El futuro se ha adelantado. Lo que pensábamos que ocurriría dentro de diez años se nos ha echado ya encima. El mundo digitalizado tiene prisa y ha llegado ya, afectando incluso a hábitos tan analógicos como el comer. Que los servicios de comida a domicilio están de moda no es ninguna novedad. Sin embargo, el confinamiento ha acentuado su uso y lo ha ampliado a nuevos grupos sociales.
«Especialmente a algunos grupos de edad, personas que nunca se habían planteado pedir comida por internet o que no estaban tan acostumbradas a la tecnología», explica Pedro Botija, director de marketing de Wetaca.
Cuesta mucho imaginar a tu abuela comiendo sushi o pidiendo una pizza barbacoa, por eso este grupo de edad se ha refugiado en opciones como Wetaca, moderna en su concepto, tradicional en su elaboración.
Wetaca es una empresa de comida en táper que envía semanalmente más de 40.000 platos cocinados desde cero. La idea de esta empresa española es construir un mundo en el que la comida no sea una preocupación.
Este mes además, Yorokobu ha llegado a un acuerdo con Wetaca para incluir nuestras revistas en sus pedidos semanales.
Este mes además, Yorokobu ha llegado a un acuerdo con Wetaca para incluir nuestras revistas en sus pedidos semanales.
Se repite mucho que somos lo que comemos. Por eso podríamos deducir lo que nos está pasando por la forma en la que nos alimentamos. Cuando empezamos el confinamiento aumentó la compra de cerveza hasta un 77,65%, según un estudio de la empresa Gelt.
La gente reaccionó a una situación de estrés incrementando el consumo de bebidas y alimentos que tuvieran un efecto recompensa. Así, las aceitunas (+93,82%) se convirtieron en imprescindibles en cualquier lista de la compra. Sucedió lo mismo con las patatas fritas (+87,13%), el chocolate (+79,04%) o el helado (+76,19%), por no hablar de la harina (hasta un +196%).
Pero una vez pasado el efecto del shock inicial la gente empezó a preocuparse por lo que comía. Aumentó el deporte frente al televisor y las llamadas a papá para preguntarle cómo se hacen las lentejas. En medio de una pandemia sanitaria la gente se empieza a preocupar por la salud, y esta empieza por llevar una alimentación adecuada. También ayudó ver la luz al final del túnel (y saber que, para cuando saliéramos de ese túnel, habríamos engordado de media cuatro kilos).
Quien supo cocinar se calzó un delantal y quien no, tiró de Wetaca. «Hemos notado un incremento considerable en nuestra demanda», reconoce Botija. «Además la gente quiere cosas más equilibradas. Por eso hemos lanzado una línea de platos mucho más ligeros, porque ahora nos estamos moviendo menos y es importante comer mejor».
Botija cree que cuando salgamos de todo esto la tendencia de comer mejor (que existía antes de la pandemia y se ha acentuado con ella) se mantendrá. Pero, obviamente, tendremos menos tiempo para dedicarle a la cocina. «Ahí es donde entramos nosotros», explica. La idea es que quien haya probado los beneficios de nuestro servicio no querrá volver a los precocinados y la comida rápida, y sólo cocinará por el placer de hacerlo y no por obligación.
Es pronto para saber qué tendencias permanecerán y cuáles morirán con el virus. ¿Seguiremos haciendo pan cuando podamos salir a la calle? ¿Volveremos a tomar patatas fritas y cerveza frente al ordenador? Parece difícil que así sea. Sin embargo, hay otras cosas que cambiarán a corto y medio plazo. Según un estudio de la consultora Technomic, un 32% de la población reducirá su consumo en restaurantes. Otras tendencias que pueden consolidarse son el valor de lo local y el auge de la comida no procesada.
La vida volverá a su ritmo frenético y de algunas cosas no nos quedará más que el retrogusto. Pero para entonces ya tendremos interiorizadas unas cuantas lecciones y sabremos apreciar el valor de las cosas hechas con tiempo. También en la cocina.