¿Y si hubiera una Ecoguerra?

12 de marzo de 2012
12 de marzo de 2012
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La Guerra: esa realidad absurda que no conseguimos quitarnos de encima pasen los años que pasen y que nosotros, ciudadanos, por lo general solo vemos en los telediarios.

Hay bastantes razones para empezar una guerra (lucha por la hegemonía, imperialismos, disputas tribales, limpiezas étnicas…), pero si uno hace un repaso de la Historia, la mayor parte de ellas tienen un componente de identidad nacional o local. De bandos enfrentados. De una idea contra otra o de un movimiento empresarial contra otro.

Es el esquema básico. Azules contra rojos. Nazis contra el Mundo Libre. Napoleón queriendo que toda Europa sea francesa. Lo de siempre. Personas contra personas por el control de una serie de recursos, lugares o masas humanas.

Pero ¿qué pasaría si introdujéramos en la ecuación un elemento que tradicionalmente se ha mantenido fuera de los conflictos armados? ¿Qué pasaría si un grupo lo suficientemente grande de personas, venidas de todo el mundo y organizadas decidieran defender, por la fuerza de las armas la Biosfera?

Aunque normalmente se pinte a los ecologistas como gente con rastas y chapas y flores en el pelo, que se pasan el día frotándose el cuerpo con cristales de poder y escribiendo pancartas en defensa de las focas, en realidad existen muchas formas de pensamiento ecológico y distintas facciones dentro del mismo.

Hay quien piensa que tener un coche eléctrico y reciclar es el no-va-más de lo verde. Vive dentro de un sistema de consumo agresivo, pero modifica ciertas costumbres porque es un “consumidor con conciencia”. Esta opción, perfectamente legítima (siempre será mejor cuidar un poco del entorno que no hacerlo en absoluto), se enmarcaría dentro de lo que en los últimos años hemos venido conociendo como un capitalismo verde. Empresas y gobiernos social y ambientalmente responsables. EcoEdificios. Ahorro energético. Operaciones de lavado de cara que uno no sabe muy bien si van en serio o son más marketing que otra cosa.

Quienes forman parte del movimiento Deep Green, lo tienen muy claro: esto no es suficiente. Según ellos, la misma idea de capitalismo y la maquinaria industrial que implica para su crecimiento es en sí destructiva per se. Una sociedad basada en la industrialización nunca llevará a cabo motu propio una verdadera transformación para reducir su impacto sobre el mundo que la rodea. Por lo tanto, proponen una resistencia activa (boicots, ataques selectivos a infraestructuras, lo que comúnmente se tacharía como terrorismo). Una llamada a encender iniciativas que lleven finalmente a la civilización al colapso, en aras de conseguir que la supervivencia de nuestra especie y el ecosistema que la rodea, se prolongue lo más posible. Ante la pasividad destructiva de instituciones y corporaciones, defienden la acción directa, antes de que sea demasiado tarde.

Algunos pensarán que esta organización ha llevado lo del ‘Rainbow Warrior’ de Greenpeace muy a lo literal. Que sus premisas son un tanto sensacionalistas y poco trabajadas. Pero el caso es que autores como Aric McBay, Lierre Keith o Derrick Jensen, llevan años aportando bibliografía bastante bien documentada al movimiento, hoy por hoy se encuentran bien organizados, aunque muy silenciados en comparación con otras aproximaciones a la ecología más amables.

Tal vez son unos tronados, y tal vez una guerra entre gobiernos corruptos, empresas depredadoras y luchadores verdes parezca una distopía de ciencia ficción. Un argumento barato para una novela de saldo. Pero torres más altas han caído.

Teniendo en cuenta que en los últimos 30 años nos hemos cargado más diversidad natural que en los 300 anteriores, por mucho que las tiendas Natura y el Comercio Justo parezcan indicar lo contrario, no parece que las cosas vayan a ir a mejor en materia ecológica en un futuro próximo. Si destruimos el aire y el agua, y agotamos nuestros recursos naturales, a ver quién es el guapo que vive en esta Tierra.

Ante esa perspectiva, no me extrañaría que más de uno o dos se rebotasen seriamente. Además ya se sabe, la (buena) ciencia ficción es siempre un espejo distorsionado de una situación presente o futura.

Esperemos, de todas maneras, que la sangre no tenga que llevar al río y nuestra especie empiece a tomar verdadera conciencia de su entorno para que no haya necesidad de andar poniendo bombas por ahí.

Ahora bien, si llegara la hora de ese enfrentamiento, ¿tú de qué lado estarías?

Natxo Medina es funambulista.

Este artículo fue publicado en el número de marzo de Yorokobu.

Foto: Pranksky lic. CC

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