No hay más norma que la libertad para diseñar una portada de Yorokobu. Esta vez, sin embargo, la ley se quebrantó. Había una imposición: una pizarra. El ilustrador y calígrafo José Luis Vivas (Joluvian) tenía una pizarra limpia en una pared donde debía que escribir la palabra Yorokobu.
Empezó el boceto en un papel. Utilizó rotuladores y dejó las tizas para el momento final. Usó una mesa de luz para mejorar las letras y decidió añadir una ilustración. “Quería recordar a los antiguos calígrafos que creaban bellos textos partiendo de una pluma y un bote de tinta. Así surgió la idea de esta portada”, cuenta el ilustrador, rotulista y calígrafo venezolano. “Dediqué unas 7 horas al boceto y unas 8 horas a trasladarlo a la pared-pizarra”.
La tiza no es su herramienta habitual pero, llevadas las retículas a la pizarra para volcar ahí el boceto, la cosa no fue difícil. Según Joluvian, “lo más complejo fue el acabado de las letras porque el polvo de la tiza se cae y a veces es difícil conseguir un color sólido”. Pero la tiza resistió a la foto y la foto se convirtió en la portada de Yorokobu de diciembre… bueno, en una de las portadas, ya que algunos han tenido que imitar a Joluvian y dibujar su propia interpretación de la palabra Yorokobu sobre una pizarra negra.
Nota: Gracias a Wayra por dejarnos sus instalaciones, a relajaelcoco por fotografíar el proceso y a Brian Walker por fotografiar la portada.