con los ojos y los sonidos se escuchan con los oídos”, seguía, “Si compras Final Fantasy XIII y te gusta, entonces te gusta Final Fantasy XIII; y si no te gusta, entonces no te gusta Final Fantasy XIII”.
Otro caso es el de Samantha Leigh Allen, que escribió un artículo sobre el polémico (y, por lo visto, estupendo) Dragon’s Crown, el juego de la bruja de pechos descomunales, en clave feminista. Hay pocas cosas que alteren más a ciertos sectores de la comunidad ‘gamer’ que la lectura de los videojuegos en clave de género, así que me puedo imaginar que lo más suave que le dijeron a la autora tenía que ver con la objetividad del texto. Leigh Allen también contestó con una crítica objetiva: “Dragon’s Crown se juega con un mando. El mando se sujeta con las manos mientras diriges tus ojos a la televisión”, decía.
En estos casos, el sarcasmo está mucho más claro, pero parece que Objective Game Reviews realmente quiere dar a los lectores lo que piden (aunque sea algo absurdo, añadiría yo). “Las cosas que hacen que un análisis subjetivo sea bueno no suelen funcionar bien en una review objetiva”, asegura Danny, “Pero decidir si son mejores los textos objetivos o los subjetivos no es cosa nuestra. Dejamos a los lectores que decidan qué les gusta más”.
Volviendo al principio del artículo: la crítica objetiva no solo es absurda, también es imposible. Solo con el hecho de elegir qué aspectos del juego reseña y cuáles no, cuánto espacio les dedica y cuándo los menciona, Danny ya está inyectando subjetividad en sus textos. Además, todos ellos acaban con una nota que, en definitiva, es un juicio de valor.
“Creemos que la gente que quiere reviews objetivas también quiere reviews con una puntuación al final”, explica Danny, “creemos que es importante poner la nota porque estamos intentando llenar ese espacio”. En el FAQ de la web, defienden que sus notas son objetivas porque “el número tiene en cuenta toda la información relevante sobre el juego, incluida la historia del juego y su historia” y asegura que “si no estás de acuerdo con una review, probablemente es porque tienes una opinión sobre el juego que no se corresponde con los hechos objetivos”. Insisto: creo que se trata de una broma muy bien hecha, pero es importante subrayar sus contradicciones.
Mientras escribía esto me encontré con una breve reflexión del maestro John Tones sobre el tema. Narra su primer encontronazo con lectores sedientos de objetividad cuando trabajaba en la revista Superjuegos Xtreme: “Intenté explicar que una crítica es un subgénero del periodismo de opinión, y por tanto, está completamente sujeta a la subjetividad del autor”, cuenta, “el concepto de ‘opinión objetiva’ se me ha aparecido, desde entonces, en pesadillas de todo jaez”. Tones explica que el crítico no puede ser “alguien que adjudicara números a un producto que ha tardado años en gestarse, es ridículo y un poco denigrante” y que “el buen periodismo de videojuegos debería ser un traductor de código, no un verdugo cultural”.
Al final, la objetividad y la idea de la puntuación como representación empírica de la calidad de un videojuego, una película, una canción o la última novedad en bollería industrial, reduce el papel del periodista a eso: un verdugo, un portero de discoteca, una guía de compras. Si me dan elegir entre escribir la parte de atrás de la carátula e intentar hacer el “periodismo de viajes a lugares imaginarios” que proponía Kieron Gillen en su manifiesto del Nuevo Periodismo de Videojuegos, tengo cara mi respuesta. El lector, que siga pidiendo opiniones objetivas, si quiere.
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La imagen de la cabecera pertenece al videojuego The Stanley Parable. Tenemos que hablar sobre él seriamente.