¿Una fotonovela en pleno siglo XXI? ¡Qué ‘Mondo Difficile’!

Pues verás, una fotonovela era una especie de tebeo solo que en lugar de dibujos había fotos y actores. Fueron muy famosas en los años 60 y 70 del siglo pasado y contaban historiones de amor al estilo de Corín Tellado, pero más modernitas. Si quieres más información, pregúntale a tu abuela, aunque quizá te diga que eso solo lo leía cuando iba a la peluquería a hacerse la permanente. Pregúntale también, ya que estás, qué es una permanente.

Pues eso que lo petó en tiempos de tu abuela es lo que recuperan ahora el periodista y escritor Germán Pose y el fotógrafo Ricardo Rubio en una novela gráfica titulada Mondo Difficile (Atlantis Ediciones, Serie Gong).

Resulta difícil calificar esta obra. Parafraseando la crítica sobre Lola Flores que se atribuye erróneamente al New York Times, no es una novela, no es un cómic, no se lo pierdan.

Mondo Difficile

Mondo Difficile está compuesto por nueve fotorretalos —así los define su autor, Germán Pose— que juegan con el asombro, el humor, la ironía, el absurdo, la tragedia, el drama y la comedia con un lenguaje muy cinematográfico. No solo por lo obvio, que es la fotografía, sino por cómo se planteó Pose su escritura, a modo de guion.

«Primero fueron apuntes; yo trabajo con apuntes, sensaciones, pequeñas observaciones de la calle —explica el periodista y escritor—. La barra de un bar suele ser mi mesa de trabajo. Me gusta estar solo en una barra de bar, escuchar, fijarme, tener curiosidad por lo que me rodea. [Emil] Cioran, uno de mis inspiradores, dejó dicho que la mezcla de lo cotidiano con la metafísica deriva en la irrisión. Y de eso se trata. Las voces de la calle, si uno se fija bien, son tremendas, absurdas y dan mucho juego».

Germán Pose y Ricardo Rubio. Fotógrafa: Marivi Ibarrola

La idea de que Mondo Difficile fuera una fotonovela partió de Pose. Fue entonces cuando recurrió a su amigo Ricardo Rubio, con quien ya había colaborado en su libro La mala fama, para que se encargara de las fotografías. Y a Rubio le pareció una idea brillante. «Una locura como proyecto, pero brillante. Sé que podíamos disfrutar, pero también sabía que suponía un reto muy ambicioso. Muchos fotógrafos (algunos muy reconocidos)  se acercaron al proyecto, pero ninguno se decidió a quedarse», cuenta Rubio.

¿Pero por qué una fotonovela en tiempos de los NFT?

«La fotografía siempre es un ejercicio de narración de la realidad. Al final, todas las fotografías tienen que contar una historia. A veces real, a veces inventada. El caso es que en una fotografía siempre tiene que haber algo detrás. Y al final esto es narrativa fotográfica: contar en una o varias imágenes una historia», responde Ricardo Rubio.

«Eso era la fotonovela y eso es Mondo Difficile: fotorrelatos contados desde el encuadre de una serie de fotogramas. Una manera diferente de mirar el mundo con enfoques y planos inoportunos que espero llamen la atención del lector».

«La fotonovela era un asunto que me fascinó desde que me lo descubrió mi tío Antonio Bañón, todo un dandy, un personaje elegante, fino y discreto, cuando yo tenía 10 años y vivía en Palma de Mallorca por asuntos familiares. Él era un gran aficionado a aquellas fotonovelas clásicas, melodramas puros y duros, y compartíamos juntos su lectura. Y ahí se quedó la historia. Pasó el tiempo, y siempre me quedó grabado ese formato», explica Germán Pose.

«Después de algunas obras publicadas tenía un montón de historias apuntadas en mi libreta y no tenía claro qué hacer con ellas. No quería escribir una novela, género tan manoseado, y pensé en hacer algo distinto, que no hiciera nadie, construir una obra original y única en el actual mercado editorial. Y entonces pensé en transformar mis relatos en aquel género extinguido de la fotonovela. Y me lie en el asunto. Todo un lío descomunal pero fascinante».

Y tanto que fue un lío, porque ambos creadores describen la puesta en marcha del proyecto como algo muy complicado, a pesar de que intentaron tender a una producción lo más sencilla posible. Primero toparon con un presupuesto muy limitado, «teniendo en cuenta que había que acometer la labor de seleccionar personajes y localizaciones interiores y exteriores», describe Pose.

«Estas nueve historias están concebidas en la Comunidad de Madrid. Muchas de ellas en Pozuelo de Alarcón, donde residimos Germán y yo», añade Rubio. «Los procesos de selección de personajes, localizaciones, atrezzos y equipos técnicos han sido un dolor de cabeza en muchas ocasiones, pero hemos tenido en nuestros amigos, familiares etc., una inestimable ayuda».

Muchos de esos amigos a los que recurrieron eran artistas reconocidos, pero no todos aceptaron hacerlo, cuenta Pose, sobre todo en el caso de determinados papeles femeninos.

«La dirección de los procesos creativos, el ensamblaje de las escenas, la dirección de actores en cada escena, el proceso de selección de los fotogramas, la edición de las mismas, la maquetación y remate final de cada historia ha sido un largo y costoso proceso desde donde, al menos yo, he aprendido y disfrutado a partes iguales», concluye Ricardo Rubio.

Solventados esos problemas, tocaba encarar el rodaje. Aunque Rubio se encargaba de la cámara, Pose era quien daba las instrucciones a los actores. «Asumí el papel de escritor, guionista y director de la historia. Cada historia la concebí como una película, me convertí en un director de cine. Primero escribí el guion y luego había que plasmar cada secuencia como en una película. Tenía en la cabeza cada acción, movimiento, detalle. Todo estaba estudiado y se lo trasladaba a Ricardo, que me siguió con toda su destreza».

«Hay que dirigir cada escena como si de una película se tratara. Los personajes deben comportarse de acuerdo a un guion. Pero lo más importante es que cuando la escena se realiza, al contrario de las películas en que la acción significa que todo se mueve, aquí es que todo se detiene para captar la esencia del guion», matiza Rubio.

«A veces es importante que el posado esté definido pues no hay demasiadas interpretaciones sobre los textos que regirán las viñetas. En otras he dejado a los actores libertad de movimientos para captar el momento con diferentes tomas que nos dieran varias opciones. Date cuenta de que he podido disparar entre 15.000 y 20.000 fotografías para construir las nueve historias».

De los nueve fotorrelatos, solo uno, el último, es en color. El resto están en blanco y negro. Rubio optó por ese formato desde el primer momento. «Digamos que por estética y porque nunca vi en las historias que teníamos que contar un mundo de colores. Más bien vi referencias constantes a los clásicos, y ese tipo de narrativa que nos daba margen para mantener mayor distancia entre los fotogramas y la realidad nos permitía jugar con la ficción de los personajes. Desde el minuto uno siempre imaginé este libro en blanco y negro».

Aunque cada una de las historias de Mondo Difficile no tienen más hilo en común que el «espíritu del romántico delirio» de su autor, sí tienen todos ellos un tinte surrealista, «entendiendo el asunto como producto de un arrebato del subconsciente», explica Pose.

«El último relato quise que fuera en color como un canto inocente a la fantasía perdida de encontrar el sitio; un chico y una chica juntos en una playa, y no pasa nada y pasa todo. Un respiro en color después de la tensión vertiginosa de los cuentos anteriores. El relato empieza con dos fotogramas en negro. “¿Por qué está todo tan oscuro?”, pregunta un personaje que no se ve. “Porque al principio todo está oscuro”, responde el otro. Ese diálogo tan naif pertenece a una película muy nombrada que no voy a decir aquí, seguro que algunos sabrán a qué me refiero. La idea era transmitir la sensación de hallar un momento de placer. Es muy inocente y minimalista, es posible, pero encierra toda una carga de poder invencible».

Es posible que, al leer estos relatos, a ratos absurdos, a ratos trágicos, pero cargados de humor y de ironía, se perciba cierto airecillo canalla de la Movida, donde todo —dicen—, al menos en cuanto a creatividad se refiere, era bastante más libre.

«Las historias de este libro tienen un aire canalla y emocionante a la vez, inocente, fantástico y romántico. Luego derivan al delirio, al absurdo. Hay muchas referencias cinematográficas y literarias que he revuelto a mi manera», corrobora Germán Pose. «Y, bueno, sí, ahora somos menos libres, más acomplejados, nos autocensuramos por la mierda de lo políticamente correcto y esas gilipolleces que han traído los pijos progres que nos someten. Se ha perdido la esencia de la poesía y nadie sabe ya lo que vale un peine».

Lo cierto es que Pose hace su particular retrato del mundo en el que vivimos, donde muchos recurren a chats de citas para ligar y relacionarse y donde los egos se potencian en internet y en redes sociales. ¿Acaso esta sociedad nuestra solo podía ser retratada bajo el prisma del humor absurdo?, le preguntamos al periodista y escritor. ¿Buscaba quizá hacer crítica social?

«Me defino en cada línea que escribo. La sociedad, tal como va, está abocada al fracaso y cada vez hay más gilipollas, no dejan de crecer; pero no soy tertuliano de esos charlatanes de televisión de tercera. En ese capítulo del chat —Senderos de sangre—, me basé, una vez más, en un comentario suelto que escuché de un amigo aficionado a ligar por las redes. Yo nunca lo he hecho, pero le pregunté: ¿Y tú que les requieres a las chicas con las que quedas? Y él me dijo, sin inmutarse: a mí me da igual su aspecto físico, solo pido que no sean senderistas. Y me descojoné, lo apunté y me sirvió para escribir un relato delirante».

En las páginas de Mondo Difficile, lo mismo encontramos al fantasma de Bukowski que vuelve al mundo para echar un cable a un actor novel como a un muerto novato que no asume que está muerto, o a un pintor abstracto que tiene que vérselas con la rebelión de su mano derecha. Como escribió Emil Cioran, uno de los referentes de Pose, «en cuanto se mezcla lo cotidiano con la metafísica tenemos la irrisión».

«Todo lo que me impresiona es un referente. Ya lo he comentado, desde el albañil que llega por la mañana al bar para beber su trago de coñac hasta la lectura de Cioran o una película de John Ford —explica el autor de la fotonovela—. Por esta obra se cruzan Becket, Bukowski (mi gran poeta), Buñuel y Nicholas Ray. Si tienes valor y eres fino, del hueso de una aceituna puedes construir una historia. Pero hay que estar en la calle, y sobre todo, aguantar y saber hacerlo. Es verdad que luego el hígado te pasa la factura, pero es un mondo difficile».

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