Entre procesión y procesión, fiesta y fiesta, la Semana Santa nos ha dejado tiempo para rastrear los bajos fondos de la enciclopedia más famosa de la Red en busca de historias sorprendentes. ¿Sabías que Van Gogh fue misionero hasta que le expulsaron por ceder su vivienda a un indigente? ¿Y que el verdadero hombre sin rostro nada tuvo que ver con Juego de tronos? Nosotros acabamos de enterarnos.
Alimento para piojos
Durante la ocupación nazi de Polonia en la Segunda Guerra Mundial, la universidad de la hoy ucraniana Leópolis ofreció a los intelectuales del país una alternativa desagradable, pero sin duda preferible a los campos de concentración nazis. Por aquel entonces, la única forma de producir una vacuna eficaz contra el tifus era alimentar a las larvas de piojo con sangre humana. Los sujetos que se prestaban la investigación corrían cierto riesgo de contraer la enfermedad, pero a cambio estaban mejor alimentados que la mayoría y se libraban de lo peor del Holocausto.
Ventiladores asesinos
Se trata de una leyenda urbana que atemoriza a los coreanos del sur desde principios del siglo XX, cuando los ventiladores llegaron al país. Según la creencia, dormir en una habitación cerrada con un ventilador eléctrico en marcha puede provocar la muerte, ya sea por hipotermia (demasiado frío, cosa que estos aparatos no producen) o por asfixia (sustitución del oxígeno por dióxido de carbono). Se desconoce el origen de este mito sin fundamento, aunque los expertos sí han advertido acerca del peligro que entraña dormir con un ventilador en marcha cuando la temperatura es superior a los 37 grados (podría acelerar el agotamiento a causa del calor).
Van Gogh el misionero
En enero de 1879, el célebre pintor impresionista marchó como misionero al distrito belga de Borinage, cuyos habitantes vivían fundamentalmente de las minas de carbón. Como muestra de apoyo a los más pobres, cedió su cómodo alojamiento en una panadería a un indigente y se mudó a una pequeña cabaña en la que dormía sobre paja. Cuando se enteraron, por un chivatazo de la mujer del panadero, las autoridades eclesiásticas decidieron expulsarle por «socavar la dignidad del sacerdocio».
El que avisa no es traidor
Uno de los padres fundadores y el primer presidente de los Estados Unidos, George Washington, advirtió en su discurso de despedida de los peligros que entrañan los partidos políticos en un sistema democrático. Los consideraba una amenaza que aleja a los gobiernos de sus auténticos quehaceres, genera animadversiones y envidias entre colectivos y, entre otras cosas, sirve a las naciones extranjeras como instrumento para ejercer su influencia e imponer su voluntad. La alternancia en el poder de dos formaciones, señalaba, «es en sí misma un despotismo espantoso».
El fabricante de lluvias que inundó San Diego
Tras completar varios encargos con éxito, Charles Hatfield, un famoso rainmaker (pluvicultor o fabricante de lluvias) estadounidense de principios del siglo XX, fue contratado por la ciudad de San Diego en 1916 para acabar con la sequía. Su método, basado en la evaporación de una mezcla secreta de 23 componentes químicos, hizo llover durante 15 días provocando que los cauces secos se llenaran, las presas se desbordaran y se produjeran grandes pérdidas materiales. La lluvia cesó a modo de tregua, pero volvió a arreciar al par de días con efectos si cabe más devastadores. La cifra de muertos ascendió a veinte y, por supuesto, no cobró por su trabajo. No obstante, la reputación de Hatfield, cuya labor era cuestionable y probablemente fruto de la casualidad, no hizo sino aumentar a causa del incidente.
Los artistas que quemaron un millón de libras
Una década después de los hechos, uno de los protagonistas confesó a la BBC que estaba arrepentido. No era para menos. En agosto de 1994, el dúo artístico K Foundation, compuesto por Bill Drummond y Jimmy Cauty, tuvo la genial idea de quemar un millón de libras, a la sazón toda la fortuna que habían amasado con el grupo de pop The KFL (uno de los más famosos de Reino Unido a principios de aquella década). Grabaron en vídeo la barrabasada y emprendieron una gira preguntando a la gente sobre sus motivaciones. ¿Fue un delito? ¿Un sacrificio? ¿Una locura? ¿Una inversión? ¿Arte? ¿Un alegato político? Más bien, tal como admitió Drummond en 2004, un error.
El hombre sin rostro
Nada tuvo que ver con los sicarios cambiacaras de Juego de tronos, pero Ray Robinson también sembró el terror en el oeste de Pennsylvania durante la segunda mitad del s. XX. Terriblemente desfigurado desde la infancia a causa de un accidente eléctrico, el hombre sin rostro (Charlie No-Face) solo podía salir de su casa por las noches sin arriesgarse a desatar el pánico. Aun así, la leyenda pasó de padres a hijos, casi como un relato de terror y casi siempre ignorando que el protagonista existía y era un buen hombre, querido por sus parientes y vecinos. Valar Morghulis.
Fotos: haru__q (Flickr) y Wikimedia Commons
El grupo era The KLF (no KFL), y su flipante historia (culminada con la quema del millón de libras) dio para un libro muy guay titulado «Caos y magia».