El arquitecto Joaquín Vaquero ha pasado a la historia por ser la persona que dotó de extraordinaria belleza a unos edificios tan brutalistas como las centrales hidroeléctricas.
Hijo de uno de los fundadores de la compañía Hidroeléctrica del Cantábrico, entre sus trabajos más importantes se encuentran cinco centrales para la producción de energía eléctrica construidas en Asturias por encargo de esa empresa, que se beneficiaba de la política de la época tan amiga de construir pantanos y presas.
La primera de ellas, situada en la localidad de Salime, fue erigida entre los años 1945 y 1955 y, un año más tarde, comenzó la construcción de la de Miranda. A esas les siguieron Proaza (1964-68), Aboño (1969-1980) y ya en los años 80, Tanes.
La intención de Hidroeléctrica del Cantábrico fue, como explica Joaquín Vaquero Ibáñez, nieto del arquitecto, construir «centrales con una vocación de valor añadido a través del arte. De convertirlas en símbolos no solo industriales, sino también contemporáneos de lo que es la representación y la combinación de las artes totales».
Para ese cometido, nadie mejor que Vaquero Palacios que, además de arquitecto, era escultor, pintor y estaba al tanto de las nuevas tendencias artísticas gracias a sus constantes viajes por el extranjero y por haber dirigido la Academia de España en Roma.
Aunque esa idea de mezclar arquitectura y arte pueda resultar chocante en la actualidad, como recordaba David García-Asenjo en un artículo sobre Vaquero-Palacios publicado recientemente en la revista Vanity Fair, «hubo un tiempo en el que era inconcebible que una obra de arquitectura contemporánea no estuviera acompañada de muestras del arte de su época. (…). Incluso los portales de las viviendas tenían su modesta pieza de arte que daba personalidad a cada comunidad».
Fiel a esa tradición y con objeto de cumplir las peticiones de Hidroeléctrica del Cantábrico, el arquitecto ovetense creó una serie de edificios que eran verdaderas obras de arte no solo en lo que se refiere a su aspecto exterior, sino también en sus interiores. Tanto es así, que la reproducción de imágenes de esos edificios está gestionada por VEGAP, institución que vela por los derechos de autor de los artistas plásticos.
Esa especial protección del trabajo de Vaquero Palacios por parte de VEGAP es fácil de entender cuando se ve la manera en que el arquitecto concibe y decora las zonas comunes, las oficinas o las salas de turbinas, en las que incorpora murales pictóricos y piezas de mobiliario diseñadas expresamente para ese entorno de dimensiones inusuales, espacios diáfanos y alturas de vértigo que, en palabras de García-Asenjo, en ocasiones recuerdan a catedrales y en otras, a la guarida del Dr. No.
Hasta el próximo 6 de mayo, el Museo ICO de Madrid presenta Joaquín Vaquero Palacio. La belleza de lo descomunal, una exposición comisariada por su nieto, que repasa la obra de este arquitecto a través de casi un centenar de fotografías, planos y piezas originales procedentes de las centrales y mobiliario de las mismas como, por ejemplo, lámparas.
Además, una línea de tiempo señala los momentos más destacados de la vida del arquitecto para contextualizar el proceso de creación de esos proyectos y entender cómo convivían con otras obras en curso o con los compromisos sociales de su autor, entre los que estaban pasar un rato con Salvador Dalí o Pablo Picasso. En definitiva, una propuesta expositiva rigurosa pero pensada, según Joaquín Vaquero Ibáñez, para crear una experiencia visual «lo más cercana posible al espectador y nada sesuda».
Además de por la exposición del Museo ICO, la obra de Vaquero Palacios está de actualidad gracias al colectivo Cortaypega, que ha puesto en marcha una campaña de crowdfounding para financiar la edición de un recortable que reproduce la central de Proaza.
«Elegimos este edificio porque formalmente es muy potente, muy expresivo. Su aspecto externo podría parecer pensado desde la papiroflexia. Por eso, era cuestión de tiempo que hiciéramos un recortable de este edificio», explica Fernando Jiménez, miembro de Cortaypega.
A diferencia de la mayoría de recortables de este colectivo, el dedicado a Vaquero Palacios tiene el tejado practicable para que el espectador pueda ver uno de los aspectos más llamativos del edificio: la sala de turbinas con sus coloristas maquinarias y sus murales de motivos geométricos en rojo, blanco y negro.
«Nuestra colección busca tener algo especial. Tal vez hacer recortables de La Alhambra, por ejemplo, fuera más rentable, pero el proyecto Cortaypega nació para hacer un tipo de recortables de arquitectura moderna española que no estaban en las tiendas. Además, intentamos ser muy fieles al edificio, y lo cierto es que siempre hemos tenido un poco esa desazón por centrar nuestros recortables únicamente en el aspecto formal, en el exterior».
«Cuando visitas Proaza, su interior impresiona muchísimo, tanto o más que el exterior, por su escala, sus proporciones, su estética. Me pareció más interesante dar ese salto cualitativo y contar también el espacio interior del edificio, aunque evidentemente hay algunas simplificaciones derivadas de la escala elegida, que es 1:150, y del propio material, el papel».
Otra de las características de los interiores de los edificios de Vaquero Palacios son los miles de detalles que, como el mobiliario, hacen el lugar aún más atractivo. Algo que esa simplificación que exige el recortable impide reproducir en su totalidad.
«La de Vaquero Palacios es una obra integral en la que se cuidó hasta el último detalle. Pero entendimos que no era ni viable, ni necesario, ni conveniente que un recortable llegase a abordar todas esas cuestiones. El montaje del recortable no se puede convertir en una labor infinita para la que se requieran grandes habilidades y precisión. Naturalmente, para montar nuestras piezas hace falta cierto esfuerzo, pero tampoco queríamos convertirlo en trabajo de relojero».
En esta ocasión, parece que el trabajo de relojero les ha tocado a los responsables de Cortaypega que, para poder sacar adelante el ambicioso y complejo proyecto de la central de Proaza, han tenido que poner en marcha un proceso de micromecenazgo.
«En esta ocasión el recortable será en A2, con algunas láminas impresas a doble cara. Así que, entre unas cosas y otras, hemos sufrido un notable incremento de costes de impresión, transportes… Además, los derechos de autor del conjunto de la obra de Vaquero Palacios son gestionados por VEGAP y, naturalmente, había que adquirir la correspondiente licencia. En ese aspecto, tenemos ayuda económica del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias, pero como no era suficiente, consideramos que esta era una ocasión idónea para que el recortable de Proaza fuese un poco cosa de todos, un logro colectivo».