En tu cara y en tu cama: La vida sexual de los ácaros transcurre más cerca de lo que crees

1 de diciembre de 2017
1 de diciembre de 2017
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«Busca cómo se reproducen los ácaros». El mensaje llegó cuando llegan las mejores solicitudes: de madrugada. Por alguna razón que escapa a la lógica, estos animales invisibles que hacen llorar y moquear a millones de personas aparecieron en una de esas conversaciones que todos merecemos tener de vez en cuando.

Gracias a Google, a la curiosidad humana y, por qué no, a la predisposición al absurdo, las búsquedas más extravagantes pueden tener consecuencias tan desastrosas como fascinantes. Todo se ha preguntado ya en internet. Y si no se ha preguntado, siempre habrá algún investigador que ha dedicado los últimos años de su vida al tema en cuestión.

Una de las búsquedas más absurdas y sorprendentes tiene que ver con los ácaros y con su vida sexual. ¿Alguna vez te has preguntado cómo se reproducen? No te va a gustar: se reproducen sexualmente y lo hacen más cerca de lo que estaríamos dispuestos a consentir si pidieran permiso.

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Lo que no hemos podido averiguar es si tiene ingles el ácaro. La RAE lo define como «arácnido que no tiene separación entre el cefalotórax y el abdomen, por tener una respiración traqueal o cutánea y por vivir generalmente como parásito de otro animal o de un vegetal». En base a esta definición, lo más probable es que no tenga ingles.

Algunas investigaciones sobre la vida sexual de los ácaros son mucho más útiles que los libros de autoayuda. Detrás de ellas se esconden grandes lecciones vitales. Solo hay que buscarlas. Por eso, en Yorokobu hemos reunido algunas de las razones por las que podría interesarte el sexo ácaro tanto si te apasiona la etología como si tomas antihistamínicos, estás triste o necesitas vomitar.

Porque follan en tu cara

Los ácaros se reproducen sexualmente. Miles de ellos lo hacen en nuestra cara. Es lo que parece: tu piel es su colchón, su encimera, su carrocería, su ascensor. Un documental sobre la vida de los ácaros de la Universidad Estatal de Carolina del Norte lo explicó al detalle. National Geographic lo publicó en su web y, desde entonces, otros medios serios elaboraron titulares que son obras maestras. En algunos se percibe cierto resquemor.

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«Viven en nuestros folículos pilosos, enterrados cabeza abajo, comiendo los aceites que segregan, y de vez en cuando se arrastran sobre la piel durante la noche». Parece poesía, pero no lo es. Así describían los investigadores Megan Thoemmes y Rob Dunn la vida cotidiana de estos arácnidos en nuestra piel.

Dunn hizo afirmaciones tan inquietantes como esta: «No sabemos cuántos hay, pueden ser millones sobre tu cara. Lo que sí sabemos es que a veces salen y se aparean». Y esta: «Pero con independencia del asco que nos den, cumplen funciones muy importantes y entenderlos a ellos nos enseñará muchísimas cosas, también sobre los mamíferos».

De estas últimas palabras no es difícil deducir que sería aconsejable sentir empatía por los ácaros. ¿Hay alguien capaz de semejante hazaña? Sí: mi madre. Cuando escuchó esto, se quedó pensativa y dijo muy preocupada: «¿Quieres decir que si ahora mismo me rasco la nariz les corto el polvo a unos ácaros?».

El ácaro que nace sin nacer solo para inseminar a sus hermanas

El Adactylidium macho es el primero que sale del huevo y, todavía dentro del cuerpo de su madre, se dedica a inseminar a sus hermanas. «Lo crean o no, esa es su única misión en la vida», dice el comentarista de este documental sobre un ser más inútil que el kakapú y más vago que el koala. Acto seguido, este ácaro muere sin ver la luz. La descendencia ni siquiera sufre consecuencias genéticas a raíz del incesto.

Por si todavía no era desagradable asumir que algunos arácnidos tienen sexo sobre nuestros mofletes, gracias a este documental descubrimos algo peor. Como si de una muñeca rusa se tratara, hay ácaros que follan dentro de otros que, a su vez lo hacen en nuestra cara, sin llegar a rozarnos e incluso sin llegar a nacer.

Porque si él puede, tú también puedes

Hay una raza de ácaro que ha sido asexuada durante 3.000 años: el Crotoniidae. Tras una larga temporada autofecundándose, los machos habían quedado estériles. Un día, el Crotoniidae decidió bajar de los árboles, lugar nada propicio para la reproducción en el que había vivido durante miles de años. Su vida cambió por completo. Retomó sus antiguas costumbres y su descendencia hizo lo mismo.

Quien estuvo observando la inactividad y posterior actividad sexual del Crotoniidae fue el investigador Roy Norton, de la Universidad Estatal de Nueva York. Su hallazgo apareció publicado en la revista Science hace diez años. Nunca antes se había descubierto algo similar en otra especie. Nadie tuvo tanta paciencia viendo porno arácnido.

Norton y sus colaboradores crearon árboles genealógicos de varias especies de ácaros que les permitieron vislumbrar que el crotoniidae no siempre fue asexuado. Llevaba tanto tiempo viviendo en los árboles que perdió sus funciones sexuales. Esta es una de las razones de su inactividad sexual, según Norton, porque, dice, existe una tendencia a la asexualidad en algunas especies que pasan demasiado tiempo en el mismo hábitat.

Porque te acuestas sobre ellos

Una casa puede albergar hasta 10 millones de ácaros. Si es pequeña y se ventila y aspira a menudo, no menos de 100.000. Aproximadamente el 13% de cada colchón está ocupado por ellos. Eso quiere decir que hay alrededor de 1 millón y medio de ácaros en un colchón y algunos más entre las sábanas. ¿Por qué? Porque les encanta la oscuridad y huyen de la luz.
Todos ellos, además, defecan unas 20 veces al día y, claro, ahí mantienen relaciones sexuales. A veces lo hacen cuando tú lo haces y cuando sus incestuosos hijos lo hacen dentro de la madre. ¿Vas a seguir diciendo que nunca has participado en una orgía?

Porque hay gente que comenta artículos sobre la vida sexual de los ácaros y luego borra los comentarios.

Siempre que estés triste, recuerda esto.

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