El objetivo es llegar a “una deforestación neta igual a cero”. A eso se comprometieron en Bonn (Alemania), en 2008, 67 gobiernos del mundo adheridos a este acuerdo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). La fecha límite es 2020 y lo que se pretende, prometen, es evitar la imparable desaparición de bosques y selvas, cuyas talas y quemas suponen un 10% de las emisiones de carbono a la atmósfera. Todos firman y nos vemos para la fecha. La cuestión es: ¿quién controla que se estén haciendo los deberes?
Ahora hay quien puede levantar la mano. Global Forest Change es una herramienta inventada por el equipo de Matthew Hansen, profesor en la Universidad de Maryland (EE UU), en colaboración con Google Earth, que consiste en un mapa terrestre ampliable que muestra la evolución de todos las zonas boscosas del mundo desde el año 2000 hasta el 2012.
El mérito de la hazaña es que con su programa se crea un lugar en internet donde, a través de satélites, se puede visualizar cada rincón arbóreo del planeta a una escala de 30 metros y en definiciones sin precedentes. La amenaza es que ahora la sociedad tiene un arma para denunciar a los gobiernos que incumplen sus promesas verdes.
“Antes los mapas de deforestación eran estáticos”, dice el profesor Hansen. “Nos marcaban puntos de deforestación, pero no cómo ni cuando había sido exactamente. El caso es que disponemos de satélites que están registrando todo continuamente. Se pueden utilizar también para esto”.
El desarrollo del equipo de Maryland, que fue publicado en la revista Science, puede identificar al detalle en qué parte del mundo crecen bosques y en cuál fueron destruidos en los últimos 12 años (un análisis que pretenden continuar). A través de la información que prestan las 600.000 imágenes satelitales que han recogido, pueden ofrecer un mapeo pormenorizado de ese periodo de los espacios naturales, la pérdida o su extensión. El nivel de eficacia de las vistas permite diferenciar las consecuencias de fenómenos como el fuego, las talas, o los desastres naturales.
“Con una visualización pormenorizada y viendo la evolución del suceso te das cuenta rápido de muchas cosas. Por ejemplo, Sumatra ha perdido más del 50% de su zona forestal en los últimos 30 años y Paraguay se queda sin árboles a una velocidad alarmante debido a la construcción de ranchos de ganado”, indica el profesor.
La aplicación no solo sirve para ver cuánta naturaleza ha arrancado un huracán en Alabama o la cantidad de troncos que se quitan del medio para hacer minifundios en Mozambique. Es, primero, “un mapa que permite investigar también qué ocurre en zonas boscosas que son de muy difícil acceso, donde nunca nos enterábamos qué estaba pasando”, y segundo, “un sistema de control social”.
Las organizaciones ecologistas denuncian que algunos gobiernos recurren a un sistema de compensación arbórea para disponer de ese porcentaje invariable de área boscosa al que se han comprometido. Una práctica que prohíbe expresamente el acuerdo de Bonn. Los denunciantes verdes esgrimen que algunos países comenzaron a cultivar granjas o plantaciones productivas, como la celulosa, y las cuantificaron como zonas boscosas. Y los científicos aportan al despropósito de tal pericia gubernamental que lo negativo de la deforestación no es solo la pérdida de extensión de los bosques, sino que la tala y la quema en sí ya provocan unas emisiones de CO2 a la atmósfera que alcanzan las 150 toneladas de carbono por hectárea afectada.
“En Global Forest Change hemos adaptado la tecnología de Google para poder ver todo eso. La gente puede comprobar desde su smartphone, su tablet o su computadora dónde han estado desapareciendo nuestros bosques o dónde se hicieron nuevas plantaciones. Ahora se puede ser consciente de una situación que antes se nos hacía invisible. Ahora conocemos”.
Queda por saber si la verdad verde que desvelan Hansen y sus compañeros serviría para que la sociedad presione a sus gobiernos a cumplir los pactos.