De las poquísimas cosas buenas que tuvo de bueno el confinamiento fue, sin duda, ver cómo nacía una corriente nueva y poderosa entre las mujeres: el abandono del tinte. Y con ello surgió una especie de empoderamiento capilar que llevó a muchas de ellas a presumir de canas en las redes. Ya no era solo cuestión de que las peluquerías estaban cerradas y lo de retocarse el color se antojaba imposible. Es que muchas mujeres se dieron cuenta del peso de un estigma social que caía sobre ellas (y no sobre los hombres): el del envejecimiento.
Mientras que en el lado masculino las canas se ven como un signo de distinción, de sabiduría y de elegancia, en las mujeres se asocia con el abandono personal, con una vejez muy poco digna que debe ocultarse a toda costa. Y muchas dijeron ¡Basta!
No es que fuera algo nuevo. Ese movimiento silver ya lo defendieron y practicaron antes figuras como Ángela Molina, Lola Herrera, Jamie Lee Curtis y Jane Fonda. La actriz Andie McDowell explicaba en Cannes: «Creo que la edad en mi cara, para mí, ya no coincidía con mi pelo. De alguna manera, siento que parezco más joven ahora porque se ve más natural. No es como si estuviera tratando de ocultar algo».
¿Es la reivindicación de las canas un movimiento que llega para quedarse? Descúbrelo en este artículo de Asunción Blanco Pozo.