Ni a tu madre ni al cuñado ni al vecino ni a la de la farmacia… o a los medios de comunicación. No los escuches.
¿Nunca has sentido respeto por visitar un país y, una vez allí, no te explicas el porqué de tanto temor? Yo sí, hasta el punto de ruborizarme por ello. Y aún me sigue ocurriendo. El miedo es capaz de mutar a prejuicio, y hay que luchar por revertirlo.
Temores que escucho siempre que se hace referencia al barrio de mi infancia —uno de los más humildes de Madrid, Pan Bendito— como si se tratara del mismísimo Bronx de los 80. Te mentiría si dijera que allí se rodó Barrio Sésamo o que la palabra convivencia existiera en muchas de las comunidades de vecinos, pero te aseguro que he tenido una niñez y una adolescencia de lo más feliz y tranquila. Algo similar ocurre con países de seguridad dudosa, en los que, aplicando un poco de sentido común, no tiene por qué suceder nada, y en los que tú también te sentirás culpable de tal recelo.
Hace varios años conocí a un chico colombiano en Madrid. A la inevitable pregunta sobre la seguridad en Colombia, la respuesta fue: «Es seguro, siempre y cuando “no des papaya”» (no ostentes ni des motivos para ser robado). Esta respuesta no me convenció. Sentía que un lugar donde no se pudiera sacar la cámara o hablar por teléfono en mitad de la calle no era un sitio seguro.
Años más tarde, visité las islas Lofoten, en Noruega. Me asombró ver cómo la gente se bajaba de sus coches para hacer la compra o realizar unas gestiones, dejándose el vehículo arrancado. En el mismo instante que pronunciaba la frase «anda, que si esto lo hacen en Madrid…», me acordé de la conversación con mi amigo colombiano. Aplicando el mismo criterio, Madrid sería una ciudad insegura, ¿verdad?
No quiero banalizar la seguridad ni pretender fingir ser el más valiente. Claro que hay lugares de incierta coexistencia que se deben evitar. Sin embargo, muchas otras veces confundimos costumbres o culturas diferentes con inseguridad. En la mayoría de las ocasiones, si tratamos de profundizar y empatizar, terminaremos entendiéndolas.
Pero no nos centremos solo en la seguridad, voy a compartir algunos ejemplos de situaciones que, a priori, desde casa, podrían parecer distintas a lo que en realidad me encontré en el destino.
Conducir en Georgia es una locura
Soy amante de la libertad de movimientos y de viajar a un ritmo pausado. Siempre trato de alquilar un coche para ser yo el que controle mi tiempo. Me siento más cómodo que siguiendo un viaje organizado o con un guía. Las opiniones que iba recopilando, tanto desde internet como de amigos o conocidos que habían visitado Georgia, eran catastrofistas. «Estás loco, si quieres conducir allí». «Te vas a matar».
Y, sí, conducen rematadamente mal. Pecan de impacientes y se juegan la vida en muchas ocasiones, pero te aseguro que la jungla de ciudades como Madrid, Roma o Lisboa no le van a la zaga. Tras 10 días conduciendo en Georgia, no vi ningún accidente. Disfruté de viajar despacio en un país que así lo requiere.
Jordania durante la Primavera Árabe
Era 2013. Veníamos de unos años convulsos. Muchos países árabes se habían levantado en protestas contra sus gobiernos, en busca de democracia. Jordania lo hizo tímidamente con manifestaciones minoritarias que no tardaron en ser sofocadas.
Eran ya varios años en los que Petra permanecía clavada en mi cabeza, tan firme como una astilla. Decidí quitármela y visitar Jordania, ante la desaprobación de todo aquel al que preguntaba. Fueron nueve días recorriendo el país de norte a sur en coche. Ni rastro de una simple protesta o de cualquier atisbo de violencia. Charlando con ellos daba la sensación de que la Primavera Árabe era, para los jordanos, algo tan lejano como lo podía ser para mí.
¡Ah, sí! Durante el viaje sufrí un timo de ¡50 euros!… Me resultó tan peligroso que volvería año tras año.
Viaje a Marruecos, el mismo día de los atentados de Bruselas
Visitaba Marruecos por sexta vez. Al mismo tiempo que volábamos hacia Fez, se sucedían varias explosiones en el aeropuerto de Bruselas. El dueño del Riad —alojamiento marroquí— nos recibió, y sin dejarnos tan siquiera articular un hola, se disculpó. «Lo siento mucho por los atentados. No todos somos así».
Marruecos, por cercanía y choque cultural, es el mejor antídoto para muchos de esos prejuicios que portamos como una gran losa. Fue el primer país que visité fuera de Europa y uno de los culpables de que no haya querido dejar de viajar. Espero que la séptima visita llegue pronto.
Terremoto en Myanmar, agosto del 2016
Una semana antes de visitar Birmania, se produjo un terremoto de 6,8 de magnitud. El mayor reclamo del país, el complejo arquitectónico de Bagan, fue una de las zonas más afectadas, quedando reducidos a escombros muchos de sus templos y pagodas. Las imágenes que llegaban por televisión eran desalentadoras. Daba la sensación de que Bagan había desaparecido del mapa. Mucha gente decidió anular su viaje. Irene —mi pareja— y yo continuamos con él.
Exceptuando algún que otro incómodo andamio que estropeaba la foto, no había rastro del terremoto. Los turistas que habían vivido alejados de cualquier tipo de comunicación con el mundo se sorprendían al descubrir el porqué de las lonas azules de algunos templos. No se creían que, días antes, hubiera sucedido allí un terremoto.
Inseguridad en Filipinas
He perdido la cuenta de las veces que me han hecho esta pregunta: «¿Es seguro viajar a Filipinas?». No les culpo. Son constantes las noticias que llegan desde la prensa acerca de la cantidad de asesinatos que atesora el gobierno de Duterte, quien se ha prometido acabar con el narcotráfico del país de la manera más sencilla y cobarde. O los sonados secuestros a turistas producidos en la isla de Mindanao, a cargo del movimiento islamista Abu Sayyaf.
Me atrevo a afirmar que Filipinas está entre los dos países más seguros de cuantos he visitado. El otro es Myanmar. Filipinas está compuesta por 7.107 islas. Mindanao es una de ellas. En las otras 7.106 te protegerán y aconsejarán no visitarla.
India está sucia
En muchas otras ocasiones volvemos de un destino decepcionados. India encabeza la lista de decepciones.
La hija de la farmacéutica del barrio vino desencantada de la India. El principal motivo que me argumentó fue que la encontró sucia y con mucha contaminación acústica. Quizá a la hora de ir a reservar el viaje cogió por error el catálogo de Finlandia, creyendo que era el del país asiático.
Si de verdad deseas viajar, no escuches demasiadas opiniones. Haz caso a lo que el sentido común te marque. Y recuerda: un lugar es peligroso… hasta que se visita.
Buenas reflexiones David!!
Muy buen artículo y tan cierto que da hasta miedo.
Viajo hace 30 años por todo el mundo, muchas veces sola, y soy de América Latina (Buenos Aires, hermosa y peligrosa como una cobra) y el único inconveniente que he tenido hasta ahora fue en un tren entre San Sebastian y Barcelona en 1987, en el que me robaron mientras dormía, al igual que a varios pasajeros. espero no llamar a la mala suerte con esta confesión…
jeje a seguir con esa suerte. Gracias
Gracias david por darte el tiempo de escribir en tu blog, y las buenas reflexiones y consejos que brindas.