Hace una semanas Dalia Research, empresa dedicada a la demoscopia y el análisis de datos, realizó una investigación destinada a averiguar cuál era el país del mundo donde más aprecio se tenía a los gatos.
Ante semejante pregunta, se podría pensar que ese país es Japón. No en vano, los nipones son los creadores de Doraemon, el gato cósmico. Además, uno de sus libros clásicos de su literatura es Soy un gato, del escritor Natsume Soseki. Por si esto no fuera suficiente, Utagawa Kuniyoshi, maestro grabador del siglo XIX, se especializó en la creación de preciosistas ilustraciones en las que los gatos eran los protagonistas absolutos.
El país elegido también podría ser Egipto, uno de los lugares en el que los gatos fueron domesticados por primera vez. Con el tiempo, incluso consiguieron convertirse en dioses por su colaboración en la caza de los ratones, gran peligro en una sociedad agrícola como la egipcia.
También podría ser un país occidental. En Facebook arrasan los vídeos y memes de gatos e ilustradores como Robert Crumb y Josep María Bea llegaron a hacer a estos animales protagonistas de dos de sus obras más populares: El Gato Fritz y La muralla. Todo ello sin olvidar a Garfield o a Leonor von furth, la vieja de los gatos de la serie Los Simpsons.
Sin embargo, no es ni Japón ni Egipto ni Estados Unidos ni España el país en el que más se valoran los gatos. Tras analizar los resultados obtenidos después de consultar a más de 40.000 personas, Dalia Research determinó que ese país es Rusia.
Según esa empresa, el 59% de los rusos tiene un gato, lo que supone un 10% más que en cualquier otro país del mundo. Una de las razones aducidas para ello es la tradición iniciada en el siglo XVIII por Isabel Petrovna Románova. Esta emperatriz acogió y cuidó a un gran número de gatos con la intención de acabar con la plaga de ratones que asolaba su palacio de San Petersburgo.
En la actualidad, parte de este palacio es el museo del Hermitage y, a pesar de los cambios experimentados por el país y la ciudad, que de San Petersburgo pasó a ser Petrogrado y luego Leningrado hasta recuperar en la actualidad su denominación original, los gatos siguen ahí. Tan sólo desaparecieron del lugar durante la Segunda Guerra Mundial. Posiblemente, para servir de alimento de la población.
La dirección del museo se encarga de cuidar y asistir a los cerca de setenta gatos que habitan en el edificio y en sus inmediaciones. La alimentación se sufraga con donaciones de particulares y con la ayuda de Royal Canin.
Incluso existe un departamento de prensa habilitado para dar información acerca de los animales. Entre sus labores, organizan campañas de adopción de gatos sin hogar que suelen ser muy bien recibidas por el público. No todos los días se tiene la oportunidad de adoptar un gato con el pedigrí de proceder del Hermitage.
La importancia de estos animales en la sociedad rusa es tal que incluso disfrutan de un día oficial en el calendario ruso. La jornada del 1 de marzo está dedicada a los gatos, un reconocimiento más que merecido para unas criaturas que, según Charles Darwin, tenían una relación directa con el ciclo económico.
Para el naturalista inglés del siglo XIX (es importante no descontextualizar el ejemplo), «cuantas más solteronas haya en Inglaterra, tanto mejor le irá a los ovejeros. Las solteronas tienen predilección por los gatos, y cuantos más gatos vivan en las casas, tanto menos ratones habrá en el campo y tanto menos abejorros, pues los ratones son sus únicos enemigos. El aumento de los abejorros trae consigo el incremento del trébol, y cuanto más trébol, tanto mejor y más pasto para las ovejas, de suerte que habrá más lana para la industria nacional».
Lo que olvidó referir el autor de El origen de las especies es que, como todo en la vida, esa relación es cíclica y lo que en un momento es color de rosa puede tornarse negro al siguiente. Si se continúa el ejemplo de Darwin, cuanta más lana haya en la industria, más dinero ganarán los granjeros que, al disponer de capital y una mejor posición social, tal vez decidan desposar a las mujeres solteras.
Una vez casadas, el número de gatos descendería, lo que haría aumentar el número de ratones, que se comerían los abejorros provocando así un descenso en el número de tréboles. Cuanto menor fuera el número de tréboles, más hambruna habría entre el ganado, lo que iría acompañado de un descenso en el número de ovejas y menores ingresos en el patrimonio de los granjeros. Llegados a este punto, las mujeres de la zona no podrían ser desposadas, por lo que, posiblemente (no olviden que el ejemplo es del siglo XIX) optarían por adoptar un gato y vuelta a empezar.
Sorprendente reportaje. Cuanto se aprende leyendo YOROKOBU!
Miiiiiiawwwwwwww….
Una verdadera maravilla esta entretenida gran PÁGINA
No me sorprende nada. En Rusia hay gatos en cada edificio público. En mi residencia había dos, uno de las porteras y otro del edificio. Más de una vez volvía a mi cuarto y había uno allí metido. Todos los bloques de pisos tienen uno al menos. Pero en cada facultad en la que he tenido clase había también. Entraban a dormitar en las aulas. Y hasta los gatos callejeros son cariñosos y se dejan acariciar cuando te piden comida.