España: de inmigrantes a emigrantes

En 2006 un 38,3% de los españoles pensaba que la inmigración era el principal problema del país. En 2008 se derrumbó nuestro PIB. En 2010 la inmigración comenzó a descender. En 2011 Reino Unido superó a Ecuador como tercer punto de origen de nuestros inmigrantes, que ya no solo venían a trabajar, sino también a jubilarse. En los últimos cinco años el número de españoles en el extranjero ha crecido un 31,2%. La inmigración solo fue un problema mientras fuimos ricos, pero la emigración se ha convertido en un problema cuando vemos que somos pobres.

Hace 40 años España vivía en una dictadura. Hace 30 éramos un país retrasado y casi pobre. Hace 20 iniciábamos una senda económica ascendente impulsada, entre otras cosas, por un buen ciclo económico, las ayudas europeas, las privatizaciones, liberalizaciones y la dinamización del sector de la construcción. Hace diez años pensábamos que éramos un país rico, y ahora sabemos que ni lo somos ni lo fuimos.

Echando un poco más atrás, España era un país de emigrantes: del campo a la ciudad quienes buscaban trabajo, y de España al extranjero quienes buscaban o trabajo o libertad. Recuerdo de aquellos días son un montón de fotografías en blanco y negro de infinitas colas de gente con maletas esquinadas de piel y al menos dos estatuas: una en Granada, otra en Gijón.

Al morir el dictador la situación comenzó a invertirse, y giramos para ser un país de inmigrantes españoles, que empezaban a volver a casa tras el régimen. Luego, con la bonanza, nos convertimos en un país de inmigrantes de verdad. Y ahora, una vez más, el ciclo vuelve a ponerse en marcha: los inmigrantes vienen con cada vez menor frecuencia, al tiempo que cada vez más españoles se van al extranjero.

Hasta aquí todo lo que sabemos. Pero, ¿qué sucede si se cruzan datos del censo, con datos económicos, con datos de opinión ciudadana respecto al fenómeno de la inmigración? Que hay conclusiones evidentes y lógicas… y otras que no lo son tanto.

Empezando por el principio: si se toma la cifra total de inmigrantes en España que facilita el INE la curva tiene un punto de inflexión claro:

Ese punto de inflexión tuvo mucho que ver, lógicamente, con la economía: mientras el PIB crecía y crecía a buen ritmo interanual y los sucesivos gobiernos aprobaban regularizaciones más o menos masivas, el número de inmigrantes fue creciendo. Con el tiempo dos factores empezaron a afectar la estadística: cada vez más extranjeros obtenían la nacionalidad española -por lo que dejan de contar como extranjeros en la estadística- y la economía empezó a ponerse fea: primero empezaron a dejar de venir y luego comenzaron a marcharse.

Pero aquí llega la primera sorpresa: para los españoles la inmigración solo fue un problema importante cuando éramos ricos. La sorpresa se debe a que regularmente las crisis económicas motivan la irrupción de movimientos xenófobos, ya que un país con una elevada tasa de inmigración suele tolerarla sin problemas hasta que empieza a faltar el dinero o el trabajo para los oriundos del territorio en cuestión.

En los barómetros de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas hay una pregunta recurrente sobre cuál es el principal problema del país. Si se toman los barómetros de los meses de diciembre desde el año 2000 hasta la actualidad se observa que la incidencia de la respuesta ‘inmigración’ va creciendo al mismo ritmo que la llegada de extranjeros… hasta que empieza la crisis, empieza a caer y en la actualidad, cuando el número de inmigrantes se va reduciendo, toca cuotas mínimas.

¿La explicación? Posiblemente que la sociedad tenga interiorizado que la crisis tiene poco que ver con los inmigrantes, sino con la burbuja, la especulación, la mala gestión y una variada suma de responsabilidades propias y ajenas. Pero no de los inmigrantes.

Pero la inmigración no es algo abstracto, tiene caras y lenguas. Y si se toman los tres principales orígenes de los inmigrantes durante los últimos cinco años también se observa un dato llamativo: mientras Rumanía y Marruecos copan los dos primeros lugares, en el tercero hay un cambio reciente. Ya no son los ecuatorianos los terceros, sino los británicos, un cambio de tendencia que se empezó a dar justo cuando los inmigrantes que vinieron con la bonanza empezaron a irse.

¿La explicación? Que no todas las inmigraciones son iguales. Rumanos, marroquíes y ecuatorianos vinieron buscando trabajo desde un país económicamente más pobre, y se reparten por casi toda la geografía española, reduciendo ligeramente sus cifras en los últimos años.

Sin embargo los británicos, en constante aumento, no vienen a trabajar, sino a jubilarse o a vivir mejor: vienen desde un país económicamente mejor, con una moneda que ha ganado valor respecto al euro y que les permite instalarse y disfrutar a buen precio de un clima favorable y unas condiciones de vida envidiables. ¿Dónde se concentran los británicos? En las zonas costeras: archipiélagos, Murcia, Comunidad Valenciana, Andalucía y Cataluña.

Y mientras todo eso pasaba, la crisis iba enseñando sus garras y la especulación pasando factura: millones de desempleados, inmigrantes que retornan, imposible acceso a la vivienda, miles de personas condenadas a seguir viviendo en su casa superados los 30, un frenazo en la natalidad del país, un progresivo endeudamiento, un enorme recorte en derechos y protección social… Y el inicio de una marea de emigrantes, según los propios datos del Estado.

Pero, como con la inmigración, tampoco toda la emigración es igual. Algunos de los que emigran lo hacen como españoles, pero que llegaron a nuestro país hace tiempo sin serlo. Otros, la gran mayoría, son españoles condenados a marcharse. Hay destinos que se han disparado en los últimos años, según el censo de españoles en el extranjero, como Alemania, Brasil o México, pero los tres primeros destinos de españoles siguen siendo los mismos: Argentina, Francia y Venezuela.

Curiosamente, y para cerrar el círculo, llevan décadas siendo los destinos en los que más españoles hay… porque muchos ya están allí desde tiempos de la dictadura. Los ‘gallegos’ en Argentina o Venezuela, y tantos que fueron a vendimiar al país vecino.

Hay vínculos que nunca se rompen… y ciclos que nunca se cierran.

Fuentes:

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Patrick Thomas

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