La remolacha que da vida (literalmente) a una identidad visual

Imaginemos por un momento un logotipo cambiante, una identidad corporativa que modifique su forma y tamaño según una serie de variables. Vayamos más allá. Pensemos en un ser vivo que, atendiendo a ciertos parámetros vitales y cambiantes, proyecten una identidad visual acorde a su estado. Ahora dejemos de imaginar, porque esto ya es una realidad. Estamos hablando del diseño generativo, capaz de crear identidades visuales mutantes.

El concepto del diseño generativo no es una novedad en sí misma, aunque sí es muy innovador aplicarlo a una imagen visual. Por diseño generativo entendemos una creación visual cuyo resultado final no depende directamente del diseñador.

En esta modalidad de diseño puede ocurrir que una identidad esté asociada a un software que genere variantes aleatorias de un modelo inicial. O también existe la opción de que se asocie un primer diseño a unos parámetros que, en función de sus variaciones, modifiquen el aspecto de la identidad visual.

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Porque ¿quién dijo que las imágenes de marca deben ser estáticas? ¿O, como mucho, animaciones? El mundo del diseño da un paso al frente y llegan las identidades que cambian a tiempo real según la medición de variables de un ser vivo. Uno de los proyectos pioneros en este sentido está precisamente en España, en Zaragoza.

En este caso, se trata de la identidad visual de un nuevo espacio colaborativo, tan novedoso como útil: Remolacha HackLab. Un lugar en el que hay tres áreas de trabajo principales: huerta, artesanía y maker-robótica. Y su imagen corporativa no es más que la prueba de todo lo que se avecina en este nuevo espacio.

Remolacha HackLab y su identidad visual viva

En honor a su nombre y con toda la esencia de este nuevo espacio, dicen que han desarrollado la primera identidad corporativa en vivo del mundo. Una remolacha real y viva de la que se miden ciertos parámetros para extrapolarlos a una identidad visual que cambia en tiempo real, en función del estado de la remolacha.

Miguel Frago, el diseñador del estudio 12caracteres que ideó este proyecto, relata: «Pensamos en una identidad que fuera lo más pareja posible al espacio que iba a representar, es decir, a Remolacha HackLab». Y añade: «De ahí surgió la idea de que las acciones físicas de un ser vivo pudieran generar un símbolo digital». Y dado el nombre de este nuevo espacio, ese ser vivo tenía que ser precisamente una remolacha.

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A partir de ahí, todo un proceso de creación de una identidad corporativa, pero mucho más complejo que de costumbre por sus ambiciosas características. En el equipo de creación han participado diseñadores, programadores, artistas visuales, ingenieros electrónicos, ingenieros agrónomos, músicos y montadores.

Frago cuenta también que el diseño de esta identidad es la de un anillo, ilustrando lo que sería el corte real de una remolacha. Este anillo es cambiante y modifica su forma, tamaño y la velocidad con la que se mueve según el valor de los parámetros que se miden en una remolacha real monitorizada.

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¿El reto? Conseguir que una remolacha viva consiguiese proyectar una imagen visual que mostrase en tiempo real el estado de este ser vivo. ¿El resultado? Objetivo conseguido. En la web de Remolacha HackLab se puede comprobar en tiempo real el estado de la remolacha, que se proyecta a través de su identidad digital.

Qué dice la imagen visual sobre el estado de la remolacha

En concreto, lo que se mide de la remolacha son tres parámetros fijos y cuatro tipos de interacciones. Las variables que se encuentran en constante medición son la temperatura a la que se ve sometida la remolacha, su nivel de humedad en tierra y su nivel de humedad en aire. En función de esto, y a mayor o menor valor de estos parámetros, la identidad visual digital de este ser vivo cambia provocando ciertos efectos.

Cuanta más temperatura haya, podremos observar un mayor número de pliegues en la imagen; si la humedad en la tierra aumenta, se distorsiona la forma del anillo que da forma a la imagen corporativa; y, si la humedad del aire incrementa, lo hace también la velocidad con la que se mueve el logotipo.

Estos tres parámetros son fijos y se miden a través de una serie de sensores que están permanentemente conectados a la remolacha. Pero se ha trabajado en la interacción con el público para dotar a esta imagen visual de mayor dinamismo.

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Cualquier persona que se acerque a este espacio colaborativo puede interactuar con la remolacha de cuatro maneras: echándole agua, proporcionándole alimento, iluminándola y poniéndole música. Cuando se produce una de estas interacciones, la identidad visual digital reacciona de inmediato. Por ejemplo, si alguien alimenta a la remolacha, la imagen corporativa se hace más grande; o si le ponen música, genera una serie de vibraciones visuales.

Pero ¿tanta interacción no va a volver loca a la pobre remolacha? «Estamos trabajando para establecer una serie de parámetros mínimos y máximos de todas estas variables», explica Miguel Frago. De esta forma se conseguirá que este ser vivo no se vea sometido a demasiada luz ni tampoco a la más absoluta oscuridad; o que no le maten de hambre, pero tampoco acabe empachado.

Así, si al final del día la remolacha necesita más alimento o más agua de los que los usuarios le han dado cuando han interactuado con ella, automáticamente se le proporcionará; o si, por el contrario, llega un momento en el que la cantidad de estas variables es suficiente, por mucho que un usuario le dé al botón correspondiente, no se llevará a cabo tal acción. Todo ello, tal y como cuenta Frago, «con la finalidad de optimizar al máximo la vida de la remolacha».

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Este es otro aspecto fundamental de este proyecto de diseño generativo. Al depender de un ser vivo, es imprescindible contar con que la remolacha tiene un ciclo de vida determinado. Hay que estar pendiente de cambiar una remolacha por otra cuando sea necesario para que la identidad corporativa de esta marca esté siempre viva y activa.

El diseño generativo y las identidades visuales mutables

El diseño generativo suele aplicarse a videoproyecciones o creaciones audiovisuales, pero en el plano de la identidad visual como tal, no es nada frecuente. Sin embargo, hay algunos casos que sí han jugado con esta técnica.

Existen casos anteriores de logotipos que varían de manera aleatoria gracias a un algoritmo, y se crean así distintas variantes de un prototipo inicial. Incluso más allá de esto, podemos encontrar otros ejemplos de identidades visuales que están asociados a un parámetro concreto, como ocurre con el caso del logo de la península noruega Nordkyn, que varía en función de los datos meteorológicos del lugar (humedad, dirección del viento o temperatura, por ejemplo).

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Sin embargo, Remolacha HackLab intenta dar un paso más en el mundo del diseño generativo. «Su diferenciación reside en el hecho de que la identidad está vinculada a un ser vivo», explica Frago.

Esta es la prueba de que una imagen o un logotipo mutable es capaz de evocar una misma realidad, en este caso, una única marca. ¿Quién sabe qué tipos de identidades corporativas nos esperan de aquí en adelante?

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3 Comments ¿Qué opinas?

  1. Charlamos con los coordinadores de La Remolacha HackLab, el nuevo entorno de aprendizaje práctico y colaborativo de Zaragoza Activa - Made in Zaragoza dice:

    […] Nosotros también hemos sido los que hemos hecho el “proyecto cero” del HackLab , el primer logotipo vivo del mundo (noticia de la que se hacía eco esta semana el blog de innovación y tendencias Yorokubu). […]

  2. […] El primer proyecto de La Remolacha ha sido un logotipo vivo o mutante, el primer logotipo vivo del mundo (noticia de la que se hacía eco esta semana el blog de innovación y tendencias Yorokubu). […]

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