Filosofía visual para niños como alternativa al adoctrinamiento

24 de julio de 2015
24 de julio de 2015
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Mira la escena de arriba (o de aquí abajo). ¿Te resulta cruel? ¿Por qué crees que la niña mata a las hormigas? ¿Crees que estas sienten dolor o miedo? ¿A veces puede estar bien matar hormigas? En ese caso, ¿cuándo? ¿Cuántas?…
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La ilustración pertenece al libro Mundo Cruel de Wonder Ponder. Y las preguntas, también. Este fue el primer volumen de la editorial de Ellen Duthie, Daniela Martagón y Raquel Martínez que trata de invitar a los niños a pensar de forma «seriamente divertida» sobre la crueldad.
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«Acabamos de publicar nuestro segundo título, Yo, persona, que invita a reflexionar sobre dos grandes interrogantes, ‘¿qué soy?’ y ‘¿quién soy?’, mediante 14 escenas ilustradas, protagonizadas por personas, alienígenas, robots, clones y más…»
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Tanto uno como otro no son libros al uso. Primero por cómo se presentan: cofres con láminas sueltas «para que los lectores puedan barajarlas a su antojo». Pero, sobre todo, porque lo que tratan no es de adoctrinar o «imponer un mensaje, un valor o una moraleja» sino de dialogar con los niños.
«Se piensa muy poco y se dialoga muy poco con los niños tanto en el sistema escolar como en el hogar. Por eso pensamos que una serie de libros que diera la palabra y la voz a los niños y les dotara de herramientas, del derecho y de la responsabilidad de pensar por sí mismos podía ser un soplo de aire fresco, si no para todos los padres, ¡al menos para muchos de los niños!».
Ellen, Daniela y Raquel comparten la idea de que otro tipo de concepto educativo es posible. «En el actual sistema educativo y editorial lo que prima es el enfoque por el cual el adulto (padre, madre, profesor o escritor/ilustrador) parte de una idea o mensaje que es conveniente insertar en los niños y procede a insertarlo (¡así de fácil!)».
Lo que plantean con Wonder Ponder, dicen, no es solo otra forma de educar y enseñar sino otro concepto de ‘niño’ e incluso otro tipo de relación niño-adulto.
«Puede que por parte de los adultos exista cierto miedo a la complejidad, a que no todo sea blanco o negro. El diálogo y la reflexión con el niño implica más tiempo y trabajo de preparación por parte del mediador que la comunicación de unos ejemplos a seguir y unos valores a perseguir. Pero si realmente queremos que la “educación en valores” sea más que una transmisión de estos en forma de mandamientos, no queda más remedio que mirar el mundo desde todas las perspectivas y plantear preguntas verdaderas sin intención de propiciar respuestas determinadas».
[pullquote class=»right»]Los adultos no controlamos en qué piensan los niños y qué se preguntan. Y lo cierto es que muchas de las preguntas son filosóficas[/pullquote]
Las tres fundadoras de Wonder Ponder, que se conocieron cuando cursaban unos talleres de la Escuela Peripatética de Literatura Infantil, de Gustavo Puerta («nuestro paso por allí fue determinante en el desarrollo de un espíritu de creación y una relación de trabajo que posteriormente darían lugar a Wonder Ponder»), reconocen que los prejuicios que la filosofía suscita no han ayudado a que se piense en ella como algo para niños.
«Por un lado, la filosofía tiene fama de abstrusa y alejada de la “vida real” (“¿y eso para qué sirve?”). Por otro lado, hay cierta tendencia a pensar que el pensamiento filosófico antes de determinada edad puede abrumar. “Los niños buscan respuestas”, se suele decir. “La filosofía, les genera más preguntas, y esto les puede llevar al abismo”».
Esta visión de la filosofía conlleva a otra no menos desacertada: «nosotros, los adultos, no controlamos en qué piensan los niños y qué se preguntan. Y lo cierto es que muchas de las preguntas son filosóficas».
Discernir entre lo que puede ser filosofía para niños y lo que no, continúan explicando, es asumir que el pensamiento, el conocimiento y el aprendizaje de los niños depende de lo que nosotros le pongamos en la bandeja y lo que nos guardemos en el cajón. «El asunto es que los niños –las personas– no funcionamos así. Pensamos y nos preguntamos sobre lo que nos asombra, sobre lo que no entendemos y querríamos entender mejor y, en ese proceso, más que necesariamente querer una respuesta, muchas veces lo que queremos es compartir una pregunta».
Otra circunstancia que dificulta el plantear un acercamiento a la filosofía desde el actual sistema educativo es que ‘no hay tiempo para estas cosas’.
«Los datos y las cosas que los niños deben aprender son tantos que no da tiempo a pensar sobre esos datos ni sobre lo que aprendemos. Pero cada vez más personas, -y no solo desde la filosofía para niños- ven que esto es un error de partida. Pensar no debe y no puede ser secundario. No es lo que podemos hacer si da tiempo, sino que debe ser el punto de partida y de posterior evaluación de cualquier aprendizaje».
Sobre todo en un momento como el actual, en el que la cantidad de información disponible es tanta y las herramientas para discernir entre ‘la buena’ y ‘la mala’ tan escasas. «Aprender a razonar y a argumentar por uno mismo y a analizar los argumentos propios y los de los demás es esencial. Esto puede conseguirse de distintas maneras, seguro, pero la filosofía parece ser una candidata ideal para encargarse de ello».
Las fundadores de Wonder Ponder reconocen que proyectos como el suyo con el que se intenta acercar la filosofía a los niños tienen mucho que agradecer a Matthew Lipman. «Puede considerarse un auténtico pionero porque en los años 60-70, tras advertir graves carencias de razonamiento entre sus alumnos universitarios, entendió que se debía empezar a enseñar pensamiento crítico y lógica mucho antes, y a ello dedicó toda su carrera». Desde entonces, la filosofía para niños («o “con” niños, como algunos la prefieren llamar») se practica en diversos países, con mayor o menor penetración en el sistema educativo formal, y también en contextos educativos más informales como talleres y campamentos o en el hogar.
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Patrick Thomas

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