«Soy yo y mis circunstancias” debe ser cambiado por “soy yo y mis trocitos”. Es decir, los fragmentos que hay míos desperdigados en las redes sociales, en los correos electrónicos, en las conversaciones telefónicas y de mensajería instantánea. Sí, soy yo y mis trocitos, o al menos, eso soy para ti.
Enseguida vuelvo es un capítulo de Black Mirror que juega a reunir los trocitos de una persona fallecida.
El argumento es sencillo: una mujer enviuda y contrata un servicio en la nube que le permite hablar con su difunto marido. Realmente habla con un programa que ha recogido todo lo vertido en la red por el muerto: sus comentarios en las redes sociales, sus imágenes, sus encuestas, sus correos privados… Es un bot avanzado (un programa que interactúa con el usuario según unos patrones).
A menudo hablamos siguiendo un guión
Más sencillo… Si preguntas a tu madre o a tu pareja o tu hermano, tendrás una respuesta conocida:
—¿Dónde tengo las llaves?
—Matarile —mi pareja.
—¿Dónde tengo las llaves?
—Cualquier día pierdes la cabeza —dice mi madre.
—¿Dónde tengo las llaves?
—En el último sitio donde las dejaste —dice mi hermano.
Por supuesto, uno también responde según un guión.
En cierto modo somos tan predecibles… (Incluso ‘ser diferente’ es lo predecible de algunas personas). Pero eso hace posible que unos estemos con otros: de alguna manera sabemos qué nos encontraremos en el siguiente minuto.
Nos gustan tres o cuatro cosas, digamos, y si la otra persona lo sabe y lo da, nos consigue, o nos dejamos conseguir.
Nos enamoramos de los trocitos de los demás
Esas tres o cuatro cosas son trocitos agradables de realidad. Porque nos dejamos seducir o enamorar por fragmentos pequeños. Y para esto, lo físico no es necesario, incluso es un estorbo. Lo físico es continuidad. Eso explica por qué hay relaciones virtuales que no prosperan. Unas canciones en Youtube, unas imágenes divertidas intercambiadas, charlas virtuales que permiten el tiempo justo para ordenar la cabeza y no decir una tontería…
La protagonista de Enseguida vuelvo está enamorada de esos trocitos… De las conversaciones más o menos triviales que mantiene con el bot de su esposo. Cuando la posibilidad de dar cuerpo al bot se materializa, la magia de las palabras sueltas y de las canciones compartidas desaparece. Volvamos a los trocitos virtuales…
¿Realmente la tecnología devolvería un clon de nosotros?
Quizá la técnica haga posible en un futuro cercano la creación de un clon tomando como base la información depositada en las redes sociales. Uno se pregunta… si la tecnología existiera ahora en fase beta y pidieran voluntarios… Si esa tecnología solo admitiera los últimos tuits, las últimas actualizaciones de Facebook, los últimos vídeos vistos en Youtube, los dos o tres últimos correos electrónicos… ¿Qué imagen clonaría de nosotros? ¿Se acercaría a la realidad? ¿El resultado sería distorsionado?
Me he puesto como sujeto del experimento empleando mis últimas intervenciones en las redes sociales.
¿Qué conclusión podría tener el programa de clonación de mi persona? ¿Que me gustan las patatas fritas, liberar libros y fotografiarme de lado?
¿Y tú? ¿Puedes recoger tus últimos trocitos y reconocerte en ellos?