No hay nada como viajar para cagarla estrepitosamente según conoces a alguien. Hace no mucho le di un beso en la boca a una señora que casi triplicaba mi edad, lo confieso. No era la primera vez que me pasaba. No hubo flechazo, ni siquiera andaba borracho y mucho menos era un servicio de estos morritos por un previo pago ni viceversa. Solo pasó. Se nos fue la cabeza (literalmente). Ella esperaba un solo ósculo en la mejilla y yo buscaba más, así que planté mis labios en los suyos de la forma más inesperada. Efectivamente, la jubilada era una argentina acostumbrada a un solo mejillazo y yo un español que dice hola a dos besos. Señora, le juro que no es lo que parece.
Los traslados transfronterizos hay que tomárselos con cuidado. Y es que no hay segunda oportunidad de causar una primera impresión: dos traicioneros besos que en otro país se estipulan en sentido contrario, un número indeterminado de acercamientos labiales que no se tiene controlado, arrimar la boca a la cara de una mujer asiática como si fuese lo más normal del mundo o ver como un ruso avecina el rostro de frente contra tu dentado, son acontecimientos de esos en los que uno se juega empezar con buen pie o no en el lugar donde ha llegado. Lo mejor es estar prevenido contra posibles malentendidos. He aquí unas instrucciones básicas de cómo decir ‘hello, salut o aloha’ a esos saludadores que no son paisanos.
Lo cierto es que la clasificación es confusa porque no sigue un patrón totalmente definido por tramos. Factores como la localización geográfica, la cultura o la religión determinan los sistema de holamientos. Si empezamos por el gesto más internacional, la palma se la lleva el apretón de manos (como no podía ser de otro modo). Y ¡cuidado con este sistema! Hay que tomárselo en serio ya que no siempre es reemplazable por los métodos autóctonos que cada uno traiga de casa. Por ejemplo, la ligereza con la que un hombre le da besos a una mujer en algunos países como sustituto al estrechamiento no es bien recibida en cualquier lado. De hecho, en algunos ni se dan la mano entre hombres. Lo bueno del gesto, no obstante, es que se ha convertido en algo tan internacional que hasta en los países ajenos a él se suele utilizar de buen grado con los extranjeros -siempre que todo se quede en un apretón de manos-.
Si empezamos diseccionando el asunto en dos grandes grupos, para ir clasificando, encontramos que la principal diferencia entre oriente y occidente es que en muchas regiones de la primera mitad el saludo no conlleva un contacto físico, algo que sí sucede en la segunda.
En Europa, a pesar de poseer una diversidad de saludos bastante amplia, el apretón de manos es el más importante. Los besos tampoco son desconocidos en el ámbito familiar, social y laboral (uno o tres en el norte y dos en España e Italia). Bien es cierto que la calidez del saludo aumenta grados de norte a sur -como el tiempo meteorológico-. Incluso la mejilla por la que empezar a darlos cambia en varios países. En los estados europeos australes, incluso mujeres y hombres de estatus o sangre azul de cuando en cuando se saltan el protocolo para plantar dos besos al deportista de turno ganador, por muy sudado que suba a recoger el premio al palco.
En Latinoamérica también dejan constancia de las distancias latinas. Aquí, igual que en Europa, lo formal es un apretón de manos, pero rara vez un encuentro entre mujeres o entre varón y mujer se queda sin besos. La diferencia con los ibéricos es que solo es uno y no dos –excepto en Brasil-. Es más, en el cono sur también es cosa de hombres el gesto. Los que estén acostumbrados a darlos por pares, tengan ojo con el despiste porque suele convertirse en un arrumaco labial de esos de no saber cómo explicarlo.
Tanto españoles como latinoamericanos somos muy dados a acompañar los reencuentros con un abrazo. Por eso de dejar expresarse al cuerpo.
En Estados Unidos y Canadá son más anglosajones, así que se quedan a mitad de camino entre la formalidad norte-europea y el carácter latino. Allí el saludo más utilizado es el apretón de manos a nivel laboral y social. Los besos se quedan para servir dentro de casa y a visitas muy cercanas.
Todos los países del continente americano adquirieron sus modos de saludo del estilo europeo. Antes de eso, los métodos precolombinos eran diversos. El que más se popularizó fue aquel jau indio de las películas que podía hacerse simplemente levantando una mano o dibujando en el aire un círculo con ella. Para quien no lo supiera, lo hacían como muestra de sus buenas intenciones: ‘No porto armas conmigo’.
También los australianos adquirieron la forma inglesa de saludo. No obstante, y aunque no siempre, conservando costumbres ancestrales: muchas chicas no besan a sus amantes en la boca. En su lugar pegan la nariz a las de su pareja y aspiran durante unos instantes.
El cambio radical comienza al llegar a oriente:
En los países árabes, por ejemplo, el máximo contacto entre varón y mujer es un estrechamiento de mano. Muchas mujeres musulmanas, incluso, no estiran la mano cuando un hombre se la ofrece y sustituyen la respuesta por plantarse la mano en el pecho. Un modo de decir ‘no voy a tocarte pero te llevo en el corazón’. Besos también existen, pero son cosas familiares o de hombre a hombre (o mujer a mujer), y utilizando las mejillas y no los labios. Por regla general el número apropiado son tres, aunque la efusividad o el tiempo sin verse pueden alargar el ritual del ‘salam aleikum’ hasta más de cinco.
Japón, China y varios de sus vecinos asiáticos cercanos son otro ejemplo de maneras de saludar que nada tienen que ver con el acercamiento ni el contacto físico. El saludo habitual es una leve inclinación de cabeza como muestra de respeto. A mayor respeto, mayor inclinación. Por supuesto eso no quiere decir que en sus relaciones internacionales y de oficina no sepan estirar la mano.
En la India lo más normal es poner las manos juntas a la altura del pecho y decir “Namaste”, y si la persona es de un mayor rango, se inclinan y le tocan los pies en señal de respeto. Mientras en el Tibet la gente se saluda mostrando la lengua como señal de que ninguna palabra malintencionada saldrá de su boca.
Sin duda las costumbres más extrañas radican en África, donde las similitudes con los saludos del resto del mundo son nulas en muchos casos (a excepción del estrechamiento de manos como código internacional de respeto). Los miembros de la etnia Ngá de Malawi, por ejemplo, se saludan sacudiendo el miembro viril del contrario. Dos sacudidas si no es allegado y tres si se trata de un pariente directo. Las mujeres se dan apretones en los pechos. ¡Ojo con probar el método a lo loco! Cuatro apretaditas significa que hay un interés de uno por el otro. La singular forma de salutación procede de las creencia de algunas tribus que consideraban un peligro besarse porque el alma se les podía escapar por la boca.
Existen otros dos tipos de saludos que en ocasiones han causado malos entendidos:
Los esquimales son famosos por frotar sus narices (será por no sacar las manos ni nada del cuerpo al frío), y los rusos siguen dejando decenas de imágenes malintencionadas para la posteridad cuando se propinan esos besos típicos en los que personas heterosexuales del mismo sexo se intercambian tres besos tan cercanos a las comisuras de los labios que parece otro tipo de reencuentro. Un generoso regalo para los fotoperiodistas de mal agüero.