Alegoría del retrete y la brecha tecnológica

Uno es incapaz de entender el verdadero significado de la brecha tecnológica hasta que no aterriza en Japón. No hay más que ver sus calles atestadas de pantallas de última generación, donde se anuncian productos tecnológicos que parecen recién sacados del futuro más lejano y que, a su vez, observan con ojos de deseo viandantes armados hasta las cejas con dispositivos que muchos jamás hubieran creído posibles. Todo es muy 2050, pero la principal innovación no está a la vista de todo el mundo…
Para llegar hasta ella deberás trabar amistad con una familia nipona, conseguir que te inviten a su casa y, llegado el momento, después de la comida, no sentir el más mínimo reparo en decir que necesitas ir al baño. Allí podrás encontrar la verdadera joya de la corona, el auténtico símbolo de la evolución tecnológica japonesa: el váter. Porque, si miras con detenimiento el inodoro de tu casa, podrás comprobar lo poco que ha cambiado respecto al que, cincuenta años atrás, utilizaban tus mayores.
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En Japón, la situación es bien distinta. Los típicos aseos japoneses, que solo contaban con un simple agujero en el suelo sobre el que había que resistir de cuclillas cual campeón, no dejaron paso a los inodoros que todos conocemos hasta principios del siglo XX. Y porque cayeron en la cuenta de que era insalubre, si no aún serían los ciudadanos con los cuádriceps más desarrollados del planeta… Tardaron, eso sí, algunos años en percatarse de la comodidad de evacuar sentados en el trono de mármol, pues hasta 1977 las ventas de retretes de estilo occidental no superó a las de inodoros tradicionales.
La evolución es evidente. Basta con repasar lo ocurrido desde entonces hasta nuestros días, para entender inmediatamente en qué consiste eso de la brecha tecnológica. Mientras tanto, a este lado del mundo, los inodoros no han experimentado mejora alguna, más allá de los horribles azulejos que nuestra vista tenía que soportar cada vez que liberábamos a Willy. Lo más destacable quizá sea que las tazas ahora, en lugar de plástico, son de madera. Eso sí, forradas de plástico.
En el país del Sol Naciente, la historia es bien distinta. En apenas 40 años, la evolución de sus letrinas ha sido asombrosa. Han pasado de defecar deprisa y corriendo en un agujero en el suelo para evitar sobrecargas en sus músculos, a sacar partido a cada instante que pasan manchando la porcelana gracias a unos tronos futuristas, equipados con todo lujo de accesorios tecnológicos. Todo comenzó con el Washlet, un inodoro introducido en 1980 por la compañía Toto, el Roca japonés.
totoEste incorporaba una sistema de agua a presión gracias al cual no había que preocuparse de que hubiera o no papel higiénico a mano. Con una pequeña manguera, que además echaba agua caliente, y un secador, quien lo usaba no tenía que preocuparse lo más mínimo de si su trasero estaba o no completamente limpio una vez acabada la faena. Eso era ya cosa de Washlet. Además, el resultado final fue fruto de un exhaustivo proceso de diseño. En la fábrica de Toto, raro fue el trabajador que no participó en las pruebas de este sistema de limpieza de trasero, hasta acertar a calibrar la presión y la temperatura idóneas.
Y esto es solo el principio. Los nipones se han propuesto llevar el concepto de letrina a una nueva dimensión. Mientras las viejas costumbres insanas de otros países han llevado a la ONU a incluir entre sus Objetivos del Milenio que todo el mundo disponga de un inodoro donde hacer aguas mayores con iniciativas como el Señor Caca en la India, en Japón surgen nuevos equipamientos para hacer del retrete el lugar más acogedor de la casa.
¿Existe algún alma tan despiadada capaz de rechazar un inodoro dispuesto a eliminar el pestilente hedor que ha dejado su propietario una vez que este dejara el trono a su heredero? En los fríos inviernos, nadie podría decir que no a la posibilidad de programar que, a determinadas horas del día, la taza del váter estuviera a la temperatura idónea. Incluso los más fieles seguidores del papel higiénico cambiarían de parecer si tuvieran en casa un inodoro de última generación al que poder regular la presión para que el chorro le limpase el trasero. He aquí la verdadera evolución tecnológica.
OtoHime
Todo ello, además, acompañado del firme propósito de preservar el medio ambiente. La compañía Toto, en su afán por liderar la evolución del retrete, sacó al mercado Otohime en 1988 (¡en 1988!). Cuando a este lado del Viejo Continente aún eran muchos los que se veían en la obligación de, o bien darle al grifo, o bien de tirar de la cadena para evitar que el resto de personas de la casa escuchasen el petardeo, en Japón ya iban un paso por delante. Allí los baños públicos ya disponían de un dispositivo capaz de generar el ruido necesario para que las señoritas pudieran desahogarse a gusto en el inodoro.
Mientras en otras partes del globo malgastábamos agua con el único propósito de evitar que otras personas supieran que estábamos solventando una necesidad vital, en Japón habían incoporado un ‘sonido de princesa’ (como se podría traducir Otohime) para que las damas no tuvieran el más mínimo reparo en sacar la leña al patio. Este aparato cumplía la misma función que el grifo abierto, pero sin desperdiciar ni una sola gota de agua.

Para no quedarse rezagadas en lo que a innovación se refiere, ya hay compañías tecnológicas que se han puesto manos a la obra para diseñar sus propios retretes futuristas. Eso sí, aunque otras muchas trabajan en secreto (o no), tan solo una se ha atrevido a dar la cara para contar al mundo cuál será el próximo gran ‘boom’ tecnológico. La firma Microsoft anunció en 2012 que trabajaba en ‘iLoo’, un inodoro portátil armado con un teclado, una pantalla ajustable y acceso a internet.
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La idea no prosperó y no causó el furor que esperaban los de Bill Gates. Quizá porque, como comentaba Andrew Cubitt, que se autoproclama creador del proyecto, faltaban detalles sumamente ingeniosos. Sin ir más lejos, una impresora que utilizase el papel higiénico como lienzo para que los usuarios de ‘iLoo’ pudieran llevarse impresas sus páginas web o noticias favoritas.
Por mucho que lo intentemos desde Occidente, aún nos queda mucho para acabar con la brecha tecnológica que existe respecto a Japón. Están a años luz en cuanto a innovación y, lo que es aún más importante, todos sus ciudadanos se están subiendo a la ola. Un estudio de 2002 vino a demostrar que uno de cada dos hogares japoneses ya disponía de un retrete de última generación. Aquí, el máximo nivel de innovación que hemos alcanzado, ha sido cambiar las revistas de papel por la tableta o el ‘smartphone’.

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