¿Has echado alguna vez la cuenta de cuántas veces nos han matado en el cine? En las últimas dos décadas el género apocalíptico ha vivido una edad de oro de tal tamaño que harían falta un centenar de planetas para poder resistir ese furor destructivo. Eso sí, visto que aquí estamos, yo escribiendo y tú leyendo, debe ser porque hemos sobrevivido. No está mal. Pero ten cuidado: hay algunas profecías a las que todavía no les ha llegado la hora de cumplirse.
Quien más y quien menos lo está pasando mal en esta época de crisis que vivimos. Pero si tienes la suerte de tener algún abuelo o bisabuelo cerca quizá te cuenten la historia de cómo de peores eran las cosas en sus tiempos, el hambre de la posguerra, las secuelas de la guerra y los miedos de la Transición. Eso si vives en España, porque si nos lees desde según qué puntos Latinoamérica quizá tus padres te puedan contar terribles historias de las dictaduras, o tú mismo conozcas negros episodios cotidianos de suburbios, bandas y narcos.
Efectivamente, de todo se sale, aunque nos parezca la peor de las vidas en el momento en que nos toca vivirla. Y si no están los abuelos para contárnoslo, ahí está el cine para recordarlo.
Los teóricos de estas cosas cuentan que en épocas de bonanza funciona el género apocalíptico porque a la gente le ayuda a apreciar lo que tiene, igual que en épocas de crisis triunfa la temática zombie porque expresa un miedo a la sociedad, a la masa, a enemigos que individualmente son más bien inofensivos y torpes, pero que resultan imparables como colectivo.
Pero en el fondo da igual cómo, la cuestión es acabar con el mundo. Meteoritos, invasiones alienígenas, virus mortales, plagas de zombies, cataclismos climáticos, máquinas malvadas… cualquier excusa terrible basta para aniquilar a la humanidad en la gran pantalla.
De primero, extraterrestres
Por poner un punto de partida nos iremos a 1996, año en el que se ubican los acontecimientos de ‘Independence day’. Fue una invasión alienígena de apenas dos días, pero sirvió para poner patas arriba a toda la humanidad. Por suerte ahí estaban los EEUU para salvarnos a todos gracias a un piloto de avionetas borracho y a un militar bromista y adorable. Humanos 1, extraterrestres 0.
Ese mismo año, aunque nosotros no nos enteramos, tenía lugar la mortífera liberación de un virus que acabaría aniquilando a gran parte del planeta. Claro, que realmente no nos enteraremos de esto hasta de aquí a muchos años cuando alguien decida mandar desde el futuro a Bruce Willis para buscar a esos terroristas que se hacen llamar ‘Los doce monos’ y que al final va a resultar que no tuvieron nada que ver con el ataque. Para volverse loco, ¿no?
Un año después, en 1997, Skynet tomó conciencia de sí misma. Ríete tú del escudo antimisiles que George Bush quiso instalar y que Obama está casi terminando. Se trata de un sistema de defensa con inteligencia artificial que, mira tú por dónde, decide que para qué trabajar para los humanos cuando puede destruirlos. Así que empieza una guerra nuclear contra ellos y, al final, como le está costando terminar con la resistencia que le queda, manda a un robot ‘Terminator’ al pasado para matar a la madre del líder enemigo antes de que le dé a luz. Luego resultará que será gracias a los restos de este robot que se podrá crear Skynet. Eso es lo que se llama una profecía autocumplida.
En 1998 Bruce Willis de nuevo -sí, le va la marcha- se había retirado a una pacífica plataforma petrolífera a vivir. Pero no preguntes por qué, por obra y gracia de ‘Armaggedon’ acaba enfundado en un traje de astronauta y posado encima de un asteroide que viaja a miles de kilómetros por segundo haciendo un agujero y detonando una bomba nuclear con su propio cuerpo. Como vuelvas a quejarte de que tu trabajo es una mierda el espíritu del bueno de Bruce te fustigará.
Pero fustigable fue que a alguien se le ocurriera la misma idea casi al mismo tiempo (bueno, en aquella época era algo común, que pregunten a los de ‘Antz’ y a los de ‘Bichos’, por ejemplo). La cuestión es que ‘Deep impact’ iba más o menos igual, solo que en ese caso algo más de destrucción terrestre sí que hubo. La escena del discurso final del presidente (de EEUU, claro) frente a una Casa Blanca semidestruida no tiene precio. ¿Imaginan a Rajoy desde un andamio mientras reconstruyen la sede de Génova? No, yo tampoco.
Zombies al poder
Cambiamos de siglo y llegamos al momento zombie. En 2002 fueron los de ’28 días después’, donde un paciente comatoso despierta en una Londres desierta que ha sido asolada por una plaga zombie provocada por un virus. Cualquier parecido con Walking Dead, imagino, será pura casualidad. Pero como estamos hablando de películas y no de series (porque ahí están ‘Invasión’, ‘V’ o ‘Falling skies’ esperando con los brazos abiertos), nos saltamos la comparación y damos la película por buena. Curiosamente ese mismo año tuvo lugar otro contagio masivo de un virus que transforma en zombie. Nos lo contaban en ‘Resident evil’ (y luego lo volvieron a contar, y lo volvieron a contar, y lo volvieron a contar, y lo…)
Un clásico que no podía faltar era el de la guerra nuclear, con lo que dio de sí la Guerra Fría. De hecho, ‘Pánico nuclear’ basa su escalada de tensión entre los dos resucitados bloques en el robo de armamento nuclear durante aquel convulso periodo, un armamento que se usaría en 2003 en EEUU para enfrentarle de nuevo a (lo que queda de) la poderosa Rusia.
Pero si hay algo que funciona bien a la hora de terminar con el mundo es una catástrofe natural. En 2004 un grupo de científicos tuvo que bajar al centro de la Tierra (con armas nucleares, cómo si no) para detonar ‘El núcleo’ y hacer que volviera a funcionar como debía. En 2005, sólo un año después, el cambio climático trajo a la Tierra una nueva edad del hielo que terminó con gran parte de la población (la que quedaba, claro, tras tantos apocalipsis en tan pocos años), según contaban en ‘El día de mañana’.
Ese mismo año resurgía con fuerza el género extraterrestre. Tuvo un amago de retorno en 2002 con ‘Señales’, pero como la invasión alienígena se ciñó a un pueblo del interior de EEUU no nos enteramos. Volviendo a 2005 vinieron unos enormes marcianos trípodes a arrasar con todo. Sí, los de ‘La guerra de los mundos’, que como a mediados del siglo pasado nadie creyó al pobre locutor de radio, que resultó ser un visionario, se pasaron de nuevo por aquí llenando todo el mundo de cadáveres… hasta que se intoxicaron con nuestro aire. Lo normal, vaya.
Ecologismo apocalítico
Tan contaminado está el aire que un año después otros extraterrestres (cabe suponer que amigos de los primeros) mandaron a Keanu Reeves -muy marciano él- y a una especie de gólem gigante hecho de bichos omnívoros que traían un ‘Ultimátum a la Tierra’ que poco más y ejecutan hasta el final. Pero como se ve que no hicimos mucho caso, en 2008 el punto apocalíptico-ecologista tuvo un déja-vù gracias a ‘El incidente’: en este caso no eran sofisticados alienígenas, sino árboles con mala leche los que provocaban que nos matáramos a nosotros mismos. Qué vagos, los tíos: montan un apocalipsis global y ni se manchan las ramas de sangre.
Los humanos, tercos como somos, seguimos sin hacer caso. Así que en 2009 pusieron a Nicolas Cage a escuchar ‘Señales del futuro’ que acababan por adelantar un estallido solar que arrasaría la Tierra ese mismo año. Menos mal que unos extraterrestres (no sabemos si los mismos de antes, los de más antes, u otros totalmente diferentes) se llevaron a algunos de nuestros niños y dejaron morir al resto aquí, abrasados. Majos ellos.
Ese mismo 2009 se ve que al final nos extinguimos todos (sin enterarnos) y dejamos a Will Smith (sí, el mismo que en 1996 era militar y mataba marcianos) como el último hombre en la Tierra. Con él, adivinad, una plaga de zombies carnívoros gracias a un virus muy contagioso. Ser leyenda es lo que tiene.
Legendariamente malo fue el planteamiento de ‘Legión’ en 2010: un grupo de ángeles más malos que el diablo querían acabar con un grupo de humanos en un bar de carretera del interior de EEUU. Poco menos que hasta el lugar se desplazaron dos tercios del Ejército celestial y va y fracasan porque un arcángel caído está del lado de los humanos. Ya ves, querer acabar con el planeta y que un grupo con rifles acabe contigo. Vaya mierda de poderes divinos.
Lo que queda por llegar…
Pero, claro, esto no ha acabado. Se supone que en un mes y medio nos vamos a la mierda todos juntos gracias a los mayas y sus profecías. Ciudades que se hunden en lava, tsunamis espectaculares y un derroche de convulsiones terrestres que cambian el mapa del planeta aniquilando mientras a gran parte de la población. Si sobrevivimos a eso en algún momento habrá una guerra global que arrasará la civilización, según nos contaban en ‘Mensajero del futuro’, y hacia el año que viene esta revista (y todo internet, y las autopistas, y los hospitales) dejarán de existir.
Si pasamos esas dos pruebas nos dejarán tranquilos unos años (de momento). Porque para 2022 será cuando lancen al mercado ‘Soylent green’, esa revolucionaria sustancia alimenticia que completará nuestra alimentación a base de soylent rojo y soylent amarillo. A base de comer mal cinco años más tarde, allá por 2027, seremos incapaces de tener hijos, según nos cuentan en ‘Hijos de los hombres’. Para acelerar la agonía, otro año después, en 2028, resucitarán los dragones que estaban dormidos y nos aniquilarán, según ‘Reign of fire’. Y si no morimos ni por esas, en 2029 se desencadenará el principio de ‘El planeta de los simios’, donde acabaremos viendo que hemos sido extinguidos e involucionados.
Qué mal todo, ¿eh? Pagar una hipoteca para eso. Bueno, a lo mejor ya estamos viviendo eso y no lo sabemos. Eso es lo que propone ‘Matrix’ que, según la narración de cómo las máquinas llegaron a aniquilar a los humanos, cuentan que para 2090 se llevará a cabo el juicio contra el robot B1-66ER, que desencadenará nuestra condena.
Lo que, seguro, no llegaremos a ver ninguno de nosotros será lo que viene después. A partir de 2100 el planeta será un vertedero abandonado en el que sólo quedará basura y simpáticos robots como ‘Wall-E’. Si al final resulta que queda alguien, y por volver a citar una serie, hacia 2149 descubriremos un portal temporal que nos permitirá viajar al pasado y fundar ‘Terranova’. Y si no nos morimos ni por esas, en 2161 nuestra moneda será el tiempo y cambiaremos a los millonarios por seres inmortales de facto, según cuentan en ‘In Time’.
Vaya, que si no nos hemos muerto con los apocalipsis ya superados, alguno de los que nos quedan por vivir podrían acabar con nosotros. O eso o vivir en sociedades postapocalípticas vete tú a saber en qué año gobernados por fascistas como los de ‘V de Vendetta’ o ‘Los juegos del hambre’. No, si al final lo de la hipoteca no va a estar tan mal…