«Donde el río Ba cruza la calle Jiuxianqiao, al noreste de Beijing, cientos de familias viven en pequeñas casas de solo 20 m2, llamadas Ping Fang. Son familias humildes y trabajadoras que pagan entre 30 y 90 euros al mes porque con sus salarios no pueden permitirse nada más. Otros viven allí porque es donde nacieron y no pueden vivir en otro lugar: allí tienen su vida», cuenta Albert Bonsfills.
Retratar esta realidad cotidiana es lo que perseguía este fotógrafo catalán durante su reciente visita a Beijing, lo que no se esperaba era la calidez y amabilidad con la que los retratados abrieron la puertas a sus vidas. «Pude ver cómo estas personas viven felices con lo que tienen».
El futuro de estos barrios está rodeado de interrogantes. La locomotora económica pilotada por el gobierno ya tiene planes para construir un complejo de negocios donde ahora yacen estas sencillos hogares.
Un plan que no cuenta con los actuales residentes de los Ping Fang. A ellos les han prometido una casa en las afueras de la ciudad, «lejos de donde crecieron, de su trabajo y sus amistades», cuenta el fotógrafo.
Wang Wen, 25 años con su familia. El trabaja en una tienda de moda.
A cook in the house he shares with his girlfriend.
Zhang Chang Yu y sus compañeros de piso.
Vista panorámica sobre las Ping Fang
Ixia Xia, 44 años. Trabaja limpiando casas.
Si esto fuera un reportaje realizado en Europa, puede que el enfoque se centrara en desolación y miseria. Aquí se ve todo lo contrario. Se ve gente humilde pero contenta. ¿Es un reflejo del optimismo que invade China ahora mismo?
Para empezar, el Ping Fang es el tipo de vivienda más utilizado en China desde hace muchísimos años. Son casas muy austeras, sin ventilación ni calefacción, con apenas servicios de recogida de basura ni sistema de evacuación de aguas residuales.
La mayoría de sus habitantes nacieron ahí mismo y otra gran parte son jóvenes que van a las grandes ciudades para poder ganar más dinero. Algunos son taxistas, profesores, camareros, recepcionistas, etc. y, a mi modo de ver, están contentos ya que tienen trabajo y ciertas horas de ocio, pero no sé si podemos hablar de felicidad.
La hora de la cena y los clientes empiezan a llegar a los restaurantes Ping Fan.
¿Cómo descubriste los Ping Fang? ¿Fue casualidad?
Antes de empezar un tema intento siempre estudiarlo previamente. Sabía que muchas personas vivían en casas diminutas y que los barrios de Ping Fang estaban repartidos por toda la ciudad. Los primeros días en Beijing los dediqué a pasear por sus estrechas calles y a hablar con sus habitantes. Podemos hablar de casualidad ya que los fotografiados viven en el mismo barrio donde yo me establecí.
¿Cómo se diferencia la actitud de Europa a la actitud de China hacia el trabajo y la vida?
El chino ha destacado siempre por su voluntad de trabajo y su regularidad. El chino es muy disciplinado. Hay un dicho que lo resume perfectamente: ‘Europa quiere la semana de 35 horas y los chinos desearían una jornada de 35 horas’. Es impensable poder disfrutar de un mes de vacaciones al año ya que el chino piensa solamente en producir. China quiere volver a ser, cueste lo que cueste, lo que ya fue, el país más fuerte e importante de todo el mundo.
¿Qué fue lo que más te sorprendió de las personas que retrataste en este reportaje?
La sencillez de sus gestos y la sonrisa con la que me atendían. Me fascinó el arte que tienen a la hora de decorar sus pequeños apartamentos, la mayoría impolutos. Aprendí que no es importante el cómo sino el qué, me llevé una gran lección sobre eso que falta tanto en la sociedad actual, la humildad.
«La familia Cheng. El padre trabaja en una empresa de seguros».
¿El hecho de vivir en tanta densidad produce una sensación de comunidad? ¿Se nota complicidad entre los vecinos?
En los barrios de Ping Fang se percibe siempre un aire de bondad que en otras zonas de Beijing uno no encuentra. El chino trabaja mucho, pero también le encanta sentarse con los vecinos a comer y beber cerveza, bailar y hacer deporte en grupo.
Al no gozar de muchos metros cuadrados, muchas vecinas tienen que cocinar en el mismo fogón en la zona intermedia de sus casas, hablan y ríen mientras el caldo empieza a hervir en el wok. Los niños inventan juguetes y los hombres que terminaron su jornada esperan para cenar.
Parejas bailan en el Ba Riber.
¿Son los olvidados de la nueva sociedad china? ¿Se sienten así?
Para mí, esta gente no tiene nada que ver con los verdaderos olvidados de la sociedad china. Sí es verdad que viven en apartamentos pequeños y trabajan muchísimas horas pero pueden permitirse un alquiler. La mayoría tienen contrato laboral y lo más importante, viven junto a su familia y amigos.
Es difícil hablar de algunos temas con ellos. Son muy reservados y desde hace muchos años su gobierno no les permite hablar de algunos asuntos. La mayoría de los fotografiados decían que estaban contentos con sus vidas.
¿Son conscientes los habitantes del barrio de que podría desaparecer como tantos otros barrios tradicionales en China que han sido sacrificados para construir grandes bloques?
En el barrio de Ping Fang donde yo trabajé estaban casi todos informados de que en pocos meses sus casas serían derruidas porque en sus alrededores están construyendo el complejo Indigo, un centro de negocios y ocio formado por tres grandes edificios rodeados por una zona verde de unas 17 hectáreas, la mayoría producido por empresas extranjeras.
Los vecinos serán trasladados a las afueras de la ciudad, seguramente cerca del quinto anillo pekinés, así que se verán obligados a vivir lejos de la familia y del trabajo.
¿Hay algo más que te gustaría añadir sobre el trabajo?
Me gustaría hacer hincapié en las ganas que tiene el pueblo chino de tirar adelante. Las nuevas generaciones vienen con mucha fuerza y tienen mucho que decir. Solo falta que el gobierno les quiera escuchar y les dé la oportunidad de demostrar al mundo lo que realmente es China.
Feng Jun Wei, 26 años, Barman.
«Me gusta estar aquí durante la puesta de sol y observar cómo desaparecen los aviones».
El baloncesto tiene mucha importancia en las nuevas generaciones chinas.
Niños corriendo por las calles de barrio.
Chica lavándose el pelo utiliza el mismo agua para lavar su ropa.
Li Xiao Pei, 26 años. Ama de casa.
Puedes ver el resto de las fotos en la página de Albert Bonsfills.