A priori, si alguien se dirige a nosotros de esta guisa, es un adjetivo molesto y provocador de más de una pelea. Claro, que si quien te lo dice es tu mejor amigo al saber que te has ligado a la macizorra del 4º, lo más seguro es que saques pecho y luzcas sonrisita de triunfador. ¡Ay, cuánto machismo en estas palabras!
Según la RAE, tiene varios significados: hombre consentidor del adulterio de su mujer, el casado con mujer adúltera; el que aguanta cobardemente los agravios o impertinencias de que es objeto; quien hace cabronadas o malas pasadas a otro. ‘Cabrón’, según la Academia, es también el nombre que se le da al diablo. En Cuba, puede ser tanto un malhumorado y disgustado como un hombre experimentado y astuto. En México, se dice de una persona de mal carácter. Y en América Meridional, es un rufián que trafica con prostitutas.
Una de las más aceptadas es la acepción de cornudo. Pero, ¿por qué una palabra que en su sentido más aséptico se refiere al macho cabrío ha llegado a nombrar algo tan peyorativo?
Su origen es muy antiguo, ya se usaba desde los orígenes de nuestra lengua y podemos encontrarla en textos de Berceo. E incluso Covarrubias la describe en su Tesoro de la lengua castellana de 1611. Seguramente hace referencia a la mala fama que el diablo dio a este animalito cuando tuvo la mala baba de tomar su forma en los aquelarres, aquellos raves medievales que se montaban las brujas y brujos invocando a Satanás, quien se dedicaba a copular a diestro y siniestro, por delante y por detrás, con toda bruja que se le cruzara por la pista de baile. ¡Qué cabrón!, pensará más de uno en otro alarde machista. ¡Voilà! Ya tenemos una explicación.
Claro, que lo de consentidor de que su chica le ponga los cuernos puede que venga, tal y como se puede leer en algún blog, de la pasividad con la que los machos cabríos contemplaban cómo los pastores (algunos, no todos) saciaban sus calentones con las cabras en sus solitarias estancias en el monte. Según dicen, el órgano sexual de estas es muy parecido al de la mujer y de ahí que estos cuidadores de ganado las prefirieran a ellas antes que a las ovejas o a las vacas. Que los machos cabríos consintieran que unos señores se tiraran a sus hembras sin decir Beeeeee y sin tratar siquiera de darles topetazos, pudo derivar en que se usara ‘cabrón’ para mofarse del marido engañado sin que se diera cuenta, o que consintiera por razones económicas el adulterio de su mujer. ¡Zoofilia al poder!
Con ‘cabrón’ nos referimos también a la persona ruin, cobarde, rastrera, que hace o juega malas pasadas. Son varios los sitios en los que podemos leer que Cabrón era el apellido de un gaditano menos simpático de lo que solemos conocer: Pedro Hernández Cabrón. Naviero para unos o pirata para otros, el caso es que el muchacho era un pintas con más mala leche que todas las cosas. En tiempos de la Reconquista, cuando los Reyes Católicos expulsaron a los judíos fuera del país, una parte de estos fueron embarcados en una de las naves capitaneadas por el figura, con la promesa de desembarcarles en Orán. Pero en lugar de eso, les abandonó en otro lugar, robándoles antes todo el oro y las joyas que transportaban. Por no hablar de lo cariñoso que debió ser con los entonces habitantes de Canarias, indígenas a los que consideraba animales. ¡Un encanto, vamos!
Los que consiguieron sobrevivir a sus tropelías, al ser preguntados por el autor de las mismas solían decir: “lo ha hecho el cabrón”. Lo que no explican las leyendas es si Luis Bárcenas, también conocido por Luis el Cabrón, desciende de tan noble estirpe o son solo las malas lenguas.
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Fuentes: Misterios de Cádiz, Wikiblues, El País