Decía el poeta francés Alfred de Musset que el mal existe, pero no sin el bien como la sombra existe, pero no sin la luz. Y es evidente que, guste o no, la historia está marcada por un sinfín de villanos y malhechores, pero lo cierto es que desconocemos la historia de muchos de ellos.
A más de uno le sorprendería conocer el origen de las personas más desleales, infames e indignas de la historia de la humanidad. Y ese es precisamente uno de los cometidos del libro Los mayores villanos (Destripando la historia), escrito por Rodrigo Septien y Álvaro Pascual y repleto de buenas anécdotas y grandes dosis de humor.
Algunos de los personajes incluidos en el manual, como Drácula, son de sobra conocidos por el respetable. Los autores señalan que, para un gran número de investigadores, Drácula era en realidad un príncipe de Valaquia llamado Vlad aficionado a empalar a la gente.
«Vlad era algo vengativo. Invitó a cenar a la familia de los asesinos de su padre y su hermano mayor y, tras el postre, ordenó empalar a los más ancianos. A los jóvenes les ordenó reconstruir un castillo hasta que muriesen de agotamiento», apuntan los autores, que también comentan en el libro que el auténtico Drácula era un hombre organizado que convirtió el empalamiento «en un arte» y que empaló a lo largo de su vida a unas cien mil personas.
Pero en la curiosa selección de malísimos no solo hay cabida para villanos de carne y hueso. En el libro aparecen otros malhechores menos convencionales y más simbólicos como el Coco, el lunes o el brócoli. «La idea surgió con la intención de meter algunos capítulos trolls más breves que rompieran un poco con la seriedad del resto de capítulos», cuentan a Yorokobu.
«Los tres son algo que resulta muy cercano para todos y con lo que cualquiera se puede sentir identificado, sobre todo con los lunes o la aversión a las verduras. Pese a que todo el libro tiene un humor constante, creemos que estos capítulos ayudan a descansar después de otros que tienen un contenido más denso».
Atila, Jack El Destripador o Erzsébet Báthory, entre otros. La selección de los protagonistas del libro no resultó una tarea sencilla para los autores. «En el libro hay personajes con perfiles muy distintos», explican. «Realmente, al final hemos hecho una selección de personas que han cometido delitos graves o actos que podríamos considerar poco morales, teniendo que dejar fuera algunos muy importantes o conocidos que, quién sabe, igual algún día están en una segunda parte».
Entre esos criminales elegidos destaca la figura de Hitler, a quien describen como un señor gruñón con un bigote hortera y de cuyos inicios relatan varias curiosidades. El dictador, al que no le gustó nunca estudiar y que quiso ser pintor, acabó dejando la escuela y, con diecisiete años, viajó a Viena para presentarse a la academia de Bellas Artes, donde no fue admitido al considerarse que carecía de talento. Después de aquello, tuvo que trabajar vendiendo cuadros para sobrevivir.
«Por aquel entonces ya tenía ideas un poco chungas. No le convencía Viena, porque consideraba que había demasiadas razas y culturas y, al parecer, esa mezcla le causaba repugnancia. Puede que este fuese el comienzo de su ideología racista, aunque su amigo August decía que ya estaba de la olla desde mucho antes», explican con tono desenfadado en el libro.
Y cabe señalar que Hitler intentó evitar hacer el servicio militar en Austria, «porque no quería servir junto a esclavos y judíos» y al final «fue declarado no apto para prestar el servicio militar. Pero, en cuanto estalló la Primera Guerra Mundial, el tipo se presentó voluntario superfeliz en el ejército alemán, donde sí le admitieron».
Los posteriores episodios de su vida son de sobra conocidos. Aparte de matar a mucha gente, los autores recuerdan que el tipo se dedicaba a hacer jabón con la grasa de los judíos que exterminaba, intentó secuestrar al papa, trató de crear bebés nazis perfectos, criaba conejos de angora gordos para hacer las chaquetas de la aviación, tenía un serio problema de flatulencia crónica y, por increíble que parezca, amaba a los animales.
Menos conocida que el dictador alemán es la figura de Amelia Dyer. Esta británica, que se dedicó durante años a matar a los niños que dejaban a su cuidado, fue una de las mayores asesinas en serie de la historia. Vivió en la época victoriana y se casó a los veinticuatro años con un hombre mucho mayor que ella.
Decidió formarse como enfermera y empezó a ganarse la vida usando su casa para albergar a mujeres que estuvieran embarazadas de forma ilegítima. Además de atenderlas durante el parto, tanto Amelia como su marido cuidaban de los bebés después del mismo. Cuidar, por decir algo, porque lo mejor que les hacían a las pobres criaturas era sedarlos con alcohol y opio cuando lloraban más de la cuenta.
Cuando su marido murió, a Dyer se le ocurrió un macabro plan.
«La idea era montar su pequeño negocio de cuidar y adoptar niños a cambio de dinero, pero para dar confianza a los padres tenía que demostrar que era una mujer respetable y casada, con un hogar feliz en el que dar todo tu amor a esos niños; así que Amelia se casó con William Dyer, un señor de Bristol con el que tuvo dos hijos […] Como no quería malgastar el dinero que le daban para cuidar a los bebés, decidió que lo mejor era matarlos cuanto antes, y eso que se ahorraba», explican los autores en el libro.
Y así pasó dos décadas de su miserable vida, antes de ser descubierta y detenida.
Y, aunque no está al nivel de otros villanos que aparecen en el manual, también se incluye la figura del presidente Donald Trump, rey de la polémica capaz de dividir a su propio país como nunca.
Para aquellos que lo desconocen, el xenófobo Trump nació en Nueva York y es hijo de una inmigrante escocesa. «Ya apuntaba maneras desde pequeño, pues a los 13 años dejó la escuela por problemas de conducta y sus padres le enviaron a la Academia Militar de Nueva York. Tras su paso por un par de universidades, se graduó con un Bachelor of Science en Economía y comenzó sus andanzas en el mundo de los negocios. Trump no se hizo millonario de la nada: su familia ya era millonaria», reza en el libro.
El americano comenzó a trabajar en la empresa familiar y, durante años, se dedicó a construir, comprar o renovar torres de oficinas, hoteles, casinos y campos de golf como si no hubiera un mañana. Cuando se hartó de ganar dinero, decidió que era hora de adentrarse en el mundo de la política. «De Trump, probablemente lo más ridículo y vergonzante es su comportamiento hacia las mujeres, incluida su propia hija», nos comentan.
Además, en el capítulo dedicado a su biografía, los autores elaboran una lista con los que para ellos son los ocho puntos necesarios para ser el peor presidente de la historia: creer que sabes de todo, negar el cambio climático, acosar sexualmente, liarla en Twitter, no estar preparado académicamente ni tener idea de nada (incluida geografía básica), inspirar desconfianza, cargarte la sanidad de tu país e inventarte una realidad paralela. Toda una joyita.
El libro es el último proyecto de Rodri y Pascu, como se les conoce en Internet. El dúo se conoce desde 2º de la ESO y cuenta desde hace un tiempo con un exitoso canal de YouTube (casi setecientos mil suscriptores) llamado Destripando la historia con el que los dos intentan entretener contando la historia real usando para ello canciones compuestas por ellos mismos.
Para crearlo, Rodrigo y Álvaro decidieron unir fuerzas y aprovechar el talento de cada uno (Rodrigo es músico y Álvaro, ilustrador). El primero de esos vídeos conjuntos, sobre el origen de San Valentín resultó todo un éxito y por eso decidieron seguir adelante.
«Fue una apuesta muy distinta a lo que hacía Rodrigo en el canal con anterioridad ya que, en este caso, la gracia no dependía de una historia creada con unos personajes de ficción, sino en gran parte de nuestra forma de contar las cosas», comenta la pareja, que siempre se ha inspirado en los humoristas argentinos Les Luthiers.
Aseguran que la clave de su éxito está en la combinación de las canciones de coña, el cómo lo cuentan y los dibujos gamberros hechos a mano de Pascu. «Ahora mismo nuestro objetivo es seguir creando más y más contenido, ya sean canciones o libros, para entretener, enseñar al público y, sobre todo, seguir disfrutando con lo que hacemos».