De cuna de civilizaciones a escenario de fondo de las fotos de tus pies y tus piernas de salchicha. El Mediterráneo lo es todo.
A los que concurrimos dentro de su área de influencia nos apellidó. Poco le importa si lo tenemos de sonido de fondo o vivimos, tierra adentro, a centenares de kilómetros de él. Todos somos mediterráneos. Nos imprimió carácter, y eso que dicen que es un mar calmo.
A cambio, nosotros le dedicamos canciones, anuncios, versos… Aquellos de Serrat que dicen «a fuerza de desventuras/ tu alma es profunda y oscura» fueron pioneros en mostrar un Mediterráneo atormentado. Ahora, lo que tenemos alrededor es una cultura de marcado carácter urbano, bullicioso, global, con orillas permeables, por suerte, a las que tienen enfrente.
El cálido mar no pasa por sus mejores momentos. Nos hemos dado cuenta, esperemos que a tiempo. De nuestra reacción al respecto dependerá que el Mediterráneo siga siendo el mar que nos bañe y nos defina por muchos años más.
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