Los encontré en una librería. Una treintena organizados alrededor de una mesa. Vistas en su conjunto conformaban un mosaico de colores, tipografías y dibujos. Ninguno desentonaba del otro. Juntos adquirían una fuerza visual imponente que llamaba la atención frente al resto de tomos estandarizados que poblaban la tienda.
En la parte inferior de todas las portadas se podía leer Almadía una y otra vez, el nombre de la editorial que los publica. Este trabajo tan coherente desde el punto de vista del diseño tenía que venir de una sola persona o un equipo reducido que velase por la coherencia estética de los trabajos allí presentes. Tras un poco de indagación, resultó ser así.
Apenas un año después de su fundación, Almadía entró en contacto con el diseñador gráfico Alejandro Magallanes. Corría el año 2006 y la editorial de Oaxaca buscaba alguien que dotara las publicaciones de la casa con una identidad distintiva. Siete años y más de 100 títulos después, la colaboración entre las dos partes es tan fuerte que Magallanes se ha convertido en una pieza indispensable de la editorial. Ningún libro de Almadía sale de la imprenta sin pasar por las cuidadosas manos de este diseñador de 41 años, natural de Ciudad de México.
El resultado de esta colaboración tan cercana muestra lo que se puede conseguir cuando se da libertad a un diseñador para construir una identidad y una imagen durante un periodo prolongado. Una perfecta simbiosis entre profesionales que buscan muy buenos escritos pero que dejan que el diseño eleve la calidad de estos trabajos para el lector que las contempla. “Después de todo, leer también es tocar y ver. Se trata de aportar un elemento artesanal a algo producido a gran escala. Durante mucho tiempo hemos descuidado la parte táctil”, explica el diseñador mexicano.
Magallanes ha conseguido dotar de elementos de libro objeto a un tipo de publicación (ensayo, literatura y poesía) que suele ser conservadora en su presentación, teniendo en cuenta además que en general se trata de tiradas medias que cuentan con restricciones presupuestarias. Para sacar más partido de ellas, Magallanes recurre frecuentemente a juegos entre la camisa del libro y la portada.
Pequeños agujeros colocados estratégicamente en la portada permiten añadir elementos narrativos a la historia. “Es un regalo al lector. Sería necio pensar que puedes resumir todo el libro en la portada pero se trata de jugar con el simbolismo de cada trabajo para transmitir elementos evocadores. Se busca el equilibrio entre el libro objeto y un libro usable y legible. Nos gusta siempre decir que hacemos libros que parecen libros”.
El proceso, según el mexicano, suele ser bastante fluido ayudado por tantos años de colaboración. “Suelo enviar una propuesta al equipo y luego trabajo sobre esa primera propuesta. Los escritores también se involucran a veces pero trabajar con ellos suele ser fácil. Lo único que hay que tener en cuenta es que no siempre es buena idea dejarse llevar por el título. Cuando me comentaron que el siguiente libro de Juan Villoro se llamaría Llamadas de Ámsterdam, enseguida mi mente empezó a pensar en cosas relacionadas con la ciudad holandesa. Unos días después me enteré de que en realidad trataba sobre la calle Ámsterdam en la Colonia Condesa (DF)”.
Según Magallanes, el hecho de que la editorial esté afincada en Oaxaca ha contribuido a que Almadía siempre busque hacer las cosas distintas alejado de los circuitos tradicionales que se manejan desde el DF. “Guillermo Quijas, el fundador de la editorial, siempre ha tenido clara su visión y dentro de ella está el diseño como una parte muy importante de todo el proceso. La ciudad les ayuda a tener otra perspectiva. Siguen manteniendo su sede en Oaxaca y además organizan la feria del libro de la ciudad”.
Magallanes piensa que está todo por hacer en la parte electrónica de la industria editorial “pero eso ya lo dejaré a las nuevas generaciones y los compañeros de mi estudio que son más jóvenes que yo y me enseñan muchas cosas nuevas”.
El diseñador espera a través de su trabajo haber contribuido a popularizar el diseño. “Todo el mundo es usuario de diseño, mi máxima aspiración es que se convierta en arte popular. Que deje de ser algo elitista y se convierta en un elemento que se espera y se aprecia en todas partes”.
Frente a quien sigue pensando que lo único que importa es el interior de libro, Almadía es un ejemplo de todo lo contrario. “Es una opinión que sigo escuchado de algunos escritores pero que intentamos combatir con cada una de los libros que sacamos”.